Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Las malas prácticas agrícolas, un riesgo real en Níger y el Sahel

Las malas prácticas agrícolas, un riesgo real en Níger y el Sahel
Sesión de sensibilización y formación en producción de compost en una cooperativa agrícola de Kollo, Tillabéry, Octubre 2022. Imagen: © Facilitada por el autor del artículo.

Expertos locales llevan años alertando de la falta de control en la compraventa y la mala praxis de productos fitosanitarios en territorio nigerino. Los riesgos, hoy en día, parecen más elevados que nunca; las soluciones a medio plazo, en cambio, escasas.

Las evidencias de un grave problema

Año 2012. Un vecino de un pequeño pueblo de la comuna de Ouallam, en la región nigerina de Tillabéry, encuentra a los miembros de una familia vecina sin vida en la casa en la que vivían. La investigación posterior demostró que se habían intoxicado con un producto que rato antes había sido utilizado como insecticida para acabar con una plaga de langostas que amenazaba con devorar sus cultivos. De forma inconsciente, decidieron cocinar y consumir los insectos. Los análisis demostraron que el mortífero producto era un derivado de los organofosforados, grupo de sustancias orgánicas derivadas de la estructura química del fósforo, conocido por el alto número de intoxicaciones que provoca regularmente.

Este no es –afortunadamente– un caso habitual; sin embargo, las enfermedades derivadas de la alta exposición humana a productos fitosanitarios y el consumo de alimentos tratados sin control sí lo son. Tanto es así que un informe publicado en la revista científica The Lancet en 2022 alertaba del incremento del número de casos de cáncer que se está observando en África subsahariana y ofrecía varias explicaciones a este fenómeno: la elevada exposición a los pesticidas y otros productos fitosanitarios es una de ellas.

Desde hace años, existe una gran preocupación en el conjunto de África Occidental por el (mal) uso de los pesticidas y sus efectos en la salud de las personas. En este sentido, la Universidad Abdou Moumouni de Niamey, capital de Níger, publicó en 2020 un estudio en el que analizó quince muestras de agua en perforaciones usadas para el riego y el autoconsumo en el valle de Madaoua, de la región de Tahoua, una de las zonas de producción hortícola más importantes del país. Los resultados fueron contundentes: la capa freática de este importante valle está contaminada y las concentraciones de residuos de los diecisiete pesticidas encontrados constituyen un claro riesgo para la salud pública. Dos años antes, en 2018, un estudio publicado en la revista científica Ewash&TI Journal analizó los conocimientos y las prácticas de los agricultores nigerinos de este mismo valle en el uso de pesticidas y extrajo conclusiones muy preocupantes: hasta veinticinco formulaciones de pesticidas no homologados por el Comité de Pesticidas del Sahel (CSP, por sus siglas en francés) estaban siendo aplicadas habitualmente, algunas de ellas clasificadas como “peligro” y “elevado peligro” por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre estos productos, la familia química encontrada en mayor proporción fue la de los organofosforados.

La preocupación es común en los países vecinos. En un estudio realizado en 2016, esta vez en tres regiones del oeste de Burkina Faso, el Instituto de Investigación y Ciencias de la Salud (IRSS, por sus siglas en francés) encuestó a un total de 509 productores locales, 353 distribuidores de pesticidas y 69 centros de salud de las tres regiones implicadas. Una vez más, los resultados no dejaron lugar a dudas: el 52 % de los agricultores no estaba escolarizado y el 21 % aseguró haberse intoxicado alguna vez tras aplicar un pesticida. El 95 % de los distribuidores encuestados no disponía de certificación por el Comité nacional encargado de la gestión de estos productos; tan solo el 52 % de las formulaciones inventariadas estaban homologadas en el país, y hasta 341 casos de intoxicación fueron registrados en los 69 centros de salud implicados en el estudio entre los años 2010 y 2015.

Los orígenes

El desarrollo de la agricultura a gran escala en África occidental se remonta a finales del siglo XIX, cuando Francia, principal potencia colonial, decide intensificar la producción en la región para hacer frente a las producciones coloniales asiáticas, cuya exportación a Europa había ganado fuerza tras la apertura del Canal de Suez entre 1859 y 1869. El cultivo de la planta de cacahuete, utilizado principalmente para la producción de aceite, jabón o manteca, productos muy apreciados en Europa, fue uno de los primeros en prosperar. Más tarde, durante las primeras décadas del siglo XX, llegaría el turno de otros cultivos como el del algodón, que lograría su máxima expansión en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Las causas del problema

La explosión demográfica en los países del Sahel a partir de la década de los setenta llevó consigo un desarrollo del sector agrícola poco profesionalizado a pequeña y mediana escala, que, junto con el auge de la agricultura intensiva, trajo consigo grandes plagas que ponían en peligro la seguridad alimentaria. Para tratar de hacerlas frente, los pesticidas y otros productos fitosanitarios aterrizaron en la región occidental del continente a mediados de los setenta del pasado siglo, pero fue a principios del siglo XXI cuando las importaciones comenzaron a tomar envergadura.

Si bien el acceso a productos fitosanitarios en los países del Sahel ha aumentado enormemente a lo largo de las últimas décadas, la falta de recursos de las administraciones ha derivado en el desarrollo de un mercado negro que ha logrado implantarse y escapar a las restricciones. Además, el mismo motivo ha limitado la formación y sensibilización de los agricultores sobre el uso de estos productos y, en la actualidad, no solo no se ha conseguido frenar las enfermedades y plagas, sino que ha derivado en graves problemas de salud y de contaminación.

¿La agroecología, una solución?

“Las técnicas agroecológicas podrían ser una solución para acabar con este problema”, asegura Adamou Chaibou, responsable de agroecología en la Federación de Cooperativas Hortícolas de Níger (FCMN-Niya, por sus siglas en francés). Este joven agrónomo considera que el problema radica en la falta de poder adquisitivo y de sensibilización de la población local. Según indica, “los productos fitosanitarios homologados son caros, por ello la gente recurre al mercado negro. Debemos ofrecer a nuestros agricultores alternativas a los productos sintéticos que estén adaptadas a su contexto cultural y socioeconómico y, para ello, la agroecología puede ser una solución, ya que las materias primas están presentes en mayor o menor medida en nuestro entorno. Hay que aceptar que el cambio a la agroecología llevará tiempo, será una transición en la que la investigación tendrá mucho que decir para lograr ofrecer al mundo rural técnicas sostenibles probadas y contrastadas”, continúa explicando.

La preocupación por el cambio climático es cada vez mayor y, desde hace años, las organizaciones internacionales de desarrollo ponen el foco en la agroecología como una de las herramientas para mitigar sus efectos en los países más amenazados. Algunas de las técnicas agroecológicas más extendidas en el Sahel son la fabricación de biopesticidas: fitosanitarios naturales a base de ajo, pimiento, jabón, neem y otros productos, así como la producción de compost y derivados como el bokashi. Totalmente orgánico, el compost se fabrica mezclando residuos vegetales de todo tipo con deshechos animales y otros restos orgánicos como los generados en la cocina. Tras meses de descomposición el producto obtiene las características fisicoquímicas que –mediante un aporte continuado– pueden favorecer el desarrollo de la microbiología del suelo. Es por todo ello que las técnicas agroecológicas, si se realizan de forma continuada y correcta, podrían ayudar a reducir la dependencia a productos sintéticos y, por tanto, los efectos nefastos en la salud de las personas y el medioambiente.

Por desgracia, en un contexto como el del Sahel, donde la cobertura vegetal es tan escasa y la generación de residuos orgánicos domésticos es mínima, incentivar la producción de compost en cooperativas de productores suele tener poco éxito. Según algunos expertos, para lograr un acceso generalizado a este producto que permita la fertilización y recomposición de las tierras de cultivo es necesario poner en marcha toda una industria de producción de fertilizante orgánico que se nutra de cultivos a gran escala de plantas con características muy particulares: resistencia a estrés hídrico y un desarrollo rápido que genere gran cantidad de materia seca. Este tipo de producciones son ya una realidad en países del norte de África con muchos más recursos como Marruecos. Níger, en la actualidad, está muy lejos de algo por el estilo.

Artículo redactado por Carlos Nombela Gordo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *