Afreeka: “En busca de nuestros orígenes”
Iremos descubriendo nuevos paisajes y experiencias a lo largo del continente africano a través de la mirada de dos intrépidos viajeros que recorrerán el continente a lomos de sus bicicletas. Y empezamos por Marruecos.
José Luis Valencia y Gorka Etxebeste son dos ciclo-viajeros que no sólo buscan viajar dando pedales. Su pasión es buscar la aventura. Buscar, conocer y compartir la cultura del oriundo, así como descubrir lugares y etnias que se escapan a cualquier turista convencional, a cualquier mochilero experto, a paquetes de viaje de agencias…
Todo esto desde la austeridad y la autosuficiencia que te permite viajar en una bicicleta cargada con una tienda de campaña, un pequeño hornillo, una sonrisa y muchas ganas de descubrir y explorar hasta el último rincón del mundo.
De su dilatado currículo, podríamos extraer la Ruta de la Seda recorriendo desde Madrid hasta Xian (China) De Ushuaia hasta Alaska atravesando todo el contiene americano. El sudeste asiático por Malasia, Myanmar, Tailandia. 8000 km de sabana y selva desde el Serengueti hasta el Kalahari…. Siempre en bicicleta juntos o por separado.
En esta nueva aventura se han vuelto a juntar para recorrer África, con un presupuesto más que austero y la incertidumbre de cubrir los más de 40.000 Km desde Tánger a Ciudad del Cabo por el Oeste para terminar en Alejandría dando la vuelta completa al continente. Comenzamos:
Marruecos, un país de contrastes. El norte por el Rif
Llegamos a Tánger el pasado 1 de junio de 2018 procedentes de Tarifa, en Ferry, cruzando los 14 Km que separan a Europa del continente africano.
Nuestra aventura comienza desde Getafe dos semanas antes, dando pedales y probando nuestras bicicletas, nuestros equipos y, sobre todo, nuestras fuerzas. Ya no había vuelta atrás. Llevábamos exceso de equipaje y algún kilo de más en forma de michelín. Tampoco habíamos entrenado nada en absoluto cuando empezamos a dar pedales y no nos importó, ya que también estábamos sobrados de ilusión y de ganas por emprender este proyecto.
Cruzamos media Península Ibérica con mucha dificultad hasta llegar a Tarifa pero una vez que tomamos el Ferry y que desembarcamos en Tánger, sabíamos que la aventura comenzaba allí, en Marruecos.
Entramos al país en pleno Ramadán, aunque quizás no fuera la mejor fecha para conocer este país. Es bastante desolador encontrar todo cerrado durante el día, además, de que las personas con las que nos cruzamos después de semanas de ayuno no podían mostrarnos su lado más amable; caras serias y alguna reprimenda si alguien te sorprendía comiendo a hurtadillas. A pesar de que el Corán exime al viajero de cumplir ayuno, algunas personas se toman a rajatabla esta tradición religiosa y se sentían ofendidos si en su país no se cumple la cultura del Ramadán.
También habría que mencionar que fuimos advertidos en el mismo puesto de inmigración en Tánger, de la prohibición al uso e importación de drones en territorio marroquí. Si estás pensando llevarlo en tus vacaciones, olvídalo, te podrían detener y tu aeronave sería requisada.
La carretera que va de Tánger a Chauoen nos llevó al Rif, estas montañas que cubren desde Tetuán hacia el Este, no son excesivamente altas y muestran un paisaje claramente mediterráneo, con higueras, olivos, parras… Aquí no puede perderse un instante de vista a la carretera ya que la conducción requiere un periodo de adaptación a un tráfico muy descontrolado.
Chaouen es un pueblo que en la zona antigua ha sabido conservar su patrimonio, aunque resulta excesivamente turístico. Aprovechamos esta situación para poder saltarnos el Ramadán y comer sin esperar a la noche; si buscas bien, podrás hospedarte barato junto a la plaza principal. Después de ubicar las bicicletas, el equipaje y una ducha, pasamos el día caminando por sus estrechas callejuelas azules y saboreando un delicioso tayin de cordero antes de partir camino a Fez.
Las montañas del Rif son hermosas. Cientos de pequeños pueblos y aldeas, dedicadas sobre todo a la ganadería y la agricultura, se suceden a nuestro paso desprendiendo olores a aceite de Argán, un árbol endémico de Marruecos parecido a un olivo, que cuenta con extraordinarias propiedades gastronómicas y, al parecer, cosméticas. Montamos nuestras tiendas con las llamadas al rezo de fondo y con el beneplácito de algún vecino en un campo de futbol, amanecimos rodeados de niños remoloneando antes de ir al colegio.
Nuestra llegada a Fez fue bastante simple debido a sus amplias avenidas y buena señalización, esta vez queríamos descansar un día y dejar las bicicletas, así que fuimos directos a la ciudad antigua, la llamada Medina. El regateo forma parte de la cultura marroquí y, aunque pueda parecer un poco tedioso, en principio, nunca superaremos nuestro presupuesto de 5 euros por persona/noche.
De las cuatro ciudades imperiales de Marruecos, Fez es sin duda la joya de la corona, carece del turismo masivo de Marraquech. Los artesanos y las curtidurías conservan su autenticidad en el arte de teñir y tratar las pieles con una impresionante variedad de colores.
Paseando por sus callejuelas no puedes evitar transportarte a otros tiempos entre olores a menta, especias y té con hierbabuena.
José Luis Valencia y Gorka Etxebeste firman este post. De prosa accesible y cercana han trabajado como blogueros para la guía de viajes Trotamundos. En este proyecto llamado Afreeka, compartirán sus relatos con los lectores de este Blog África Vive durante los muchos meses que van a explorar todo el continente africano. Nos van a ir mostrando lo profundo de las raíces africanas con sus penurias y sus alegrías y las van a compartir con todo el mundo a través de este portal.
[box]Si estás interesado seguir las aventuras de estos dos ciclistas apasionados de los viajes y de África: Twitter: @afreekabike, YouTube y Facebook [/box]
La publicación de este artículo se enmarca en el Proyecto CONFIAFRICA, que forma parte del Programa INTERREG MAC 2014-2020 y es cofinanciado por el Fondo de Desarrollo Regional FEDER.