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Semilla Negra – Programa 8: Las músicas que trajo el mar

Semilla Negra – Programa 8: Las músicas que trajo el mar
Postal antigua de la isla de San Vicente (Cabo Verde)
Postal antigua de la isla de San Vicente (Cabo Verde)

Del reconocimiento creciente de las músicas de África, el caso del archipiélago de Cabo Verde es digno de elogio. Antigua colonia portuguesa, este ramillete de islas atlánticas se estudia ya como uno de los ejemplos de trascendencia cultural internacional desde la escasez de medios y el poderoso sentimiento que transmite su folclor popular. También por una mujer que durante muchos años se ganó la vida cantando, y bebiendo, en tabernas de mala muerte en el puerto de Mindelo. De aquel público formado por marineros varados en tierra, solitarios de mala suerte y, a veces, personajes de la alta sociedad mindelense, Cesaria Évora ha sido el eslabón sonoro elegido por el público occidental para adentrarse en un mundo repleto de saudade, que es como los caboverdianos denominan a la morriña.

Con la reina de los pies desnudos llegaron después artistas de largo recorrido como Ildo Lobo y su grupo Os Tubarões, Mario Lúcio y su orquesta Simentera, el gran Teofilo Chantre, quizá su pupilo predilecto Tito Paris y, apenas hace años, la que sin duda será heredera genuina de la diva de Mindelo, Mayra Andrade. Comencemos ahora un recorrido por las músicas de Cabo Verde, donde no sólo de morna vive el hombre, en este archipiélago de diez islas y medio millón de habitantes. A medio camino entre Lisboa y Brasil.

En la geografía se localiza una de las principales singularidades de la música de Cabo Verde. Durante los siglos de jerarquía del transporte marítimo, estas islas fueron lugar de parada obligatoria para casi todos los barcos que hacían la travesía trasatlántica. Desde su descubrimiento por los portugueses en 1462, Cabo Verde fue también parada y fonda para los navíos que partían de Lisboa y Oporto hacia los mares de Asia. Este intenso trasiego histórico fue dejando en las islas aspectos culturales de la metrópoli portuguesa, pero también en los viajes de vuelta quedaron marcadas señas de identidad de la música brasileña. Instrumentos acústicos como el cavaquinho terminaron por condimentar los ya habituales violín, clarinete y acordeón. El resultado, macerado como los buenos vinos, ha sido una música singular, de profundo poder evocador, contemplativa y emocionante.

[quote]La morna, trasunto caboverdiano del fado portugués, es a Cabo Verde lo que el bolero es a Cuba, el tango a Argentina y el flamenco a España.[/quote] La banda sonora de un pueblo, de sus días de pena y de sus contadas glorias. Junto a este estilo nostálgico, en el archipiélago independiente desde 1975 se encuentran también aromas bailables en formas de funaná y coladeira, quizá lo que llegó con las contagiosas danzas rumberas desde el otro lado del océano.

Si Cesaria Évora capitanea el grupo de intérpretes caboverdianos, las músicas de esas diez islas no se entenderían sin Eugénio Tavares y B.Leza. Dos figuras emblemáticas de la canción criolla. El primero, nacido en Ilha Brava en el otoño de 1867 y fallecido en 1930, sentó las bases de la vinculación poética de la morna con el mal de amores. Y B.Leza, de nombre real Francisco Xavier da Cruz, fue el responsable de la principal innovación que la morna ha experimentado en el último siglo: la introducción del medio tono como puente entre estrofas. Suyas son mornas antológicas como Miss Perfumado y Eclipse, dos composiciones que han marcado el desarrollo contemporáneo de esta canción melancólica. Un sustrato cultural que, a partir del amplio reconocimiento internacional obtenido por Cesaria Évora, han desarrollado artistas como los que hoy podéis escuchar en esta nueva entrega de Semilla Negra.

Cesaria Evora, durante una actuación en 2008 (Imagen de Silvio Tanaka)
Cesaria Evora, durante una actuación en 2008 (Imagen de Silvio Tanaka)

Además de Cabo Verde, este programa dedicado a las músicas de las islas del continente se completa con artistas procedentes de Madagascar, isla gigante situada al costado de Mozambique en la que han arraigado instrumentos de un sonido indescriptible como la valiha. Especie de cítara ancestral fabricada con madera de bambú y cuerdas sintéticas (muchas veces recicladas de bicicletas averiadas) que tiene en Justin Vali a su maestro contemporáneo, heredero de pioneros como Rakotozafy y Razafimahefa. Con un sonido algo más bailable, Madagascar también es la patria del conjunto Tarika, que liderado por las dos hermanas Hanitra Rasoanaivo y Noro Raharimalala ha disfrutado de creciente repercusión en el panorama occidental de las músicas étnicas. Acabamos este recorrido musical insular con el grupo Sanna Kariakoo, que desde su creación en 1979 en la isla de Zanzíbar se ha convertido en el oficioso ballet nacional de Tanzania. Y con una última aportación isleña. Desde Bioko (Guinea Ecuatorial) proceden Las Hijas del Sol, dúo formado por Piruchi Apo y su sobrina Paloma Loribo. Miembros de la etnia bubi, esta pareja radicada en España ha logrado recuperar tradiciones musicales de esta minoría étnica ecuatoguineana que también tiene colonias repartidas por Camerún, Nigeria y Gabón.

Carlos Fuentes es el autor de Semilla Negra. Periodista y crítico musical, durante las últimas dos décadas ha publicado artículos, entrevistas y reportajes sobre las músicas africanas en periódicos nacionales y en revistas especializadas como Rockdelux o Serie B.

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