En Casa África entregamos este jueves el IV Premio Saliou Traoré de periodismo en español sobre África a Agus Morales y Pau Coll por un crudo retrato del África que no queremos ver en España: la de las chabolas de los migrantes que recogen fruta y verdura
Este jueves entregamos en Casa África el Premio Saliou Traoré de periodismo en español sobre África. Se trata de un galardón que concedemos conjuntamente con la Agencia EFE por cuarto año consecutivo, en memoria de un corresponsal senegalés de esa agencia de noticias, que trabajó casi cuarenta años explicándonos lo que sucedía en África Occidental. Para nosotros es un premio que nos es muy querido: lo consideramos una herramienta extremadamente útil para contribuir a que en España se escriba más y mejor sobre el continente africano y para lograr, a través de la diplomacia pública, lo que es nuestra misión y nuestro lema, que África y España estén cada vez más cerca.
El trabajo premiado se titula ‘Una chabola al final del camino’ y destacó entre los más de 20 textos que llegaron a la selección final por su calidad literaria y por el excelente periodismo que representa. Su autor, Agus Morales, es un profesional valiente, que ha apostado por crear un medio pródigo en buenas prácticas en periodismo, centrado en temas internacionales, y denominado 5W. Esta revista consagra tiempo y atención a la gente que normalmente no tiene acceso a los medios, se apoya en sus suscriptores para preservar su independencia y defiende una ética y unos valores.
Nos complació su texto porque se compromete con los derechos humanos, igual que las fotos que lo ilustran, también hechas desde un profundo respeto y con una enorme sensibilidad. Las imágenes son obra de Pau Coll, del colectivo Ruido Photo. El señor Coll y otros fotoperiodistas en Ruido Photo llevan ya tres años documentando las rutas de los migrantes que llegan a Europa desde África con el proyecto The Backway. Este reportaje es, precisamente, parte de este ambicioso empeño colectivo.
Lo que hacen Agus y Pau en este abrumador reportaje, que les recomiendo encarecidamente buscar y leer con calma, es abrirnos las puertas de esa chabola que está al final del camino que lleva desde algún rincón de África hasta España. Tengo que decir que, además, es un reportaje muy bien escrito, con un estilo muy particular en el que combina dos planos temporales, 2019 y 2021, para darnos a entender cómo evolucionan (o involucionan, lamentablemente) las cosas en estas zonas de España donde los seres humanos que trabajan recogiendo parte de la fruta que llega a nuestros mercados y llena nuestras neveras malviven en chabolas y ejercen una función a mucha distancia de la normativa laborar en vigor.
Nos pareció, el día que se reunió el jurado de este galardón, una propuesta diferente y, sobre todo, valiente, puesto que nos pone frente al espejo, sin complacencia, nos interpela y nos sacude. Nos pone frente a ese África que también está entre nosotros, aunque intentemos ignorarla. Una África que se arrima a nuestras periferias, que pretende esconderse y que parece que deseamos que siga oculta.
El reportaje hace que nos preguntemos por qué aún permitimos, en nuestro país y en el año 2022, que haya seres humanos que vivan en estas condiciones, en chabolas al final de este camino tan cercano a nuestras casas, en nuestros barrios.
A cualquiera con un poco de sangre en las venas le indigna que aceptemos que estas personas sobrevivan en los bordes del sistema para que la fruta o la verdura que nos comemos no suba (aun más) de precio.
Este jueves expliqué a quienes quisieron escucharme que, en el terreno de la gestión migratoria, nuestro país aún tiene muchísimo que avanzar. Es absolutamente necesario generar condiciones y entornos donde se garanticen la vida, la salud, la dignidad y unas condiciones de trabajo legales y justas para todos estos trabajadores, muchos de ellos en situación irregular, que tanto aportan a nuestra sociedad y a los que elegimos, muchas veces, ignorar.
La situación de nuestros vecinos africanos no es fácil y, por ello, debemos tener claro que la llegada de cayucos y pateras seguirá siendo parte de nuestra realidad durante los próximos años, quizás décadas. El cambio climático, los conflictos, la inseguridad y las diversas crisis económicas que se han sucedido a nivel global y con especial incidencia en África revierten en que las condiciones existentes para construirse un futuro en muchas partes del continente vecino se compliquen. Con tal falta de expectativas en su propia tierra, los africanos, de los que he aprendido que son gente mayoritariamente luchadora, pragmática y resolutiva, se deciden por las migraciones, muchas dentro de su propio continente y una minoría, fuera de él.
Me entristece y enfurece a partes iguales el goteo de naufragios, muertes y situaciones de miseria y vulnerabilidad, pero me gustaría poner un toque positivo a mi reflexión. Es importante y reconfortante reconocer que algo sí se está haciendo y que, poco a poco, se dan avances.
Estamos empezando a ver ahora los frutos del acompañamiento a los menores africanos, una vez llegados a la mayoría de edad y al mercado laboral con su documentación en orden. Una medida que nos parece evidente que debió ponerse en marcha mucho antes y que podría haber salvado del limbo administrativo y la precariedad a muchos jóvenes valiosísimos para nuestra sociedad. El miedo a tomar decisiones de este tipo paraliza a las administraciones a veces, pero es obvio que reporta ventajas a todos los implicados, incluidas las personas xenófobas que protestan por la presencia de los denominados MENA entre nosotros, pero que van a disfrutar de una pensión o unos cuidados o unos servicios gracias a esos chicos. Ahora o en el futuro.
La nueva reforma del reglamento de Extranjería ha sido otro paso tardío, pero importante. Entre otras cosas, permite que jóvenes en situación irregular con al menos dos años de estancia en España puedan dejar de estarlo si se forman (el llamado arraigo por formación), posibilita a jóvenes estudiantes extranjeros alternar su formación con trabajos que les permitan mantenerse y nos ayudará a ocupar puestos de trabajo que, en estos momentos, además, a veces no logramos cubrir.
Unas medidas que el propio Consejo de Estado ha afirmado que contribuirán a mejorar la situación jurídica de un gran número de personas y que nos sirven para combatir la economía sumergida. Igualmente, la reagrupación familiar se flexibiliza, dando la oportunidad a muchas de las personas que viven entre nosotros, pendientes del teléfono y de otras vidas en otro país, de construir comunidad con sus familias en nuestra tierra. Algo por lo que solamente podemos y debemos felicitarnos.
Ya ha habido, además, unas pocas experiencias en la llamada migración circular, precisamente con un país que nos es tan cercano en este premio como Senegal, el país de Saliou Traoré, donde se están implantando proyectos de trabajadores que vienen, trabajan unos meses en la agricultura, regresan a su país y vuelven con total normalidad para la siguiente temporada.
Los plazos para visados y estancias se están estirando, de tal forma que la maraña administrativa no dificulte tanto el proyecto de vida de mucha gente, allí y aquí. Creo que es importante recordar que una buena vida para quienes trabajan y viven aquí significa o debe significar una buena vida para quienes trabajan y viven allá y viceversa.
Desde Casa África hemos apostado desde ya hace unos años por abordar con transparencia y franqueza la reflexión alrededor de los fenómenos migratorios en y desde el continente africano. Nuestro objetivo no es otro que el de tratar de aportar algo de empatía ante las migraciones, algo que creemos que se logra con información y que implica, forzosamente, justicia y solidaridad. Ojalá desde la política y desde las administraciones, las decisiones se guíen con esa empatía, ese conocimiento y esa justicia, todo lo que los señores Morales y Coll plasman en este reportaje.
Cierro repitiendo que los migrantes que llegan a nuestra tierra huyendo de la miseria son seres humanos, con nombres y apellidos, y reiterando a los ganadores del Saliou Traoré de este año mi felicitación y agradecimiento. Espero que, entre todos, podamos lograr algún día una sociedad sin chabolas al final del camino.
Artículo redactado por José Segura Clavell, director general de Casa África, y publicado el 14 de octubre de 2022 en Kiosco Insular y el 16 de octubre de 2022 en Canarias7.