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Sri Lanka choca contra el muro

Sri Lanka choca contra el muro
Imagen: Mohamed Nuzrath en Pixabay
Jaume Portell Cano

Jaume Portell

Periodista

Clasificada como una economía de renta media, Sri Lanka fue considerada durante años una de las estrellas de las transiciones a las economías de libre mercado

“Los próximos meses serán los más difíciles de nuestras vidas. No deseo ocultar la verdad ni mentir al público. Aunque estos hechos son desagradables y aterradores, esta es la verdadera situación”. Así empezaba el primer ministro de Sri Lanka, Ranil Wickremesinghe, el hilo de Twitter en el que comunicaba a su pueblo que el país se ha quedado sin gasolina y sin dólares para afrontar los próximos meses. Sri Lanka, una isla al sur de la India en la que viven 22 millones de personas, lleva semanas de turbulencias. Sus ciudadanos han salido a la calle protestando por el alto coste del nivel de vida, cortes de electricidad que superan las 10 horas diarias y la escasez de gasolina. Sin gasolina, la vida económica ha quedado paralizada, y los disturbios se han convertido en una imagen habitual en el país. El 27 de julio de 2022, Sri Lanka debía pagar 1000 millones de dólares a sus acreedores, pero tal y como indicó el primer ministro en Twitter, el país tiene dificultades para encontrar un millón de dólares en su tesorería. Ya hacía semanas que nadie esperaba que Sri Lanka pudiera pagar su deuda, y el país anunció en abril que priorizaría el pago de la importación de alimentos y medicinas. Sri Lanka está en quiebra.

Clasificada como una economía de renta media, Sri Lanka fue considerada durante años una de las estrellas de las transiciones a las economías de libre mercado. Su mano de obra barata atrajo a las empresas textiles; sus playas, a los turistas. Las exportaciones de té hacían el resto. Un indicador podía dar pistas de la fragilidad estructural de su economía: el 9 % del PIB lo formaban las remesas que mandaba su diáspora desde Oriente Medio, el Reino Unido y Estados Unidos. Si un país está mejorando a nivel estructural, ¿por qué casi 2 millones de sus habitantes han decidido marcharse? Viendo las precarias condiciones de muchos trabajadores de Sri Lanka en países como Qatar, donde construyen estadios para el Mundial de fútbol masculino de 2022, cabe preguntarse cómo deben ser los salarios en Sri Lanka para que ese viaje sea deseable. Muchos, incluso, pagan tasas para llegar hasta allí. Según las estadísticas, Sri Lanka había conseguido algunos de los Objetivos del Milenio -reducir la extrema pobreza a la mitad- y había eliminado prácticamente la pobreza del país. Un dato -distintivo de un país en desarrollo- era ignorado: el 30 % de las importaciones se gastaban en energía y alimentos. Cualquier subida de precios o caída en los ingresos podía debilitar al país. Ambas sucedieron a la vez gracias a la pandemia. Cayeron el turismo y las remesas. El presidente probó distintas pócimas ideológicas para sanar el país: bajó impuestos para estimular la economía e hizo caso a los ecologistas izquierdistas rechazando las importaciones de fertilizante. Su brusco paso a la agricultura ecológica ha condenado al país a depender aún más de las importaciones. Sin ninguna transformación estructural a la vista, Sri Lanka se plantea privatizar su aerolínea nacional para conseguir dólares con los que pagar sus necesidades básicas.

Un muro de deudas

Según datos del Banco Mundial, solamente siete economías africanas son más grandes que la de Sri Lanka. Con su peso de 80 000 millones de dólares y una deuda del 71 % sobre el ingreso nacional bruto, esta isla del sur de Asia contaba con unas perspectivas económicas halagüeñas antes de la pandemia. Por eso pudo colocar sus bonos en los mercados internacionales. Si Sri Lanka ha caído, ¿qué puede suceder con economías más dependientes de las importaciones y con una cesta de exportaciones menos diversificada? Entre hoy y 2025 lo iremos sabiendo. The Economist ya alertaba en 2020 del muro de deudas al que se enfrentarían varios países africanos a partir de 2022. Zambia ya ha caído y otros países ya dedican más presupuesto a pagar los intereses de la deuda que a salud o educación. En 2024 y 2025 se deberán pagar, respectivamente, 12 000 millones de dólares del principal -el préstamo inicial sobre el cual se debe pagar el interés- de los eurobonos.

Una treintena de economías del continente gastan más de la mitad de sus importaciones en pagar la energía y la comida. Diez de ellas están altamente endeudadas, con cifras que superan el 100 % del ingreso nacional bruto en Túnez, Angola o Cabo Verde. El caso más paradigmático es el de Ruanda, alabada habitualmente como ejemplo de buena gestión económica: el país ha pasado de una deuda del 20 % sobre el ingreso nacional bruto en 2010 a superar el 80 % en 2020. Con una balanza comercial negativa, los ruandeses exportan té y dependen del turismo para cuadrar sus cuentas. En 2023 deberán pagar un vencimiento de 400 millones de dólares, y en 2020 tenían unas reservas de 1800 millones de dólares. Aunque no lleguen a la dramática situación de Sri Lanka, los ciudadanos de muchos países verán cómo sus gobiernos invierten menos en ellos justo cuando más lo necesitan. Después de apoyar el aumento de gasto durante la pandemia, el FMI ya ha comunicado a varios países que deberán hacer recortes a partir en los próximos años. Angola, Zambia, Ruanda, Ghana, Etiopía y Kenia cada vez dedican más dinero a pagar su deuda externa. Líbano, Zambia y Sri Lanka se declararon en bancarrota al no poder saltar el muro.

Para otros, esta será la hora de las oportunidades. Con los bonos a precio de saldo en el caso de los países con menos posibilidad de pagar, una compra oportuna puede servir para comprar bonos a 67 dólares y exigir el pago completo -100 dólares- tras denunciar al país en un tribunal internacional. El bono de Zambia, cuyo pago debería haberse completado este próximo mes de septiembre, tiene una rentabilidad superior al 200 %. Una apuesta arriesgada, pero golosa, para fondos de inversión especializados. Para los países denunciados, resolver el tema en los tribunales es una urgencia: para volver algún día a los mercados internacionales, deben mostrar su credibilidad pagando y cumpliendo todos sus contratos. Son batallas que, habitualmente, ganan los fondos. Uno de ellos acumuló tanto dinero que hoy es el propietario del AC Milan, uno de los grandes clubes del fútbol italiano.

Artículo redactado por Jaume Portell.

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