El próximo lunes se cumplen 20 años del genocidio que conmovió el planeta. ¿Cuál es la situación del proceso de reconciliación nacional? ¿Cómo es el día a día de los 11 millones de ruandeses que viven en un territorio comparable al de la Comunidad Valenciana? ¿Qué puedo hacer si quiero ir de voluntario? ¿En qué sectores hay opciones para trabajar allí? Ruanda es el país protagonista del sexto encuentro digital #InAfrica. Desde allí, el director de cine y periodista Ayoze O’Shanahan constestará a tus preguntas sobre el país.
Ruanda es un país fascinante y desconocido, marcado por un antes y un después. Todos sabemos lo que pasó y aquí, de “eso”, nadie habla, tan sólo cuando es momento para recordar a las víctimas, como la próxima semana, el 7 de abril, cuando comiencen los siete días de luto nacional y se cumplan 20 años de la matanza más despiadada que hayan visto los ojos de sus habitantes desde que los humanos echaron a andar en estas tierras situadas en el corazón literal de África.
[quote]Envía tus preguntas hasta el jueves 10 de abril a las 14.00 horas. Lo puedes hacer de varias formas: publicando un comentario en esta misma entrada o en Facebook, a través de Twitter (recuerda incluir @Casaafrica y el hashtag #InAfricaRuanda o por correo electrónico a redes.sociales@casafrica.es. El encuentro tendrá lugar el viernes 11 de abril, día en el que publicaremos una nueva entrada en el blog con las respuestas de Ayoze O’Shanahan a tus preguntas.[/quote]
El resto del año, el silencio y el pragmatismo propio de estos lares parece la mejor fórmula para obviar lo evidente: cicatrices abiertas e imposibles de olvidar, hutus, tutsis, tua,… Ruandeses al fin y al cabo difíciles de distinguir en aficiones, danza, lengua, música, tradiciones y religión y cuya sociedad desciende de otra tribal que vivió, aparentemente, de manera pacífica hasta que el colonialismo agitó las aguas de la convivencia. Pese a todo ello, este país es un oasis de tranquilidad en medio de un vecindario turbulento, con un tráfico ordenado, seguridad infinita, una aparente “tolerancia cero” a la corrupción, gente amigable y curiosa y una economía que va crece al 8% anual desde hace 10 años. Un milagro económico que no les ha permitido aún dejar de depender de la ayuda humanitaria que reciben (40% del Presupuesto Nacional).
Los ruandeses aprendieron que para sobrevivir y elegir su propio camino, tenían que buscar nuevas fórmulas de desarrollo para aumentar su autosuficiencia y se han agarrado a la tecnología y al sector financiero y de servicios como parte del sueño de un futuro despejado de fantasmas y violencias de origen étnico. Las autoridades entendieron el mensaje de 1994 y sólo buscando la prosperidad para “todos” se puede encontrar la ansiada paz social que exorcizase las verdaderas causas de un genocidio, cuya lucha fratricida se extendió posteriormente en Burundi y en el Este del Congo, bañando de sangre las orillas del lago Kivu con millones de muertos, prácticamente, hasta nuestros días.
Como datos curiosos, las bolsas de plástico son ilegales y, si te ven con una por la calle, te la confiscan educadamente. En el parlamento ruandés, el 64% de sus diputados son mujeres, una clara muestra de que el Gobierno confía en ellas –las principales víctimas de aquel año– para que no se repita la tragedia. Los domingos son días de misa y se escuchan cantos que cautivan desde iglesias de todo tipo y condición que tal vez llegaron en masa después del holocausto, tratando de llenar el vacío de un dios que no llegó a tiempo para cambiar la historia.
Kigali, la capital, tiene cerca de un millón y medio de habitantes, casi siempre en plena ebullición. Eso sí, no hay una plaza o centro de la ciudad más allá de lo geográfico y se extraña una terraza para sentarse y tomarse uno de sus exquisitos tés o cafés. Estos cultivos constituyen una de las principales fuentes de ingresos para cientos de miles de familias, a través de cooperativas, en las que se llegan a juntar víctimas del genocidio con los que lo protagonizaron. Después de dos décadas, es uno de esos ejemplos de reconciliación que suponen un sacrificio por parte de las víctimas a la hora de perdonar a los que confesaron sus crímenes y permitirles que se reintegren a sus comunidades, decisiones no exentas de polémicas y que persiguen un fin que se repite como un mantra por todo el país: la reconciliación nacional.
En esta década dorada en la que un millón de personas ha salido de la pobreza y la esperanza de vida ha aumentado en más de diez años, la prosperidad y el desarrollo parecen las mejores fórmulas para enterrar el hacha de guerra.
Ayoze O’Shanahan es periodista especializado en comunicación y conflictos armados. Estudió Realización y Guión en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños (Cuba). Ha sido becado en tres ocasiones por entidades como SGAE, EGEDA y el programa Ibermedia, así como en Iberoamerican Films Crossing Borders o TAREULA II. En 2006 funda la productora Siroco Factory para desarrollar proyectos cinematográficos y televisivos en España e Iberoamérica, como La Maldición, el Milagro y el Burro, Rapsodia Boliviana o La Historia que no contaron. Llega a Ruanda en 2013, donde crea la productora Looking For Livingstone para ofrecer servicios audiovisuales y de comunicación en el Este de África.
[box]Casa África nació para ser un lugar de encuentro, pensamiento y reflexión sobre temas africanos. Y una de las maneras en que lo hacemos es ofreciendo la palabra a los protagonistas del continente vecino. Para potenciar esta visión de que son las personas que están allí las que realmente pueden ofrecernos una información primaria y de calidad sobre lo que allí acontece, lanzamos #InAfrica: encuentros digitales periódicos en los que un profesional que se encuentra en un país africano responderá a tus preguntas.[/box]
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