Nubia. Ya su nombre despierta épocas legendarias en territorios míticos del sur de Egipto y el norte de Sudán, hoy Sudán del Norte. En la actualidad apenas medio millón de personas pertenecen al pueblo nubio, cuyo idioma hunde sus raíces en más de once siglos de historia en los márgenes del río Nilo. Pero los dueños de una cultura ancestral en la que la poesía y la música tienen un rol esencial han sabido conservar tradiciones sonoras que, en los últimos años, ha renovado un notable reconocimiento internacional. Desde las novelas de Ernest Hemingway a las fotografías de George Rodger y Leni Riefenstahl. En música, artistas veteranos como el clarinetista y director de orquesta Ali Hassan Kuban, el compositor e intérprete de laúd Hamza El Din o el cantante Mohamed Mounir son tres de las referencias básicas de la música contemporánea de los nubios. Un campo sonoro que destaca por sus aires contemplativos, pero que en los últimos tiempos no ha permanecido al margen de los aires reivindicativos que viven las sociedades egipcia y sudanesa. Hoy, Semilla Negra recorrerá los orígenes y la actualidad de la música de los nubios.
Más allá de sus orígenes legendarios, el desarrollo contemporáneo del pueblo nubio está marcado por la desaparición del último gran reino nubio a finales del siglo XIX. Al término del dominio colonial británico, que se extendió por setenta años entre 1882 y 1952, el nacimiento de la nueva república provocó el primer problema para los nubios. Con la independencia del sur del gran Egipto en el nuevo país llamado Sudán, la comunidad nubia quedó separada a ambos lados de la frontera. En las dos zonas, en especial en el norte de Egipto, la arabización de las comunidades nubias terminó por imponer este idioma sobre las lenguas de origen tradicional, también en las costumbres folclóricas, los instrumentos y, en buena medida, en la poética nubia contemporánea. Tampoco ayudaron las acciones gubernamentales, algunas de las cuales afectaron sobremanera a las comunidades nubias. En Asuán, por ejemplo, la construcción de la gran presa impulsada por el presidente Nasser forzó el desalojo de centenares de familias nubias. Muchas de ellas continúan sobreviviendo en los arrabales de El Cairo.
En el panorama musical nubio destacan tres autores de referencia. Por calidad e importancia, además del orden de edad, Ali Hassan Kuban se convirtió en la voz musical de los nubios durante la última mitad del siglo pasado. Originario de la localidad de Gotha, una villa campesina situada en la zona de Asuán que le vio nacer en 1929, Ali Hassan Kuban se trasladó con su familia a la capital, El Cairo, donde comenzó a estudiar clarinete y dirección de orquesta. Con veinte años participó en un recital de la ópera de El Cairo mientras se ganaba la vida tocando en ceremonias de bodas con su girba, una especie de gaita egipcia. Ya en los años 50, Ali Hassan Kuban añadió instrumentación occidental a sus conjuntos, logrando un sonido característico que fue mostrado al mundo como la genuina música de los legendarios nubios. Actuaciones en festivales como el de jazz de Montreal, Womad y la feria de la industria musical Midem facilitaron el acceso del público occidental a unas tradiciones sonoras poco conocidas. En el verano de 1995, Ali Hassan Kuban cantó ante miles de personas en Central Park de Nueva York. Cuatro años antes había publicado Walk like a nubian en el sello alemán Piranha, grabado en Berlín con producción del británico Collin Bass, miembro del singular trío de falsos artistas balcánicos 3 Mustapha 3.
El segundo imprescindible de la música nubia es Hamza El Din, natural de la aldea de Toshka, en el sur de Egipto. Otra de las villas rurales que pagaron con su desaparición la construcción de la gran presa de Asuán entre 1960 y 1970. Compositor, cantante e intérprete de laúd y de su pariente tar de origen persa, Hamza El Din combinó trabajos convencionales a su llegada a El Cairo con los estudios musicales de las tradiciones egipcias. Ya durante los años sesenta, la música nubia comenzó a llamar la atención de algunos artistas occidentales. La escena folk de Estados Unidos, con Bob Dylan y Joan Baez a la cabeza, se convirtió en un aval para el joven músico egipcio. En 1964 Hamza El Dim viajó al festival de Newport para compartir escenario con leyendas de la canción norteamericana como Pete Seeger, José Feliciano y Phil Ochs. También Joan Baez y Bob Dylan, este último en los prolegómenos de su revolución eléctrica. A raíz de este contacto con el público de Estados Unidos, Hamza El Din grabó un par de discos con el sello de jazz Vanguard. Y en 1971 entregó un capítulo esencial para entender la presencia de las músicas étnicas en los anaqueles de las tiendas de discos occidentales: Escalay: the water wheel, cuyo repertorio fue luego reivindicado como influencia por los compositores del minimalismo. El contenido de este disco emblemático fue recuperado en 1992 con el cuarteto de cuerdas Kronos Quartet. En medio, ya de vuelta a Egipto, Hamza El Din fue invitado a los recitales que Grateful Dead dio en El Cairo en 1978. El músico nubio se despidió con A wish en 1999. Murió siete años después en California.
El único superviviente de los tres mosqueteros de la añeja música nubia se llama Mohamed Mounir y, ya no es casualidad, es también originario de la zona de Asuán que resultó devastada a finales de los años 70. Desde aquella aldea campesina llamada Manshyat Al Nubia, el joven Mounir fue reasentado junto a su familia en uno de los nuevos barrios de El Cairo que el gobierno de Nasser construyó para albergar a las familias desalojadas de la zona sur del país. En la capital, Mohamed Mounir estudió fotografía y comenzó a actuar en ceremonias sociales y fiestas familiares. Su talento llegó al veterano músico Ahmed Mounib y con ese apoyo logró debutar en disco con la publicación de diez canciones en el álbum Alemony eneeki de 1977. Desde entonces, Mounir, que ahora cuenta con 57 años, ha publicado una veintena de discos y mantiene una vida artística paralela como actor. Ambos campos, la música y el cine, conviven en su labor como compositor de las bandas sonoras de seis películas entre 1982 y 2006, alguna de ellas (Hadouta Masreia) dirigida por su amigo Youssef Chahine. En el plano social, Mohamed Mounir también mantiene un perfil activo debido a su popularidad entre el egipcio de la calle. En 2008, en un gesto significativo para el país de los faraones, suspendió su tradicional concierto de año nuevo en la sede de la ópera de El Cairo para protestar por las consecuencias sociales de la guerra entre israelíes y palestinos de Gaza. Su trabajo más reciente ha sido el disco Ahl el arab wel tarab, que fue publicado a principios de este año.
Ali Hassan Kuban, Hamza El Din y Mohamed Mounir protagonizan buena parte de la oferta musical de esta nueva edición de Semilla Negra. El programa monográfico sobre la música nubia incluye también proyectos musicales como Salamat, creado en 1994 por Mahmoud Fadl, Hassan Meky y Ahmed El Saidy, miembros del grupo de Ali Hassan Kuban. Mambo El Soudani marca el ecuador de dos horas de música que se completan con artistas más o menos relacionados con la música de Egipto. El compositor y arreglista francés Hughes de Courson se ha atrevido a reinterpretar el repertorio de Mozart con aires orientales y música de Egipto. Mozart in Egypt, su disco de 1997 grabado con la orquesta sinfónica de Bulgaria, alcanzó cotas de popularidad no vistas antes por una producción contemporánea de música clásica con una ambientación oriental. Su secuela, publicada en ocho años después, no fue tan afortunada aunque en ella se incluye una pieza de inspiración nubia llamada Prière nubienne. Menos vínculo tiene con Egipto el compositor y laudista tunecino Anouar Brahem pero quizá su música serena explique bien la influencia viajera de las músicas orientales.
Carlos Fuentes es el autor de Semilla Negra. Periodista y crítico musical, durante las últimas dos décadas ha publicado artículos, entrevistas y reportajes sobre las músicas africanas en periódicos nacionales y en revistas especializadas como Rockdelux o Serie B.
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