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La desigualdad de género obliga a las mujeres africanas a hacer frente a la tormenta

La desigualdad de género obliga a las mujeres africanas a hacer frente a la tormenta
Imagen: Casa África

A pesar de estar en primera línea de las estrategias locales de adaptación, las mujeres son ignoradas en la mayoría de las acciones climáticas.

Las mujeres se ven afectadas de forma desproporcionada por el cambio climático debido a las desigualdades de género y a los roles y responsabilidades de cada sexo. Tienen 14 veces más probabilidades que los hombres de morir en una catástrofe climática y constituyen el 80 % de las personas desplazadas debido al cambio climático.

La comunidad internacional ha avanzado en el reconocimiento de que la acción climática debe tener en cuenta la igualdad de género. Pero la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de este año (COP27) ha sido otra oportunidad perdida para avanzar hacia una participación de género significativa.

A pesar de soportar la peor parte de los efectos del cambio climático, las mujeres representaron menos del 34 % de los equipos de negociación de la COP27. De los 110 jefes de Estado asistentes, solo ocho eran mujeres. En la COP26 de 2021, las mujeres representaron el 38 % de los delegados (el porcentaje más alto hasta la fecha), pero solo el 24 % del tiempo de intervención. Aunque en la COP27 se debatió un Plan de Acción de Género, el texto original quedó diluido, careció de los recursos adecuados y siguió dejando a las mujeres y las niñas al margen.

El cambio climático exacerba las vulnerabilidades y deja al descubierto la discriminación subyacente. La desigualdad de género hace que las mujeres y las lesbianas, gays, bisexuales y transexuales sean más vulnerables a los efectos del cambio climático.

La COP27 fue otra oportunidad perdida para avanzar en la participación y la acción significativas en materia de género.

Hay tres formas interconectadas en las que el cambio climático afecta a las mujeres de forma desproporcionada. En primer lugar, agrava las cargas domésticas, amenaza las oportunidades económicas y aumenta los riesgos para la salud de las mujeres. En segundo lugar, las mujeres no suelen poseer tierras y, en tercer lugar, su acceso al agua es cada vez menor.

La desigualdad de género hace que las mujeres sean más pobres, tengan menos educación y se enfrenten a más riesgos sanitarios que los hombres. Los mercados laborales están muy segregados por sexos, y las mujeres trabajan principalmente en ocupaciones mal pagadas e inseguras. Ellas soportan una carga desproporcionada de trabajo no remunerado y dependen más que los hombres de los recursos naturales y de los sectores sensibles al clima para su subsistencia.

En África subsahariana, las mujeres son responsables del 80 % de la producción de alimentos, y más del 60 % de todas las mujeres empleadas trabajan en la agricultura. A pesar de su papel esencial, las mujeres tienen menos probabilidades de poseer tierras u otros activos productivos. Suelen acceder a la tierra a través de familiares varones como mano de obra. Otorgar a las mujeres derechos sobre la tierra reduciría significativamente el riesgo de desplazamiento y aumentaría la productividad de los cultivos. Y es más probable que los propietarios de tierras inviertan en mejoras y tengan acceso al crédito.

Aproximadamente 250 millones de africanos viven en condiciones de extrema escasez de agua. Las mujeres son las más afectadas porque el acceso al agua es fundamental para las tareas domésticas diarias, como cocinar, lavar y cuidar a enfermos, niños y ancianos.

Las mujeres dependen más que los hombres de los recursos naturales y los sectores sensibles al clima para su subsistencia.

En todo el mundo, las mujeres y las niñas pasan casi 200 millones de horas al día recogiendo agua. En situaciones de escasez de agua, deben desplazarse más lejos, lo que restringe su acceso a la educación, los medios de subsistencia y la seguridad. Mujeres y niñas se han visto expuestas a la violencia sexual mientras caminaban largas distancias para conseguir agua, leña u otros combustibles.

Como son las que más sufren las consecuencias del cambio climático, las mujeres suelen estar en primera línea a la hora de desarrollar estrategias eficaces de mitigación y adaptación. En toda África, se han erigido en líderes a la hora de idear soluciones como semillas resistentes a la sequía, una mejor gestión del suelo o la orientación de los esfuerzos de reforestación y restauración.

Las mujeres siguen teniendo menos autonomía en la toma de decisiones, incluidas las opciones migratorias. Las normas de género y las responsabilidades familiares influyen, y las mujeres también tienen menos acceso a recursos e información que los hombres para fundamentar estas decisiones. En situaciones familiares, lo más probable es que los hombres emigren para obtener ingresos, dejando a las mujeres la carga del hogar. Esta inmovilidad involuntaria pone a las mujeres en riesgo de sufrir los efectos del cambio climático porque se ven atrapadas mientras cuidan de sus hogares y de sus hijos.

Sin embargo, la migración y la urbanización pueden ser medidas de adaptación eficaces que empoderen a las mujeres. Pueden aumentar la autonomía, el dominio, las remesas y la posición social y alterar las normas de género. Aunque las mujeres han constituido una parte constante de los emigrantes durante décadas, el número de las que se desplazan de forma independiente por motivos de trabajo, educación o para satisfacer las necesidades de sus familias ha crecido significativamente. El número de mujeres migrantes internacionales en África pasó de 6,2 millones en 1990 a 10,5 millones en 2020.

Más de tres cuartas partes de la financiación para el desarrollo climático en África no tiene en cuenta el género

A pesar de todo ello, las mujeres siguen estando infrarrepresentadas o excluidas de los procesos de toma de decisiones sobre migración y respuestas al cambio climático. Cada vez se reconoce más que la igualdad de género es necesaria para una acción climática eficaz, y la mayoría de los fondos multilaterales para el clima tienen ahora planes de género. La financiación climática dirigida a las desigualdades de género también está creciendo, pero no es suficiente.

La financiación climática con perspectiva de género en África ha aumentado de una media de 80 millones de dólares en 2010 a 1600 millones de dólares en 2019. A pesar de ello, más de tres cuartas partes de la financiación total para el desarrollo climático en África a lo largo de la década no tuvo en cuenta el género.

Sin igualdad de género en las políticas, las intervenciones y la financiación, la mitigación del cambio climático y su adaptación se verán comprometidas. Las mujeres y los hombres experimentan las consecuencias del cambio climático de forma diferente. Los enfoques neutrales en materia de género no darán en el blanco y no se beneficiarán de las valiosas contribuciones de las mujeres.

Aunque la inclusión de la movilidad y las consideraciones de género en la política de cambio climático ha progresado bien, África necesita dar un paso adelante en materia de igualdad de género. Hay que hacer más para aumentar los datos con perspectiva de género, implicar a las mujeres en la toma de decisiones y el diseño de proyectos, y mejorar el acceso a una financiación con perspectiva de género que incluya consideraciones de movilidad.

Artículo redactado por Aimée-Noël Mbiyozo, consultora senior de Investigación, Migración, ISS. Publicado en inglés por el ISS el 7 de diciembre de 2022 y traducido al español por Casa África.

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