Lejos queda hoy la dinámica tradicional de inmigración desde África en la que era el hombre quien migraba para después traer a su familia. Cada vez más es la mujer quien asume el reto de trasladarse a otro lugar en busca de unas condiciones sociales, laborales o educativas mejores y deja en su país de origen a su familia. Tanto es así, que los datos revelan que las mujeres son ya la mitad del total de emigrantes en Europa. Esta nueva dinámica tiene, sin embargo, un fuerte impacto en África, donde la mujer es el pilar y el nexo de la familia, y esconde tras de sí una revolución femenina, e incluso feminista.
“La que lleva los pantalones en una familia africana es la mujer, es la base imprescindible”. Farhana Mahamud Dich es abogada y vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Africanas en Canarias (AMAC), nació en el Sáhara y emigró junto a su familia. Asegura que este nuevo flujo de inmigración en femenino hace que la familia tradicional africana pierda esa base que da la mujer y se desestabilice.
En Mauritania, país del que procede Farma Amadou Gueye, “la mujer es la matriarca”. Es ella la que se encarga de los niños, la compra, la casa, y la que, además, “si tiene que ir a pastorear, va”. El hombre, asegura, “no manda sobre la mujer”, y su cometido diario reside en ir a trabajar para traer dinero a casa y que la mujer decida cómo gestionarlo.
En Senegal, sin embargo, las cosas son diferentes. Dieynaba Thioye contrapone su opinión a la de las demás mujeres y asegura que en su país “la mujer está detrás del hombre, y así lo aprenden las niñas”. Revela, sin embargo, que en los últimos años esta visión está cambiando y que la mujer empieza a tener su propio trabajo para no tener que depender del hombre: “cuando tienes tu propio dinero, tienes libertad”.
Más dinero, pero más sufrimiento
Los datos de inmigración internacional en 2019, emitidos por Naciones Unidas, muestran que en Europa el 51% de la inmigración es femenina. En octubre un grupo de investigadores del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se involucró más allá de los datos cuantitativos de la inmigración y llevó a cabo un estudio sobre la situación de las personas africana que llega de forma irregular a Europa, con su impacto, consecuencias y matices con enclave de género.
Los resultados de este estudio son claros: las mujeres que emigran ganan un 11% más de dinero que los hombres que lo hacen, pero también son objeto de más delitos. Respecto a este tema, Thioye advierte del peligro que ahora corren las mujeres cuando confían su vida a una mafia, sin saber que es una mafia. El mismo día de la entrevista, se detuvo a conocer la historia de tres mujeres que aseguraron haber llegado a Canarias gracias a una ONG. “Pero no era verdad”, cuenta con lástima la de Senegal, “un jefe de una ONG no te aloja en un hotel”.
La facilidad que se les ofrece a las mujeres para llegar a Europa – aunque no siempre con intenciones que les prometen, como explica Thoye- es una de las razones por las que ha aumentado el número de mujeres que deciden dejar su país para instalarse en otro. Khadija Ajaram, de Marruecos, apunta que, aunque cada caso es diferente, hay varios factores comunes que llevan a las mujeres a emigrar, como es el acceso a internet: “ahora hay un despertar, porque se han abierto al mundo”.
Internet, educación y pobreza, las claves
Hay mujeres que “ven otra vida más allá de la que tienen y se preguntan que por qué tienen que aguantar ellas eso”, refiriéndose Ajaram a la violencia o menosprecio frente al hombre. Gracias a las redes sociales se ponen en contacto con otras mujeres que para ellas son modelos y buscan seguir su misma senda porque “su país no les ofrece lo que buscan; no se sienten valoradas”.
El nivel cultural y educativo influye también en este cambio de tendencia migratoria. Las mujeres hoy alargan su escolarización más allá de los 16 años, y eso hace que una mujer pueda optar a hacer su vida, a emigrar si así lo desea y ayudar de esa forma a su familia. “Antes una mujer se casaba siendo una ignorante y pasaba de estar debajo de la mano de su padre a debajo de la de su marido y sigue el mismo patrón”, asegura Ajram.
En esta misma línea, Mahamud Dich subraya que la mujer hoy ya “no piensa en que la mantenga el hombre” y por eso se forma. Dirige también la atención a la pobreza, lo que considera que “es el motivo fundamental por el que se emigra”. Todo vale para salir de una situación desesperada en la que “África es más pobre de lo que era porque se sigue explotando”. La población está cansada de vivir en esa situación y se ve obligada a abandonar su país, no por gusto, asegura la abogada. “¿Quién no querría trabajar en su tierra?” se pregunta. Su respuesta es rotunda: “todas querríamos”.
Al intentar dibujar el perfil de la mujer africana que emigra, las cuatro mujeres entrevistadas coinciden en que es una mujer con estudios y adulta, a diferencia de los hombres que tienden a ser más jóvenes y con menor formación. Esto se debe, indica Ajram, a que a las mujeres se les protege más y a los hombres es la propia familia quien le anima a emigrar.
Farma Amadou Gueye subraya que la mayoría de mujeres que han emigrado con la idea de ahorrar y volver a su país, porque es ella quien va a impulsar el desarrollo en África. En 2018 las remesas de dinero que mandaban los inmigrantes a Europa sumaron 62.000 millones de dólares. El estudio citado apunta también a que son las mujeres las que más dinero mandan, y así lo corrobora Thioye, que las mujeres “mandan, mandan y mandan” y no guardan para siquiera ir a visitar a su familia.
La incipiente figura de la mujer inmigrante y sus consecuencias desestabilizadoras en la estructura familiar tradicional en África, sin embargo, “a la larga puede ser positiva”, asegura la abogada. “Ese desequilibrio lo que va a ocasionar es una igualdad necesaria, que a lo mejor el hombre se vea con más cargas”. La mujer africana, apunta, “va dando pasos pequeños, pero con un efecto agigantado”.
Marta Hidalgo, periodista.
Fotos: Joan Tusell