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El debate sigue abierto: ¿cuál fue el papel de los medios de comunicación en el genocidio de Ruanda?

El debate sigue abierto: ¿cuál fue el papel de los medios de comunicación en el genocidio de Ruanda?
Este mes se celebra el 25 aniversario del genocidio de Ruanda pero hay heridas que nunca se cierran (Imagen: © Ayoze O'Shanahan: Loving the enemy Nyamagabe)
Este mes se celebra el 25 aniversario del genocidio de Ruanda pero hay heridas que nunca se cierran (Imagen: © Ayoze O'Shanahan: Loving the enemy Nyamagabe)
Este mes se celebra el 25 aniversario del genocidio de Ruanda pero hay heridas que nunca se cierran (Imagen: © Ayoze O'Shanahan: Loving the enemy Nyamagabe)
Este mes se celebra el 25 aniversario del genocidio de Ruanda pero hay heridas que nunca se cierran (Imagen: © Ayoze O'Shanahan: Loving the enemy Nyamagabe)

Hace 25 años, el gobierno de Ruanda comenzó un genocidio meticulosamente planeado contra la minoría Tutsi del país. Mató a unas  800.000 personas en 100 días.

No es posible hacer un retrato fiel del genocidio de 1994 sin tener en cuenta el papel clave que jugaron los medios de comunicación, tanto en incitar como en prolongar la violencia.

En el verano de 1993, el gobierno, en manos del partido de corte pro-Hutu Movimiento Nacional Revolucionario para el Desarrollo (National Revolutionary Movement for Development), se embarcó en un proceso de paz con el ejército rebelde de mayoría Tutsi, el Frente Patriótico Ruandés. Negociaron el fin de la guerra civil y la repatriación de los exiliados Tutsi. No obstante, al mismo tiempo, el Movimiento se preparaba para perpetrar el genocidio.

La sección juvenil del Movimiento Nacional Revolucionario para el Desarrollo creó el Interahamwe. Este grupo paramilitar llegaría a dirigir ataques contra la población civil Tutsi. La línea más dura del partido también creó la Radio Télévision Libre des Mille Collines (Radio Televisión Libre de las Mil Colinas en español), conocida como RTLM. Se trataba de una emisora de radio que divulgaba propaganda del odio y preparaba a los oyentes para la violencia que se avecinaba. La emisora proporcionó una plataforma popular para las ideas que ya circulaban en Kangura, una revista extremista fundada en 1990. En sus primeras transmisiones, la emisora utilizó el equipo de radiodifusión de Radio Ruanda. La nueva emisora desarrolló programas animados, informales y accesibles, destinados a captar a los ciudadanos de a pie. Al contrario que Radio Ruanda, ponían música popular del país vecino de Zaire (ahora República Democrática del Congo), lo que resultaba especialmente atractivo para los oyentes jóvenes.

En las semanas que precedieron al genocidio de abril de 1994, la emisora amplificó su propaganda anti-Tutsi y pro-Hutu. Los programas usaban un lenguaje cada vez más deshumanizador para hablar de la minoría Tutsi. Se consiguió así movilizar a civiles Hutu contra los Tutsi. La historiadora Alison Des Forges escribió que, una vez que el genocidio había comenzado, los líderes del gobierno utilizaron la emisora para promover la violencia. Además, también se dieron instrucciones específicas para llevar a cabo las matanzas.

Un cuarto de siglo después, expertos en medios de comunicación, historiadores y periodistas todavía siguen debatiendo el papel exacto de la RTLM en el genocidio. ¿Los programas de la radio incitaron directamente a la violencia? ¿O simplemente amplificaron la ideología del miedo y del genocidio, que ya circulaba entre la población Hutu?

El efecto de los medios

Los primeros estudios sobre el genocidio veían a la RTLM como una influencia letal. En 2001, investigadores, corresponsales de guerra y la diplomática Samantha Power sugirieron que “los asesinos solían llevar un machete en una mano y un transistor en la otra”.

En 100 días, 800.000 asesinatos, ausencia de acción de la Comunidad Internacional (Imagen: © Ayoze O'Shanahan: Loving the enemy Nyamata Memorial)
En 100 días, 800.000 asesinatos, ausencia de acción de la Comunidad Internacional (Imagen: © Ayoze O'Shanahan: Loving the enemy Nyamata Memorial)

Otro punto principal del debate es el rechazo a usar tecnología de interferencia de ondas de radio para frenar las emisiones de la RTLM por parte de actores internacionales como los Estados Unidos o el Consejo de Seguridad de la ONU. Este hecho refleja el fracaso generalizado de la comunidad internacional a la hora de intervenir y frenar el genocidio.

Otros estudios más recientes se cuestionan la primacía de las emisiones de radio en la motivación directa de los crímenes. Estos estudios ven la radio como una extensión de años de propaganda estatal, divulgada en colegios, iglesias y otras instituciones del gobierno.

En un detallado estudio empírico publicado en 2007, el científico social Scott Straus encontró que solo el 15% de quienes habían perpetrado estos crímenes aludía a las emisiones de radio como una influencia clave en la toma de su decisión de matar a los Tutsi. La intimidación cara a cara y la comunicación entre homólogos parecían tener una mayor influencia. Las emisiones de la radio eran un factor secundario.

El debate continúa

El imperecedero debate sobre el papel de los medios fue el punto central de una causa ante el Tribunal Penal Internacional para Ruanda. El tribunal estaba encargado de juzgar a los altos mandos y a los autores intelectuales del genocidio. Los acusados en el que se conoce como el Caso de los Medios (Media Case) incluían al cofundador de la RTLM, Ferdinand Nahimana, su director ejecutivo, Jean-Bosco Barayagwiza, y el fundador y editor de Kangura, Hassan Ngeze.

En 2003, se les declaró culpables de genocidio, incitación al genocidio y persecución mediante el uso de emisiones de radio y publicación de artículos de prensa, considerando así que habían perpetrado crímenes contra la humanidad. La condena por cometer genocidio fue revocada durante el proceso de apelación, pero gran parte de la condena original se mantuvo.

El Caso de los Medios sentó precedente. Sostenía que los directores de los medios de comunicación eran culpables de incitar al genocidio, independientemente de otros factores que pudieran haber influido en los responsables de los crímenes. Los juristas sugieren que este juicio tendrá un impacto significativo en futuros casos de incitación al genocidio.

La respuesta internacional

Quizás nunca enterremos del todo el debate del “efecto de los medios” —¿la radio y otros medios de comunicación incitaron directamente a la violencia o fueron un motor secundario?

Pero la creación de la RTLM en 1993 fue sin duda una clara señal de aviso para el mundo. En un informe del año 2000, la Organización para la Unidad Africana sugirió que haber silenciado la RTLM durante el genocidio habría tenido un impacto limitado. La comunidad internacional debería haber frenado la propaganda del odio antes de que comenzara la matanza. Debería haberse dado cuenta de que las emisiones de radio eran una parte fundamental de la preparación para el genocidio.

Un posible mecanismo para acabar con la propaganda del odio de la RTLM podría haber emanado de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Ruanda, que se encontraba desplegada por orden del Consejo de Seguridad en 1993 para supervisar el proceso de paz. Sin embargo, debido a los típicos retrasos, el equipo de radio de la Misión nunca se envió a Ruanda. La ausencia de una herramienta de comunicación efectiva privó a la ONU de los medios para crear emisiones que contrarrestaran las existentes. Además, tampoco pudo proporcionar tiempo en antena a las voces de los líderes Hutu moderados.

La enseñanza que perdura

A pesar de que hayan pasado muchos años, el genocidio de Ruanda aún tiene mucho que enseñarnos sobre la importancia de los medios de comunicación en casos de violencia estatal. Un análisis de los medios abre un importante debate sobre la prevención de genocidios, la regulación de los discursos que promueven el odio y la adecuada intervención internacional.

 

Este artículo fue escrito por Amanda Grzyb, profesora adjunta e investigadora en la Facultad de Media and Information Studies, de la Western University.

Este artículo se publicó por primera vez en inglés en The Conversation y ha sido traducido al español por Casa África en colaboración con este medio. Traducción: Silvia Munín.

 

 

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