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Por encima de todo, respeto al ser humano

Por encima de todo, respeto al ser humano
Director General

José Segura Clavell

Director general

Quiero seguir pensando que inexorablemente habrá un acuerdo político y solidario para el reparto de menores africanos llegados a Canarias, no concibo que pisoteemos uno de los derechos humanos más fundamentales, el del Niño

Aunque sinceramente les confieso que es un ejercicio muy difícil, quiero y debo tener una actitud optimista ante la situación política y social que se está generando alrededor del reparto solidario de menores extranjeros no acompañados. En una rueda de prensa que este pasado jueves celebramos en Casa África para presentar un proyecto de cooperación con el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria para llevar formación en seguridad y emergencias a la ciudad de Praia, en Cabo Verde, una periodista quiso conocer mi opinión tan solo un día después de este encuentro en la isla de Tenerife entre las comunidades autónomas y el Gobierno del Estado para avanzar en un acuerdo solidario de reparto de los menores de origen africano que han llegado al archipiélago a bordo de pateras y cayucos.

A la periodista le respondí que estoy convencido de que inexorablemente va a llegarse a un acuerdo para que mejore la situación de estos cerca de 6000 niños y adolescentes, y los que están por venir, y que además exista un mayor nivel de solidaridad en todo nuestro país para atenderles adecuadamente, educarles e integrarles en nuestro sistema, para que puedan servir y ser útiles al progreso de nuestra sociedad. No me cabe en la cabeza, añadí, que las decisiones que se tomen en España y en las Cortes, no tengan como premisa principal y única nuestro respeto a los derechos humanos.

La alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria, Carolina Darias, con quien compartimos muchos desvelos cuando gestionamos conjuntamente en el año 2006 desde la Delegación del Gobierno en Canarias la llamada crisis de los cayucos y sentamos las bases de todo el sistema de acogida, volvió a escucharme decir, una vez más, la frase que llevo pronunciando hace ya más de 20 años, que quienes viajan a bordo de pateras y cayucos son, evidentemente, personas. No son chatarra, ni mercancía peligrosa, ni material radiactivo. Son seres humanos. En el caso de los menores, aún se debe ser más rotundo: son niñas y niños.

De ahí que espero entiendan que desee con toda mi alma contestar con optimismo. Y de ahí que tengo la confianza de que inexorablemente, insisto, esa será la reflexión final que mueva a los responsables de alcanzar un acuerdo, el respeto a los Derechos del Niño.

La canción que suena estos días puede por algunos momentos hacernos desfallecer en este convencimiento. Yo por mi parte creo, y quiero seguir haciéndolo, que somos un país que mayoritariamente aboga por respetar los derechos más fundamentales de las personas. Y quiero recordarles en este punto que un derecho fundamental, según recogen varias sentencias del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, es que un menor de edad llegado a territorio europeo debe poder ser rescatado, acogido, protegido y tratado dignamente.

Tras mi paso por la Delegación del Gobierno entre 2004 y 2008 escribí una monografía titulada Inmigración irregular por vía marítima, y subtitulada Canarias: una experiencia, que fue prologada por el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Fue mi manera de dejar por escrito todo el esfuerzo que hicimos en la primera vez que nos ocurría un fenómeno de estas dimensiones.

En ese libro ya recordaba que el fenómeno migratorio arranca de una situación de pobreza, desesperanza y diferentes tipos de violencia en nuestros países vecinos, relaté cómo se abordó a través de protocolos la llegada de menores (declarar su situación de desamparo una vez constatada su minoría de edad) o reivindicaba la necesidad de disponer una política europea migratoria común solidaria con los países del sur, los receptores de las migraciones.

En los últimos cinco años hemos observado desde Casa África este nuevo auge de la llegada de personas en pateras y cayucos. Es la institución de diplomacia pública que se encarga de abrir puertas, de generar contactos para que poder hacer efectivo el lema de que África y España estén cada vez más cerca. Como institución hemos querido hacer del fenómeno migratorio un pilar fundamental de nuestra actividad. Ha sido prioridad esencial en nuestro Plan Estratégico 2022-2024 y se mantendrá igual en el que ya estamos trabajando para el periodo 2025-2027.

Hemos procurado que, ante tanto ruido mediático, tanto discurso de odio y tanta polarización, Casa África sea un espacio donde, primero, se pueda hablar con libertad del asunto y, segundo, se generen también en esta materia relaciones de confianza con nuestros países vecinos, relaciones de confianza entre las sociedades civiles españolas y africanas, con las que debemos cooperar y entendernos porque, no lo olvidemos nunca, si les va bien a ellos nos irá bien a todos aquí también.

Hemos tenido a expertos en las consecuencias psicológicas que viven los migrantes, menores y mayores, hemos hablado con asociaciones de los peligros que afrontan específicamente las mujeres en el trayecto, de la perspectiva de género del fenómeno, hemos acogido la presentación de informes centrados en la comunicación y el periodismo, en las narrativas alrededor del fenómeno, de cómo los medios de comunicación y las redes sociales han permitido que sean los marcos narrativos de la extrema derecha los que dominen el discurso público. Hemos sido, incluso, sede de una formación de periodistas africanos y españoles para abordar este fenómeno con el mayor conocimiento y sensibilidad posible y trabajamos con centros escolares para evitar la propagación de bulos racistas, del discurso del odio y promover una sana convivencia.

También hemos tratado de hacer una labor de sensibilización con estos artículos con los que les doy incansablemente la lata semana a semana y distribuyo a amigos, colaboradores y por diversos medios de comunicación.

En los últimos años, insisto, he hecho ya un total de 30 (este es el 31 º) artículos vinculados directamente al fenómeno migratorio. Empecé con uno que se tituló Pateras y coronavirus (cuando algunos advertían alarmados que el covid nos entraría en patera) a otros con títulos como Todos fuimos migrantes, Por un tratamiento humano de las migraciones, Por qué migran los jóvenes africanos (tuvo hasta cuatro entregas), Los héroes canarios de la atención humanitaria o Pacto Europeo de Migración, Asilo y Control de Fronteras. Como ven, he querido siempre aportar esta visión de la que les hablaba. 

En muchas ocasiones, además, nuestro auditorio Nelson Mandela o nuestra Sala del Consejo han acogido a representantes de las personas que día a día están a pie de muelle recibiendo las pateras y los cayucos, asistiendo y auxiliando a las personas que acaban de pasar la experiencia más traumática y peligrosa de sus vidas.

Hemos tenido como público en nuestras actividades, incluso, a montón de estos chiquillos y chiquillas acogidos en alguno de los centros que se han tenido que habilitar. Y a estos niños y niñas, en nuestras actividades culturales, solo les hemos visto sonreír, bailar, tener un momento de felicidad escuchando la música de su país, la que escuchaban con sus padres y sus madres antes de dejarlos atrás con la esperanza, en el menor tiempo posible, de mandarles dinero y hacerles la vida un poco más sencilla.

Por eso me causa tanta incredulidad y dolor que algunos sean capaces ahora de llamarles despectivamente ‘menas’ y afirmen, sin ni tan siquiera ruborizarse de la vergüenza, que su reparto equivaldrá a repartir por España a delincuentes, asesinos y violadores.

Y por eso también me cuesta creer que el bienestar de estos niños y niñas, sus derechos humanos, estén siendo olvidados, ignorados y denostados por un simple tacticismo político, que estos niños se conviertan en una herramienta más del rifi-rafe que se ha asentado en el debate político de nuestro país y en la Europa comunitaria, que tiende a perder estos valores.

Tal vez deberíamos reflexionar sobre lo fácil que fue ponerse de acuerdo con el gran número de menores ucranianos llegados a nuestro país a raíz de la invasión rusa. En total, según escribía ayer en la Cadena SER el periodista canario Nicolás Castellano, hay 3500 menores ucranianos en España. Muchos de ellos sin familia, es decir, tan ‘menores extranjeros no acompañados’ como los que ahora se pelea por evitar acoger. Y que de los 6000 que en estos momentos hay en Canarias, 1030 son de Mali, un país que también está en guerra. ¿Cuál creen que es la diferencia?

Por eso quiero seguir pensando que, inexorablemente, una mayoría de nuestro Congreso de los Diputados impondrá ese principio de respeto a los derechos humanos y que podremos garantizarle dignidad a estos niños y niñas. Llámenme ingenuo, pero creo que es importante seguir siendo optimista por mucho que tantas señales a nuestro alrededor nos indiquen lo contrario.

Artículo redactado por José Segura Clavell, director general de Casa África, y publicado en Kiosco Insular, Canarias 7 y Diario de Avisos los días 12, 14 y 15 de julio de 2024.

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