Hacia el centenario del antirracismo en Europa: el contexto de Francia

Hacia el centenario del antirracismo en Europa: el contexto de Francia
Illustración de Lamine Senghor
Illustración de Lamine Senghor
Saiba Bayo

Saiba Bayo

Politólogo

Tres eventos clave marcaron la presencia de personas negras en la metrópolis francesa durante el periodo colonial y sentaron las bases para la creación, en 1926, de la Ligue de la Défense de la Race Nègre (Liga de la Defensa de la Raza Negra). Primero, en la Exposición Universal de París de 1900, Jean-Baptiste Marchand, comandante del batallón francés durante la crisis de Fachoda (preludio de la Primera Guerra Mundial), llegó a la capital con su pelotón de oficiales y suboficiales negros que participaron activamente en la conquista y colonización de África. Los hombres de Marchand desfilaron por los Campos Elíseos, siendo aclamados como héroes por el público francés. Segundo, una década más tarde, Charles Mangin publicó La Force Noire (La Fuerza Negra), un ensayo propagandístico que buscaba legitimar la movilización de soldados negros de las colonias en el ejército regular. El autor formaba parte del sector de la élite militar francesa que quería convencer la opinión pública de la necesidad de “integrar” a los negros, frente a las enormes pérdidas humanas que Francia estaba sufriendo. Tercero, la participación de los tirailleurs senegaleses (soldados indígenas de las colonias francesas de África negra) en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) para salvar a “la patria:” Francia. Estos episodios evidencian cómo la instrumentalización de las personas negras en Francia se articuló entre el reconocimiento simbólico y la perpetuación del orden colonial hasta hoy.

El interludio antirracista: Los “salvajes” en la guerra de los “civilizados”

El primer trabajo literario sobre la presencia de los negros africanos en la Europa del siglo veinte será escrita durante esta época, obra de una pintora francesa, Lucie Brû, conocida por su nombre de casada, Lucie Couturier.  Su obra “Des inconnus chez moi” (desconocidos en mi casa), publicada en 1920, relata el encuentro inesperado entre una familia francesa (blanca) y los soldados africanos, procedentes de diferentes regiones de África, muchos de ellos senegaleses, que llegaron a luchar a Francia en 1916. La familia de Lucie vivía cerca de un campamento de soldados negros en Fréjus. Uno de los aspectos importantes del libro de Lucie es cómo desvela los abusos lingüísticos practicados por la administración colonial. Francia inventó e impuso en sus colonias un francés deformado, el « petit nègre », para deshumanizar y controlar a estos indígenas. En esta época, Maurice de la Fosse, célebre lingüista y etnólogo, creó un francés inspirado en el sistema de las lenguas africanas conocido entonces como Le Français tel que le parlent nos tirailleurs sénégalais (el francés tal como lo hablan nuestros tirailleurs senegaleses), el cual informa a los oficiales del ejército colonial sobre sus deberes respecto a la instrucción de los reclutas negros.

Lucie observa que el francés que hablaban los soldados negros era el resultado de un plan astutamente planeado que ordena la supresión total de los verbos en francés: y su reemplazo por la expresión: “y a” (hay) más el infinitivo o sustantivo. De modo que todos los soldados hacían frases tipo “y a faim” (hay ganas) “y a gagner” (hay ganar) “y a bon” (hay bueno), “y a content” (hay contento), “y a moyen” (hay manera), “y a besoin” (hay necesidad), “y a connaître” (hay conocer), “y a faire manière” (hay remilgos). Lucie escribe que todo ello demuestra cómo el francés fue manipulado para reforzar una jerarquía racial y social. Con el acuerdo de sus padres, la joven pintora organizó clases particulares de lengua francesa en su casa para enseñar su idioma y aprender de las experiencias de sus amigos. Aunque algunos críticos hacen una lectura de la obra fuera de su contexto histórico, su relato es un testimonio de su compromiso con la dignidad humana, de su negativa a considerarse superior y de su deseo de comprender las realidades de aquellos que encontró. Des inconnus chez moi es un valioso testimonio sobre la hospitalidad y la solidaridad interracial, al tiempo que expone cómo la importación del sistema colonial y el racismo en Europa moldean las relaciones humanas.

Lucie era una militante antirracista autora de otros relatos escritos durante sus viajes a diferentes países africanos donde visitaba a sus amigos hasta su muerte a los 49 años en 1925. Su nombre está asociado con la primera obra literaria en lengua francesa escrita por un negro africano del continente: Force Bonté, del senegalés Bakary Diallo. Este soldado subalterno del ejercito colonial y Lucie Couturier se conocieron en el contexto descrito anteriormente. Única obra conocida de Diallo, Force Bonté es una novela autobiográfica, publicada en 1926 gracias a la intermediación de Lucie quien facilitó el manuscrito a su editor antes de su muerte. Este hecto sigue generando dudas sobre la autenticidad de su autoría, cuestionada por los intelectuales y críticos africanos, quienes percibieron (y perciben) una manipulación de Jean-Richard Bloch, el editor. Force Bonté narra la vida de un joven pastor (del grupo toucouleur), que se escapó de su aldea en el norte de Senegal y fue acogido por los colonos blancos que le introducen en la cultura y los valores occidentales. El autor elogia el imperialismo y la obra civilizatoria de Francia, que considera una potencia benefactora que pacificó África poniendo fin a las guerras feudales y creó las condiciones para su prosperidad. Los que están familiarizados con las obras de los primeros escritores guineano-ecuatorianos verán enseguida la relación entre Force Bonte y Cuando los combés luchaban de Leoncio Evita Enoy (1953). Ambos autores creían sincera y profundamente que los europeos cruzaron los mares para trabajar por el bienestar de los negros en África, guiados por los valores del amor, la amistad y la fraternidad. En la obra de Diallo, las características de las sociedades africanas son ignoradas o relegadas a un segundo plano y el autor nos sorprende por la simplicidad de su pensamiento y su ingenuidad encajando a la perfección con el perfil del “buen negro” que ha interiorizado el discurso paternalista del blanco. Algo que se percibe desde el prólogo de la primera edición. Según Mouhamadou Kane, autor del prefacio de la ultima edición de la novela de Diallo, los críticos y divulgadores de la literatura francesa en África no mostraron interés algunos por esta obra. Los estudios más comprometidos con Force Bonté se sitúan dentro de los círculos de la crítica anglófona que abordó el trabajo de Diallo con rigor y honestidad intelectual.

La publicación de Force Bonté tiene lugar en un momento de gran contestación protagonizada por los colectivos africanos en Francia. Otro senegalés, Lamine Senghor (sin parentesco con el poeta presidente), llegó a movilizar a las personas negras contra el colonialismo y a favor de los derechos de los soldados indígenas, que habían sido explotados y marginados por Francia. En 1926, Lamine Senghor, creó el Comité de Defensa de la Raza Negra (CDRN), convirtiéndose así en el primer activista-intelectual y político negro en haber organizado a los negros en Francia de manera significativa. El CDRN es el primer movimiento popular negro que logró reunir en Francia a cientos de miembros a través de los puertos y las grandes ciudades francesas. Excombatiente de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Lamine Senghor se convirtió en una figura clave en la lucha contra el racismo y la discriminación hacia los soldados africanos. En un principio, Lamine Senghor militaba en la Unión Intercolonial, un grupo fundado por el Partido Comunista Francés. Lamine Senghor fue un activo defensor de la mejora de sus condiciones y de la igualdad de derechos. Participó en la creación de asociaciones y movimientos anticolonialistas, como la Liga contra el Imperialismo, donde luchó por la independencia de las naciones africanas y por la dignidad de los pueblos colonizados. En este contexto, Lamine Senghor jugó un papel fundamental en la articulación de un discurso contra el racismo y a favor de la resistencia, como se aprecia en su texto La violación d’un pays, que pronunció en el Congreso de Bruselas en febrero de 1927. Para él no puede haber una lucha antirracista sin un diagnóstico claro de la historia del colonialismo y el imperialismo. Con las acciones de figuras como Lamine Senghor, el imperio francés empezaba a enfrentarse al desafío de los colonizados instalados en la metrópolis.

Imagen de Lamine Senghor / Wikimedia

La negritud: entre conciencia racial y revolución social

Al mismo tiempo, algunos indígenas que habían recibido el estatus de administradores coloniales empezaban a sublevarse contra la violencia y la deshumanización de sus pueblos. René Maran había publicado Batouala en 1921. El movimiento literario comenzaba a gestarse gracias al liderazgo de las hermanas Nardal (Paulette, Émilie, Alice, Jeanne, Cecile, Lucie et Andrée) y autores de la diáspora influidos por los artistas del Harlem Renaissance. La aparición de la Revue du Monde Noir (Revista del Mundo Negro) co-creada e impulsada por Paulette Nardal en 1931 y la publicación de Banjo de Claude McKay en 1929, ponen los cimientos de la “Internacional Negra” premonitora del movimiento de la Négritude. En la primera publicación de Mundo Negro (no confundir con la revista de los misioneros combonianos de Madrid del mismo nombre), se incluye un poema de Claude McKay, así como el relato corto «Fog» de John Matheus, traducido al francés por Paulette Nardal bajo el título «Brouillard». Según Renaud Boukh, autor del posfacio de la reciente edición del Docker Noire de Ousmane Sembene, algunos pasajes de aquellas traducciones parecen haber sido literalmente “recreados” por Paulette Nardal, evidenciando su gran talento artístico, cultural y literario que sentó las bases para un discurso antirracista y la reafirmación de las identidades de las comunidades negras en París. En Les sœurs Nardal. À l’avant-garde de la cause noire, Léa Mormin-Chauvac rescata la memoria de las hermanas Nardal del olvido. La autora demuestra que, siendo mujeres, negras y feministas, abrieron camino para los intelectuales negros en Francia en una época marcada por la dominación del pensamiento colonial y la marginalización de las personas negras. Por ejemplo, Jeanne Nardal desempeñó un papel fundamental en la reflexión intelectual y política de los negros, especialmente en lo que respecta a la situación de la mujer negra. Su influencia es evidente en la idealización de la mujer negra en los poemarios de Senghor y sus compañeros, quienes la consideran un símbolo de la conservación de los valores ancestrales. Mediante su salón literario en París, crearon un espacio de encuentro y reflexión. Fue durante estos debates que floreció el pensamiento crítico sobre la condición de la comunidad negra, permitiendo a los jóvenes escritores y estudiantes de África y el Caribe francés estructurar su pensamiento y forjar lo que Césaire llamará Conscience raciale et révolution sociale (Conciencia racial y revolución social), un lema que se convierte luego en négritude.

 Amigo de Senghor y Césaire, Jean Paul Sartre escribe Orphée noire, un texto que define mejor el ideario de la naciente négritude: “¿Qué esperabais, entonces, cuando les quitabais los grilletes que cerraban esas bocas negras? ¿Qué iban a entonar vuestros elogios? ¿Pensábais que, cuando esas cabezas que nuestros padres habían doblegado hasta el suelo por la fuerza se levantaran, leeríais la adoración en sus ojos? Aquí hay hombres negros de pie que nos miran y os deseo sentir, como yo, la emoción de ser vistos.” Para algunos críticos como Frantz Fanon, «Orphée noire” es una forma de “intelectualización” de la existencia negra (Fanon 1952), una intelectualización a través de la poesía y la política. El surgimiento de la négritude estuvo profundamente influido por el Renacimiento de Harlem, lo que tuvo importantes consecuencias en la orientación de sus escritores. Según Mahamadou Kane, los autores de la négritude se interesaron principalmente por la recuperación del pasado africano, moldeada por el enfoque cultural y folclórico del movimiento de Harlem. El contacto entre los activistas negros en París y sus homólogos del movimiento de Harlem marcó un cambio en el activismo antirracista de la época. A diferencia de líderes como Lamine Senghor, cuya militancia se enfocaba en el antirracismo sistémico y en la lucha frontal contra el colonialismo, los máximos dirigentes de la négritude, como Aimé Césaire y Léopold Sédar Senghor, optaron por un enfoque más institucional. Ambos ocuparon cargos en la administración colonial francesa: Césaire como diputado y Senghor como ministro, antes de convertirse en el primer presidente de Senegal. Este giro hacia el reconocimiento cultural y político dentro del sistema colonial reflejaba una transición del antirracismo militante hacia un antirracismo artístico y simbólico.

Hoy, el legado de la négritude se refleja en el antirracismo romántico e individualista de las grandes ciudades europeas. En el caso de España, vamos a llamar a esta forma de antirracismo el antirracismo de terciopelo, pues promueve un discurso suave, superficial y, a menudo, acomodaticio, pero que carece de un compromiso profundo o transformador. El antirracismo de terciopelo suele centrarse en las fisuras psicológicas provocadas en los colectivos “afro” por las estructuras patriarcales blancas. Es una respuesta a lo que Françoise Vergès denomina la indigestibilité de los no blancos. Se recurre a figuras de las comunidades negras que son fácilmente digeribles dentro del complejo sistema racista español, personas con una oportuna astucia para hablar a los blancos sin herir su sensibilidad. Se trata de hombres y mujeres capaces de educar a los blancos sobre cómo no ser racistas, o cómo dejar de serlo. No es necesario un conocimiento preciso del complejo sistema que produce el racismo; basta con exponer “el drama” del “no reconocimiento.” Algo de lo que podríamos alegrarnos, pues cada generación tiene que buscar una manera de cumplir su misión, diría Frantz Fanon. El problema es que la misión del antirracismo de terciopelo parece ser la promoción personal del activista. Así, hoy en día, las funciones históricamente reservadas a figuras como Lamine Senghor y las Hermanas Nardal son desempeñadas por influencers de la moda “afro.” La prioridad es la inclusión, el reconocimiento y la promoción de los negros y las negras, descendientes de los africanos, dentro de las estructuras capitalistas e imperiales del sistema racista. Está claro que el afropolitanismo de Achille Mbembe, buscando una identidad africana global y cosmopolita, ha acabado creando una falsa disyuntiva donde el antirracismo se ha vuelto puramente conceptual, encapsulado en lemas y eslóganes como la interseccionalidad y la decolonialidad.

Hacer el diagnóstico del antirracismo conceptual no es tarea complicada. Por doquier, organizaciones, universidades e instituciones lanzan campañas interseccionales y decoloniales para “deconstruir” la mirada que tienen del “otro.” Basta con pedir a los funcionarios y usuarios que empleen un lenguaje más “inclusivo”, como decir “afro” o afrodescendiente en lugar de negro o negra, incluso cuando se trata de una persona nacida en España, de padres originarios de Fongolimbi, de las orillas del Níger, el Nilo o del Limpopo. Sin cuestionar sus propios privilegios, las personas blancas deben aprender a ponerse en la piel del otro, en los zapatos del otro, en la salsa del otro. Pasarían el examen sobre el antirracismo si demuestran dotes bailando al son del sabar, zuglu, amapiano, kizomba, samba o coupe-décalé. El antirracismo conceptual ha convertido al otro en un “meme”, cuyo pasado y presente son alcanzables y manipulables gracias al llanto de unos pocos personajes influyentes de las “comunidades cibernéticas” de las periferias subalternas. Añadiremos que, en este contexto, la interseccionalidad y la decolonialidad se han vuelto conceptos intercambiables, perfectos para adornar la lucha cotidiana del antirracismo y alimentar el eterno sueño de igualdad de los “racializados.” Hoy el militante antirracista se despierta siendo decolonial, pasa el día navegando con destreza en la interseccionalidad y se acuesta por la noche, satisfecho y convencido de haber cumplido sus nobles compromisos antirracistas, saboreando el privilegio de la fama.

¿A quién vamos a engañar?

En el documental I Am Not Your Negro (2016), Raoul Peck explora la compleja relación entre el racismo y el antirracismo, particularmente en su interacción con los blancos progresistas, a través de la vida de James Baldwin. A lo largo del relato, se revela cómo, a pesar de sus posiciones antirracistas, muchos blancos progresistas no logran confrontar sus asunciones, sus propios privilegios, reflejando su complicidad en las estructuras de opresión. Baldwin, con su incisiva crítica social, denuncia que el antirracismo de estos sectores a menudo se limita a una postura superficial, más orientada a aliviar su conciencia que a comprometerse con una transformación real de las estructuras racistas. Si Baldwin pudiera ser entrevistado hoy en día, dada la situación del antirracismo en España, es probable que dijera “I Am Not Your Migrant” (No soy tu inmigrante), y su análisis seguiría siendo igual de pertinente y preciso. A falta de la diatriba poética de Baldwin, encontramos el humor acerbo de Asaari Bibang, quien ofrece una ironía mordaz para desenmascarar a los “amigos de negros” y los padrinos/madrinas de migrantes. Asaari articula su discurso a través de figuras como “su exnovio blanco” y “Marta, su amiga blanca.” En medio de sus críticas contra el racismo institucional, Asaari frecuentemente exclama, “no te jode…”, seguido de una carcajada, técnicas humorísticas astutamente utilizada por esta guineana de Barcelona y estrella de la Stand-up comedy en España para resaltar la hipocresía de un público que a menudo aplaude sin cuestionar realmente el fondo de su mensaje contra el racismo sistémico.

La realidad del racismo permanece inalterada desde los inicios de la invasión, ocupación, explotación y dominación de otros pueblos por parte de Europa. ¿Acaso Raoul Peck no lo deja explícito en Exterminate All the Brutes (HBO, 2021)? En menos de un año se conmemorará el centenario de la Ligue de la Défense de la Race Nègre. Un recordatorio contundente de la figura de lideres como Lamine Senghor y una oportunidad para reactivar las luchas anticoloniales, que siguen siendo tan urgentes hoy como lo fueron entonces. Este centenario ofrece una oportunidad para regresar a las raíces del antirracismo auténtico, aquel que no se limita a demandas simbólicas de inclusión, sino que se centra en la construcción de una perspectiva radicalmente anticolonial. Disfrazado de activista folklor o cultural, académico “africanista”, “humanitarista” y “cooperacionista” del desarrollo, el neocolonialismo es vigente y perpetúa un racismo sistémico que favorece, a su vez, el saqueo de los recursos en el Congo, Guinea, Mozambique, Gambia etc, en connivencia con élites locales. Pero el neocolonialismo no solo priva a los países africanos de su soberanía, sino que también refuerza una jerarquía global que deshumaniza y margina a las personas negro-africanas y a sus descendientes en el Norte Global.

Por esta misma razón, por mucho que se llenen los espacios de afroepítetos, ninguna persona negra será verdaderamente reconocida y respetada en Europa mientras los derechos fundamentales en África sigan siendo pisoteados. La lucha antirracista, por tanto, debe trascender las demandas de reconocimiento e inclusión en los sistemas occidentales y vincularse de manera explícita con la justicia económica y la soberanía política en África. Levantar el puño al grito de Black Power o vestir camisetas negras con el lema Black Lives Matter no es suficiente. Pues la pura imitación de lo que hicieron nuestros padres y lo que están haciendo otros colectivos en otros contextos y, de por si el signo de una debilidad intelectual y una falta de control de nuestro propio contexto. Además, contemplar a un grupo de personas negras gritando “la vida de los negros importa” no solo resulta redundante, patético y autodegradante, sino que también pone en entredicho la propia existencia de quienes lo proclaman. Más preocupante aún, ese gesto parece canalizar la indignación hacia la violencia histórica en Estados Unidos, mientras ignora a los cientos de jóvenes asesinados en África por exigir libertad e igualdad y a los miles de muertos en el Atlántico. Es fundamental que las luchas de los pueblos negros en todo el mundo se articulen en oposición a las fuerzas neocoloniales e imperialistas que perpetúan la opresión de las masas marginadas. Debemos reactivar una resistencia colectiva, sostenida por una reflexión crítica, para confrontar tanto al imperialismo global como a las élites locales cómplices. Nuestro deber, dentro o fuera de las instituciones europeas, es observar, denunciar y actuar. En esta lucha no cabe la parcialidad. El antirracismo será o no será posible sin una mirada firme hacia la verdadera dignidad y emancipación de las personas negras y sus comunidades.

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