La pandemia de COVID-19 nos ha recordado que la salud es un bien público mundial.
Por Josep Borrell – Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad/vicepresidente de la Comisión Europea.
A finales de mayo de 2021, solo el 2,1 % de los africanos habrá recibido al menos una dosis de la vacuna COVID-19. Tenemos que cerrar la brecha de vacunación entre las economías avanzadas y los países en desarrollo para evitar lo que Tedros Ghebreyesus, jefe de la Organización Mundial de la Salud, ha llamado «vacunación apartheid«. Hacerlo es moralmente correcto y redunda en el interés de todos.
Por lo tanto, necesitamos una acción multilateral global para aumentar la producción de vacunas y acelerar el despliegue en todo el mundo. Desde el comienzo de la pandemia, este es el camino elegido por la UE. Ahora es también el camino definido por los líderes del G20 en la Cumbre Mundial de la Salud celebrada en Roma el 21 de mayo.
La pandemia sigue matando a miles de personas cada día y, al ritmo actual, no se vacunará a todo el mundo antes de 2023. Sin embargo, una población mundial ampliamente vacunada es la única manera de poner fin a la pandemia; de lo contrario, la multiplicación de variantes puede socavar la eficacia de las vacunas existentes.
La vacunación es también un requisito previo para levantar las restricciones que frenan nuestras economías y libertades. Estas restricciones penalizan a todo el mundo, pero pesan aún más sobre los países en desarrollo. Los países avanzados pueden confiar más en los mecanismos sociales y de política económica para limitar el impacto de la pandemia en sus ciudadanos.
Si la brecha de vacunación persiste, se corre el riesgo de invertir la tendencia de las últimas décadas de disminución de la pobreza y las desigualdades mundiales. Esta dinámica negativa frenaría la actividad económica y aumentaría las tensiones geopolíticas. El coste de la inacción sería sin duda mucho mayor para las economías avanzadas que lo que tendríamos que gastar colectivamente para ayudar a vacunar a todo el mundo. Por ello, la UE acoge con satisfacción el plan de 50 000 millones de dólares propuesto por el Fondo Monetario Internacional para poder vacunar al 40 % de la población mundial en 2021 y al 60 % a mediados de 2022.
Para lograr este objetivo, necesitamos una acción multilateral estrechamente coordinada. Debemos resistir las amenazas que suponen la «diplomacia de las vacunas», que vincula el suministro de vacunas a objetivos políticos, y el «nacionalismo de las vacunas», que las reserva para uno mismo. A diferencia de otros, la UE ha rechazado ambas cosas desde el comienzo de la pandemia. Hasta ahora, hemos sido el único actor mundial que está vacunando a su propia población y, al mismo tiempo, exportando grandes volúmenes de vacunas y contribuyendo sustancialmente al despliegue de vacunas en los países de bajos ingresos. Los europeos pueden estar orgullosos de este récord.
En 2020, la UE apoyó la investigación y el desarrollo de vacunas a gran escala y contribuyó significativamente a la nueva generación de vacunas de ARNm. La UE se convirtió entonces en uno de los principales productores de vacunas COVID-19 con, según la OMS, alrededor del 40 % de las dosis utilizadas hasta ahora en todo el mundo. Además, la UE ha exportado 240 millones de dosis a 90 países, lo que supone una cantidad similar a la utilizada dentro de la UE.
La UE, con sus Estados miembros e instituciones financieras – lo que llamamos «Equipo Europa»- también está donando vacunas a los países vecinos que las necesitan, sobre todo en los Balcanes occidentales. Su objetivo es donar al menos 100 millones de dosis más a los países de renta baja y media antes de finales de 2021, tal como se acordó en el último Consejo Europeo. Con 2800 millones de euros, el Equipo Europa también ha sido el principal contribuyente al mecanismo COVAX, que permite a los países más pobres acceder a las vacunas; alrededor de un tercio de todas las dosis COVAX entregadas hasta ahora han sido financiadas por la UE. Sin embargo, este esfuerzo dista mucho de ser suficiente para evitar que la brecha de vacunación se amplíe.
Para colmar esta laguna, los países que disponen de los conocimientos y los medios necesarios deben aumentar su capacidad de producción, de modo que puedan tanto vacunar a su propia población como exportar más vacunas, como está haciendo la UE. En colaboración con los fabricantes de vacunas, estamos trabajando para aumentar la capacidad de producción de vacunas de la UE hasta más de 3000 millones de dosis al año para finales de 2021. Nuestros socios industriales europeos se han comprometido a entregar 1300 millones de dosis de vacunas antes de finales de 2021 a los países de bajos ingresos sin ánimo de lucro y a los países de ingresos medios a precios más bajos. También se han comprometido a suministrar más de 1300 millones de dosis para 2022, muchas de las cuales se suministrarán a través de COVAX.
Todos los países deben evitar las medidas restrictivas que afectan a las cadenas de suministro de vacunas. También debemos facilitar la transferencia de conocimientos y tecnología para que más países puedan producir vacunas. Por nuestra parte, estamos animando firmemente a los productores europeos a hacerlo, especialmente en África. Participé en la cumbre de París sobre el apoyo financiero a África el 18 de mayo, donde los líderes del continente destacaron que África importa el 99 % de sus vacunas. Esto tiene que cambiar. El Equipo Europa está poniendo en marcha una iniciativa en este sentido -con el apoyo de 1000 millones de euros del presupuesto de la UE y de las instituciones financieras de desarrollo europeas- con socios africanos para impulsar la capacidad de fabricación en África de vacunas, medicamentos y tecnologías sanitarias.
La concesión voluntaria de licencias es la forma privilegiada de garantizar esa transferencia de tecnología y conocimientos técnicos. Si resulta insuficiente, el actual Acuerdo sobre los ADPIC y la Declaración de Doha de 2001 ya prevén la posibilidad de conceder licencias obligatorias. Sin embargo, según algunos países, estas flexibilidades son demasiado difíciles y lentas de utilizar. Para acelerar estas transferencias de tecnología, la UE presentará una nueva propuesta en el marco de la OMC a principios de junio.
La pandemia de COVID-19 nos ha recordado que la salud es un bien público mundial. Nuestra acción común mundial contra la vacuna COVID-19 para cerrar la brecha de vacunación debe ser el primer paso hacia una auténtica cooperación sanitaria mundial, tal y como prevé la Declaración de Roma adoptada recientemente en la Cumbre Mundial de la Salud.
Artículo publicado en inglés el 31 de mayo y traducido al español por Julio César García Sosa.
Un comentario
Ni siquiera la COVID -19, ha podido «allanar» las diferencias existentes entre el Norte y Sur. Otra preubas contundente es que mientras en el Norte, luchan por conseguir la inmunidad, en el Sur, por ejemplo en África, muchísimos países siquiera han comenzado con la vacunacion. En otros, la población a penas alcanza a ponerse la primera dosis de la vacuna. Lo «gracioso», es que se diga en este artículo que si les va mal en Africa, nos irá mal a todos… En mi opinión, creo que al Norte no le interesa ni lo más mínimo lo que sucede en África; si así fuera, supongo que haría lo que ha dicho algún sabio: » lo que es bueno para el humano, lo es también donde quiera que se encuentre el humano».
si realmente creyeran que la salud es un bien social mundial, habrían apoyado insistentemente en que se facilite la transferencia tecnológica o la concesión de licencias a África a fin de que pueda producir alguna vacuna para que de alguna manera deje de depender y de importar del Norte. Así, pues, basta ya de frases vacías…