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De la revolución a la guerra: Claves para comprender los últimos acontecimientos en Sudán

De la revolución a la guerra: Claves para comprender los últimos acontecimientos en Sudán
Imagen: David Peterson en Pixabay

El sábado 15 de abril estalló la violencia en Jartum, la capital de Sudán, debido a los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (Rapid Support Forces, RSF), después de meses de tensión entre los dos generales al mando de ambas fuerzas, Abdel Fattah al-Burhan y Mohamed Hamdam Dagalo, más conocido como ‘Hemedti’.

Después de unos días de intensos combates, se han conseguido negociar breves treguas para frenar la violencia, las cuales, aunque no han sido respetadas en el terreno, y los combates han continuado en Jartum y otros lugares de Sudán, han ido extendiendo su duración, desde el alto el fuego de 72 horas negociado por Estados Unidos, que comenzó la medianoche del lunes 24 abril, hasta las últimas negociaciones para cesar las hostilidades durante un periodo de siete días, del 4 al 11 de mayo, por iniciativa de la IGAD (Inter-Governmental Authority on Development). Este periodo debería servir de base para el fin definitivo de los enfrentamientos, y se está planificando, bajo iniciativa de Estados Unidos y Arabia Saudí, la conformación de una comisión negociadora formada por actores regionales e internacionales que cooperen para llevar a buen término las conversaciones de paz entre las facciones enfrentadas.

Analizando la influencia del contexto político

Si bien estamos asistiendo a una lucha descarnada por el poder y por el control de la autoridad estatal entre jefes militares rivales, la cual era previsible según las tensiones de las semanas anteriores al estallido de la violencia, hay que situar esta lucha en el marco de un proceso político que remite a la denominada “revolución sudanesa” que se inició en diciembre de 2018, mediante una serie de manifestaciones pacíficas que se intensificaron en los primeros meses de 2019 y adquirieron un alcance cada vez más amplio en todo el país, hasta culminar, el 11 de abril de 2019, en el derrocamiento del presidente Omar Hassan al-Bashir, después de tres décadas en el poder.

La revolución sudanesa, que desalojó a al-Bashir del poder, fue el resultado de un amplio levantamiento popular, que obligó al estamento militar a aceptar un acuerdo de reparto del poder con los grupos civiles prodemocráticos, las Fuerzas por la Libertad y el Cambio (FCC). No obstante, poco a poco se ha hecho evidente la deriva autoritaria y cuando llegó el momento de ceder el poder, los militares llevaron a cabo lo que se denominó un “autogolpe” de Estado, en octubre de 2021, expulsando a la parte civil y dejando a al-Burhan como presidente del Consejo Soberano, siendo su segundo precisamente Mohamed Hamdan Dagalo.

Desde ese momento, el poder en Sudán ha seguido dominado por la cúpula militar, que representa la continuación de la misma política del anterior régimen, a pesar de la caída de al-Bashir, y la ausencia de cualquier voluntad de ceder el poder a los civiles. En este sentido, con la crisis actual la transición sudanesa se encuentra inacabada, y no hay en el corto plazo esperanza para el cambio político.

Quiénes son Al-Burhan y Hemedti

Se trata de dos jefes militares rivales que se encuentran disputando el control del Estado sudanés. En el contexto de la “revolución sudanesa” y los desafíos del proceso de transición política, los dos generales se mostraron unidos en la ambición de acaparar el poder para los militares y quitar a los civiles de la ecuación política. Una vez obtenido ese objetivo, ahora los vemos luchando por el poder y por el mantenimiento de su posición, ya que ambos líderes militares enfrentados juegan un papel muy importante en la política y en el control de la economía sudanesa.

Aunque al-Burhan y Hemedti tienen una trayectoria muy diferente, ambos líderes están relacionados con el régimen de al-Bashir. El general al-Burhan proviene del entorno del National Congress Party y controla las Fuerzas Armadas de Sudán, mientras que el general Hemedti, al mando de las Fuerzas de Apoyo Rápido, ha convertido este grupo paramilitar en un elemento estrictamente bajo su control, aunque durante el mandato de al-Bashir fue el presidente quien estableció formalmente la conformación de la milicia y las distintas facciones se encontraban bajo el control del régimen. De hecho, el grupo paramilitar se conformó para hacer frente a la insurrección en Darfur, la región occidental de Sudán, y su germen fueron las milicias Janjaweed, que impusieron su control violento en la región en la década de 2000.

La eventualidad de un enfrentamiento entre las distintas fuerzas militares comandadas por al-Burhan y Hemedti ha sido un elemento a tener en cuenta desde la revolución de 2018-2019, y las tensiones han aumentado exponencialmente desde la firma del acuerdo político de diciembre de 2022, en el que se acordó, entre otros puntos, ceder parte del poder político a los civiles e integrar a las Fuerzas de Apoyo Rápido, dirigidas por Hemedti, en las Fuerzas Armadas nacionales, poniendo a todas las fuerzas bajo un mando único, lo cual ha sido uno de los detonantes para el recurso a la fuerza, con el fin de mantener la posición de poder que otorga el control de dichas fuerzas.

Aunque podemos afirmar que en términos generales hay una asimetría en las fuerzas, ya que las FAS tienen más medios, más financiación y el monopolio del poder aéreo, las RSF tienen entre sus filas un número estimado de 70 000 a 150 000 hombres, y han demostrado su efectividad en el terreno y su capacidad de sostener los combates en el medio plazo.

Actores regionales e internacionales

Los apoyos regionales también están divididos entre los dos generales. Mientras que al-Burhan cuenta con el apoyo fundamental de Egipto, que ha brindado colaboración logística y material militar a las FAS, Hemedti tiene el apoyo de Emiratos Árabes Unidos y de Eritrea, además de acuerdos con el grupo Wagner. Por su parte, Arabia Saudí ha intentado equilibrar su posición entre ambos contendientes, y es un pivote fundamental de las negociaciones que se están llevando a cabo para terminar con la violencia.

En el ámbito multilateral, la troika formada por Naciones Unidas, la Unión Africana y la IGAD está intentando reactivar su papel para ejercer una influencia real en los actores implicados en el conflicto, aunque su papel en el proceso de transición política ha sido criticado por su debilidad y poco alcance. En este sentido, también el denominado quad, un cuarteto de actores formado por Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido y Arabia Saudí, que consiguió la firma del acuerdo político de diciembre de 2022, ha fallado a la hora de evitar el estallido de la crisis y de trabajar en pos de una transición pacífica.

Los actores regionales e internacionales implicados están centrados en la actualidad en la desescalada del conflicto, y la perspectiva de una transición democrática no se encuentra en la mesa de negociaciones.

Escenarios y conclusiones

El escenario político sudanés es enormemente complejo y debemos retrotraernos a la comprensión de la historia y la construcción del Estado sudanés. Como en conflictos anteriores, es la población civil la que sale perdiendo. No obstante, la crisis presente es de diferente naturaleza, y no enfrenta a dos poblaciones, o a un grupo frente al gobierno, sino que es una decisión de los dos generales, cuyas tensiones y diferencias han aumentado en el último año hasta que han llevado al estallido de la violencia.

En la actualidad, lo más urgente es conseguir un alto el fuego duradero y ejercer la presión necesaria para llevar a las partes a la mesa de negociaciones, con el objetivo de evitar la extensión del conflicto y evitar la exacerbación de la violencia. Si esto no se consigue y prosiguen los combates para derrotar totalmente al enemigo, la lucha puede convertirse en un largo periodo de destrucción material y humana, que se extienda nacional y regionalmente.

Aunque hay signos optimistas del inicio de las conversaciones de paz, es fundamental, en segundo término, abordar la crisis con una mirada a largo plazo de los problemas estructurales sudaneses. A pesar de la dificultad que entraña en el momento actual, los esfuerzos de mediación y negociación no solo deberían centrarse en conseguir un acuerdo de reparto del poder entre los actores militares, sino incluir también en las conversaciones el papel de los civiles en la política sudanesa y la reactivación del proceso de transición política. La estabilidad y el fin del sufrimiento del pueblo sudanés son la prioridad a día de hoy.

Artículo redactado por María Ángeles Alaminos Hervás, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Loyola Andalucía, investigadora de GEA y UNISC.

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