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1957-1990: La treintena tumultuosa

1957-1990: La treintena tumultuosa

Dagauh Komenan

Historiador especializado en Relaciones Internacionales

Samora Machel y Thomas Sankara, líderes y presidentes de Mozambique y Burkina Faso respectivamente.Por Dagauh Komenan. El 6 de marzo de 1957, Nkwame Nkrumah proclamó la independencia de Ghana, la primera en toda África negra. Un año atrás (el 1 de enero), Sudán alcanzaba la independencia y un año después, con su heroico “no” al referéndum de 1958, la Guinea de Sekou Touré se independizó.  Pero fue el año 1960 que marcó África subsahariana, con una ola de descolonización sin precedentes. Este año puso fin al imperio colonial francés en la región y el principio a treinta años de historia del continente no siempre reluciente, marcada por esperanzas, contradicciones y decepciones. Esta treintena, a veces olvidada o idealizada, sentó, desafortunadamente, las bases de las situaciones que sufren los países africanos actualmente. A continuación, intentaremos dar una breve panorámica de la situación del continente a nivel político, tanto en cuestiones internas como en sus relaciones con el mundo y económicas.

Un punto de partida difuso

Mientras las colonias francesas e inglesas bailan para celebrar su “libertad” del yugo colonial, las colonias portuguesas empiezan a tomar las armas para iniciar sus propias guerras de liberación. Camerún reunifica sus partes inglesa y francesa (1961). África austral vive una forma más aceptada (o, por lo menos, no reconocida como tal) de colonialismo: las segregaciones raciales contra la que varios movimientos se alzaron. En Sudáfrica, en 1961, el Congreso Nacional Africano (ANC en inglés) entra en la lucha armada, al que sigue dos años después la Unión Nacional de Zimbabue (ZANU), en Rodesia del Sur. En las nuevas repúblicas, la violencia armada no es ausente: en 1961, 1963, 1966 y 1968, golpes de Estado derrocan a Patrice Lumumba (actual República Democrática del Congo), Sylvanius Olympio (Togo), Nkwame Nkrumah (Ghana) y Modibo Keita (Mali). En actual RDC, Katanga y Kasai se declaran independientes (1960), mientras que los ibo comienzan la guerra de Biafra en Nigeria (1967). En Mali, los tuareg reclaman la independencia de Azawad (las tres provincias del norte) en  1963. Eritrea empieza su guerra de independencia contra Etiopía (1962) y los negros del sur de Sudán se alzan contra los árabes del norte (1983). En la Guinea española, al contrario de lo que ocurrió en su homónima francesa, tras haber obtenido la autonomía mediante un referéndum en 1963, tuvieron que esperar cinco años, auxiliados por las presiones de la ONU (a partir de 1965) para alcanzar la independencia tras un segundo referéndum en 1968. Finalmente, el año 1963 ve la creación, en Adís Abeba, de la Organización de la Unidad Africana (OUA), antecedente de la actual Unión Africana. La OUA jugó un rol fundamental en la lucha contra el segregacionismo racial y el apartheid, addemás de apoyando políticamente los movimientos de lucha armada para la independencia, desde el Sáhara Occidental hasta Mozambique.

Hombres fuertes para Estados débiles

La treintena 1960-1990 es también la de los contrastes en términos de longevidad política. Convivieron presidencias “eternas” y “estancias” breves a las cimas de los Estados. Personalidades como Mobutu Sese Seko, Felix Houphouët-Boigny, Omar Bongo o Gnassimgbe Eyadema supieron mantenerse en el poder durante tres décadas, mientras que otros como Lumumba, Johnson Aguiyi-Ironsi (Nigeria) y Alfred Raoul (Congo-Brazzaville) permanecieron menos de un año en sus cargos. Fue la época dorada de los golpes de Estado, fórmula que constituyó casi la única vía para lograr la alternancia política. Entre 1960 y 1990, se dieron medio centenar largo de golpes de Estado. La apertura democrática no era lo habitual: fue también la era de la autocracia disfrazada de unipartidismo. Sólo en países como Senegal, Botsuana o Tanzania se realizaron traspasos pacíficos de poderes. En otros, como Costa de Marfil, aunque las constituciones permitían el multipartidismo, el Estado impidió firmemente la organización de la oposición o de una sociedad civil independiente.

Unas independencias no siempre como las imaginamos

Si hubo independencia, fue en la mayoría de los casos sólo a nivel político. Salvo en el caso congoleño, donde Bélgica quiso conservar el control político-económico sobre la región de Katanga a la fuerza, es en las políticas económicas donde los Estados africanos no han sido siempre independientes. El sistema del franco CFA (una adaptación de la política financiera de los nazis en los territorios ocupados durante la Segunda Guerra Mundial, como la Francia de Vichy[1]) es uno de los ejemplos más elocuentes. Este sistema obliga a los países que lo usan a entregar una parte significativa de su riqueza nacional al Tesoro francés, al tiempo que Francia acuña su moneda y mantiene el derecho de veto en sus políticas económicas y financieras.

El peso de la Guerra Fría

África nunca vivió al margen del mundo, así que la Guerra Fría también dejó su impronta en el continente. Varios cambios de régimen, rebeliones armadas o actos de violencia con raíces endógenas se vincularon directamente a ella y una de sus consecuencias más flagrantes fue la longevidad de dirigentes como Houphouët o Mobutu, normalmente cercanos al bloque occidental. También se ligan a ella las guerras civiles de Angola o Mozambique. Además, los choques petroleros de los 70, derivados de la guerra del Kipur, y la caída del dólar, consecuencia de la derrota estadounidense en Vietnam, repercutieron en África al provocar una disminución de la demanda de materias primas y una caída de los precios de dichas materias en países casi exclusivamente dependientes de ellas.

Intentos la industrialización

Tras las independencias, la tendencia general en África subsahariana fue imitar a los países asiáticos, iniciando programas de industrialización que lograron en gran medida los objetivos de crecimiento, diversificación y aumento del control nacional de la economía. El valor añadido de su industrialización crecía a un promedio de un 0,5% anual entre 1970 y 1982[2]. Para promover su sector industrial, muchos países optaron por cambiar la estructura de sus importaciones, reduciendo las de bienes de consumo y aumentando las de insumos. En 1980, el sector manufacturero representaba el 12% del PIB global africano[3]. África contaba como más del 3% de la industria manufacturera mundial en la década de 1970, con un valor añadido equivalente al 0,7% del de la fabricación mundial en 1985[4]. En términos de fuerza laboral, la industria pasó de ser la ocupación del 9% de la población en 1960 a la del 13% en 1975. Sin embargo, las sucesivas crisis previamente evocadas en los 70 socavaron estos intentos de industrialización[5]. Se observó una desindustrialización progresiva de los países africanos, que se refugiaron en una economía de renta. Además, el sistema del Franco CFA arriba mencionado perjudica grandemente las economías de dichos países.

Conclusiones

El 20 de junio 1990, el presidente francés François Mitterrand convocó a los jefes de Estado africanos en la ciudad gala de La Baule para darles lecciones de democracia, tras haberlos empujado en el sentido contrario durante tres décadas. Sin embargo, muchos de ellos ya habían aceptado el multipartidismo, aunque sólo formalmente. El continente había experimentado más de cincuenta golpes de Estado y la mayoría de las antiguas colonias portuguesas, independientes desde medianos de los 70, se hundieron en guerras civiles que, afortunadamente, están a punto de concluir. Mientras, con apoyo marfileño, Charles Taylor iniciaba la suya en Liberia, en Sudáfrica, la llegada al poder de Frederik De Clerk, en 1989, marca el inicio del fin del apartheid. En Zimbabue, la caída de Ian Smith a principios de los 80 da la puntilla a la segregación.

A nivel económico, la industrialización había fracasado y la economía se limitaba a la renta y una débil industria agroalimentaria. Esto se puede explicar por el hecho de que el proceso de transformación de economía tradicional a industrial es siempre lento, largo y costoso para alcanzar una competitividad. Es importante recordar que la era de industrialización de Japón o era Meiji duró 50 años (1860-1910) y la de China, 30 años (1950-1980). Por otro lado, la crisis asiática de 1997 afectó a países sólidamente industrializados, mientras las de los 70 golpearon duraderamente a un continente africano que apenas empezaba su proceso de industrialización.

Las nuevas realidades económicas y políticas que se presentaron a partir de la década de los 90 produjeron unos cambios estructurales mayores en dichos países. Pero eso es ya otra historia.

Este texto es el primero de una serie de entradas de blog consagradas a los sesenta años de las independencias africanas, que se celebran en 2020. Se publicarán tres partes, cada miércoles, desde hoy. La segunda parte aparecerá el 28 de octubre y el texto final, el 3 de noviembre. La introducción de la serie se puede leer aquí.

Dagauh Komenan es historiador y doctorando por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, especialista en el Sahel. Máster en Relaciones Hispanoafricanas con trabajo final sobre la intervención española en Mali, también en la ULPGC, se licenció en Historia, con especialidad en Relaciones Internacionales, en la Universidad Felix Houphouët-Boigny (Abiyán, Costa de Marfil). Autor del ensayo “La Françafrique vista desde el Sur” (ULPGC), participa en proyectos colectivos como “La juventud en África” (La Catarata) y “África, un continente en transformación” (Universidad de Valladolid). Colabora en Africaye. El 23 de noviembre aparecerá “Guerra y paz en África”, un volumen colectivo de expertos y académicos africanos coordinado y editado por él y publicado por La Catarata y Casa África.

 

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