“Dile a Catalina que se compre un guayo que la yuca se me está pasando”. En clave africana, los versos del viejo son cubano de Arsenio Rodríguez sonaban como un torbellino en la voz de Laba Sosseh, el cantante gambiano que sí, que logró lo nunca visto antes. Hacerse un hueco importante en la escena musical latina en Nueva York y, con acento africano, conquistar al público americano. Pionero absoluto de la presencia africana en las músicas latinas, Laba Sosseh abrió una puerta por la que luego entraron intérpretes del continente negro como su amigo saxofonista senegalés Dexter Johnson y, mucho después, el conjunto Africando. En este nuevo programa de Semilla Negra rendimos tributo a Laba Sosseh, a quien con toda justicia se reconoció como El Maestro.
La historia de la huella africana en las músicas latinas es, todavía hoy, objeto de estudio y controversia. Como abordamos en capítulos anteriores del blog de Casa África dedicados a la influencia caribeña en África (¡Africano, qué bueno baila usted!), estilos como el son cubano, el bolero o el cha cha chá jugaron un papel importante en la vida social de los países africanos, en especial en África occidental. Con sabor antillano se bailó sabroso en muchas fiestas por la independencia, aunque quizá este fenómeno de los años 60 y 70 no fuera sino un retorno triunfal de unos ritmos africanos que, siglos atrás, habían cruzado el océano Atlántico. Entonces, ¿nació la salsa en África? Aunque la pregunta tiene trampa, hay quienes se han atrevido a buscar respuesta. Y algunas de las respuestas, al menos en música, están en el ritmo.
Christopher Washburne es un profesor de la Universidad de Columbia (Nueva York) y estudioso de los orígenes de la música latina en Norteamérica. Autor de la obra de referencia Sounding salsa, Washburne ha desarrollado sus trabajos de campo en zonas de Estados Unidos, Cuba y Zambia. Además, el estudioso de Columbia es músico, trombonista. “Las similitudes entre el ritmo y la función de la clave en la salsa y los patrones de la campana africana es digna de anotar porque puede demostrar los orígenes del concepto de la clave como se encuentra hoy en la salsa”, explica Christopher Washburne en un breve ensayo firmado en 1995 en la revista Kalinda!. Mucho antes, en los años setenta, otra revista cultural norteamericana, Nueva York’s Clave, ya había apuntado en esa dirección para vincular África con América Latina: “La clave es la historia, es la cultura. Los tambores africanos de tan lejanos lugares como Nigeria, Dahomey y Ghana se casaron con la guitarra española para traernos la clave. Las semillas fueron plantadas en el Caribe y ahora su nieto es la salsa”.
Con estas breves anotaciones históricas no extraña tanto la aventura que Laba Sosseh emprendió a finales de los años setenta. Pero la historia de El Maestro tiene capítulos anteriores. Nacido en Banjul, la capital de Gambia, el día 12 de marzo de 1943, Laba Badara Sosseh se crió en las calles de Dakar, adonde la familia se trasladó porque su padre trabajaba en el aeropuerto de la entonces colonia francesa de Senegal. En la ciudad, agitado puerto de entrada al África negra, Laba Sosseh se empapó pronto de estilos bailables como el son y el cha cha chá cubanos, también de los aromas de rumba llegados del interior del continente, pero sobre todo se enamoró del timbre de voz de grandes artistas como los cantantes cubanos Benny Moré y Abelardo Barroso, Trío Matamoros y la Orquesta Aragón. Ya en los años 60, Laba Sosseh formó parte del seminal intento de mezclar África y Cuba en un único grupo. Nació así la orquesta Star Band de Dakar, vivero de músicos del que luego salieron varios fundadores de la Orchestra Baobab. En la década siguiente, ya separada la Star Band, Laba Sosseh se estableció en Abiyán, la capital de Costa de Marfil, donde encabezó la orquesta Superstar. Y en 1977 aceptó una propuesta del productor Aboudou Lassissi para viajar a Nueva York, donde desarrolló su aventura americana con una serie de grabaciones de salsa afrolatina con el cubano Monguito El Único.
La carrera musical de Laba Sosseh se extendió durante tres décadas, a veces con visitas a París para grabar con la cubana Orquesta Aragón, todo un honor si se valora que el conjunto de charanga (fundado en 1939 por Orestes Aragón en la ciudad cubana de Cienfuegos) ha sido el más popular artista latino en los países de África occidental. Otro hito en la carrera del músico gambiano incluye la grabación de su canción compuesta en idioma wolof Diamoule Mawo por el cantante colombiano Joe Arroyo como Yamulemau, en un trasunto de tradición oral que Laba Sosseh conocía por sus orígenes familiares griot. También unió su talento al músico Roberto Torres, quien abrió puertas en varias discográficas fundamentales en la historia de la música latina en América del Norte. Ganador del primer disco de oro por un músico africano, Laba Sosseh dejó un disco por publicar pero tuvo tiempo de culminar algún sueño antes de fallecer en 2007.
Una década antes, en 1998, el popular conjunto senegalés Africando ya había logrado su rescate del retiro para que cantara dos piezas (Ayo nene, Aminata) para el disco Baloba!. Y en 2001 Laba Sosseh viajó hasta Cuba junto a amigos como los vocalistas Pape Fall y Mar Seck, el saxofonista Issa Cissokho y el guitarrista Yakhya Fall para registrar el antológico Afro-salseros de Senegal en La Habana. En aquella época americana, Laba Sosseh había trabajado con leyendas de las músicas afrocubanas como el trompetista Alfredo “Chocolate” Armenteros, el pianista Alfredito Valdés y el baterista Ignacio Berroa. Con estas credenciales, nuestro repaso en clave sonora a la vida de Laba Sosseh arranca con el homenaje que el músico africano dedicó al pianista puertorriqueño y director de orquesta Noro Morales, otra referencia de la mejor música latina, y continúa con paradas estratégicas junto al saxofonista senegalés Dexter Johnson y el cubano Monguito El Único, así como su periodo inicial al frente de la Star Band de Dakar. También suenan algunas piezas clásicas del repertorio salsero (Viva el son montuno, Échale salsita, Que se fuñan, Me voy pa´l monte) y la versión original de Seyni, canción que el senegalés Cheikh Lô adaptó hace unos años para quedar a medio camino de Laba Sosseh y Abelardo Barroso en su último disco grande, Jamm. Nuestro paseo musical por la vida y milagros de El Maestro de Banjul culmina con la versión de su principal clásico, Aminata, grabada hace ahora una década junto a Los Afro-Salseros de Senegal.
Carlos Fuentes es el autor de Semilla Negra. Periodista y crítico musical, durante las últimas dos décadas ha publicado artículos, entrevistas y reportajes sobre las músicas africanas en periódicos nacionales y en revistas especializadas como Rockdelux o Serie B.
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