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Desafíos comunes

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Imagen: Bernd Dittrich en Unsplash
Director General

José Segura Clavell

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La subida de precios en productos de alimentación o el combustible altera (o alterará) las vidas de 1600 millones de personas en todo el planeta, según ha anunciado el secretario general de la ONU.

El Consejo Noruego para los Refugiados acaba de hacer público, esta misma semana, que las diez crisis de desplazados más desatendidas del mundo se sitúan todas en África y que todos los países que figuran en su lista de crisis de este tipo son africanos. El periodista José Naranjo hablaba sobre el tema en un reportaje que también se hizo público esta semana: en el mundo hay ya 100 millones de personas que dejaron atrás sus casas forzadas por diferentes tipos de crisis, frente a los 82,4 millones del año pasado. La cifra de desplazados internos alcanzó los 59,1 millones a finales de 2021, frente a los 55 millones del año anterior. Naranjo avisaba: nunca hubo tanta gente moviéndose por el mundo. Además, el periodista nos contaba que la situación se agrava por la subida de precios de los alimentos, que es consecuencia de lo que está sucediendo en Ucrania, y denunciaba que las tasas de malnutrición infantil ya se están disparando.

Les recuerdo que 821,6 millones de personas ya están desnutridas o pasan hambre en el mundo y que la gran mayoría se encuentra en África. También que 30 millones de africanos se vieron abocados a la pobreza extrema y 22 millones perdieron su empleo solo el año pasado como consecuencia de la pandemia. La ONU ha advertido de que unos 13 millones de personas se enfrentan a una grave hambruna solamente en la región del Cuerno de África, en este caso, como consecuencia de una persistente sequía, y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) dice que la situación podría empeorar cuando llegue la temporada de escasez a finales de verano.

Solo en Chad, tercer país menos desarrollado del mundo según la ONU, 5,5 millones de chadianos, es decir, más de un tercio de la población, necesitaron ayuda humanitaria de emergencia en 2021 y la situación ha empeorado con la guerra en Ucrania. El Banco Africano de Desarrollo ya está informando de un aumento del 45 % en los precios del trigo en el continente, algo que tiene mucho que ver con la invasión rusa de Ucrania. Esta institución también advierte de un posible descenso del 20 % en la producción de alimentos, ya que los agricultores tienen que pagar un 300 % más por sus fertilizantes importados.

El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España, José Manuel Albares, se hizo eco de la crisis alimentaria mundial que nos está golpeando actualmente en su última visita a nuestro archipiélago, coincidiendo con el Día de África y nuestro consejo diplomático. En su intervención al respecto, el ministro nos recordó que la inseguridad alimentaria es una problemática con efectos devastadores a nivel mundial, pero que es especialmente grave en el continente africano, como hemos puesto de manifiesto en los últimos artículos que hemos publicado.

Al hilo de sus palabras y del énfasis que la Unión Africana pone en el tema de la seguridad alimentaria en este año, quisiera aprovechar para poner las cosas en perspectiva. Es cierto que la subida de precios en productos de alimentación o el combustible altera (o alterará) las vidas de 1600 millones de personas en todo el planeta, según ha anunciado el secretario general de la ONU. Nosotros mismos hemos visto subir la cesta de la compra o la electricidad. Sin embargo, en algunos contextos sociales como los africanos y con los efectos del cambio climático o la guerra sumados, la situación se puede tornar irreversible. Albares lo enunció alto y claro: “El cambio climático perjudica la próxima cosecha, y ahí el Sahel y África están en primer lugar de los perjudicados”. También dijo que esta serie de catástrofes en nuestro vecindario puede aumentar la presión migratoria en Canarias, por si aún quedaba alguna duda sobre la interconexión en la que convivimos hoy en día.

Canarias, a pesar de su limitada extensión geográfica, se sitúa en nuestro mapa de las posibles crisis en un lugar central. No en vano, la Cruz Roja y el Programa Mundial de Alimentos se ubican en nuestro puerto, somos el destino de la principal (y más mortífera) ruta migratoria desde África y atesoramos un conocimiento en renovables y combate contra el cambio climático que nos hermana con nuestros vecinos africanos, entre otras cosas. La inseguridad alimentaria, el cambio climático y la desertificación son elementos que debemos enfrentar con determinación, porque nos afectan a todos y, tangencialmente, porque son factores determinantes en la toma de decisiones de los migrantes.

La realidad cotidiana enfrenta a muchas personas a la incertidumbre de no saber si mañana tendrán algo que comer, por falta de fondos o de alimentos. La situación climatológica tampoco les permite cultivar muchas tierras, que se encuentran -como ya hemos comentado en otras ocasiones- prácticamente desertificadas. Además, y por si todas estas cuestiones fueran pocas, a este cóctel se suma la inestabilidad de los gobiernos y la incapacidad de ofrecer seguridad y bienestar a los ciudadanos, que se encuentran, en ocasiones y como sucede en el Sahel, a expensas de grupos armados de corte yihadista. Por si todo esto fuera poco, la disrupción de la guerra en Ucrania provoca efectos colaterales por todo el planeta y especialmente, de nuevo, en África. Realmente, el panorama se torna insoportable y me temo que veremos muchas más situaciones dramáticas en un futuro cercano. 

Las instituciones tienen -tenemos- el deber de actuar ante estas situaciones extremadamente graves para proteger a nuestros ciudadanos. Y considero que es de vital importancia en esta tesitura no darle la espalda al continente africano, que parece ser el receptor natural de todas las malas decisiones que se toman en el resto del mundo. El continente africano está pidiendo ayuda y debe ser atendido. No desde la condescendencia y el asistencialismo: desde la justicia y la solidaridad. En Canarias conocemos de primera mano y compartimos muchos de los problemas a los que hoy se enfrentan nuestros vecinos y, además, podemos marcar la diferencia a la hora de atacarlos. No me cansaré de repetir que podemos salir juntos de todas las crisis y que la colaboración solo puede traernos cosas buenas a todos.

Releo los datos que les traslado y escribo estas palabras en mi despacho, cuyas ventanas dan a un patio lleno de escolares que participan en la inauguración de la exposición de trabajos finales del proyecto educativo Enseñar África, una iniciativa que nos ha dado muchas alegrías y que lleva contenidos africanos a los centros educativos oficiales no universitarios de toda Canarias. Escucho, con una mezcla de preocupación por lo que escribo y satisfacción por lo que me llega a través de la ventana, sus voces acompañando a la percusión y al baile. Sé que mirarán con otros ojos a nuestros vecinos, con curiosidad y aprecio. Es un paso básico desde la base de nuestra sociedad, que influye en la opinión pública a través de las familias y que acompaña a otra serie de pasos hasta llegar al más alto nivel, donde la toma de decisiones políticas, desde el respeto y una asociación entre iguales, escuchando a nuestros vecinos y llegando a compromisos, servirán para mejorar la vida de todos nosotros. No me cabe la menor duda.

Artículo redactado por José Segura Clavell, director general de Casa África, y publicado el 3 de junio de 2022 en Kiosco Insular y el 5 de junio de 2022 en Canarias 7.

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