A raíz de la trágica y descomunal DANA en Valencia y con el recuerdo de la tormenta Delta en Canarias, mirar hacia África puede ayudarnos a entender la importancia y necesidad del despliegue tecnológico para evitar grandes tragedias
Aún entre el asombro y la incredulidad por la magnitud de la tragedia sucedida principalmente en Valencia, esta mortal DANA me ha traído recuerdos y reflexiones. La primera, el recuerdo de lo que vivimos en Canarias por la tormenta tropical Delta en el año 2005, que lamentó solo la desafortunada muerte de una persona y numerosos daños por todo el Archipiélago.
Otras reflexiones me vienen a cuento de que el de las alertas tempranas y la necesidad de disponer de ellas es un tema que hemos convertido en uno de los caballos de batalla de la diplomacia pública que ejercemos desde Casa África con nuestros vecinos africanos. Hace tan solo cuatro meses, en junio de este año, escribí un artículo que titulé “África, cambio climático y alertas tempranas” que les invito a leer hoy, cuando aún en los medios de comunicación, de fondo, escuchamos el triste balance de lo que siempre habíamos conocido como gota fría pero que hoy llamamos DANA.
No voy a perder el tiempo en discutir si esta última DANA es achacable o no al cambio climático, pero sí creo fundamental hacer la reflexión de que la tendencia global es clara: o frenamos el calentamiento global de manera radical o las consecuencias serán terribles y con mayor asiduidad.
Así que permítanme fijarme un poco en África para que, con sus datos y necesidades, nos pueda servir para ponernos ante el espejo e incidir en la importancia de hacer caso a las alertas y predicciones. Porque en el trasfondo de todo esto la cuestión es, en mi opinión, la siguiente: solamente a través de la excelencia en los sistemas meteorológicos de detección y una buena red de emisión de alerta temprana se evitarán las tragedias. El esfuerzo colectivo debe centrarse en desarrollar sistemas efectivos que conviertan en incuestionable la obediencia y respeto a predicciones y advertencias, tanto desde las administraciones como desde la ciudadanía. Solo así, insisto, conseguiremos salvar vidas frente a este tipo de fenómenos.
A menudo, cuando hablamos de cambio climático, olvidamos que su impacto no se distribuye de forma equitativa en el globo terráqueo. África es uno de los continentes que menos ha contribuido a las emisiones globales de gases de efecto invernadero, y, sin embargo, es una de las regiones que más sufre sus consecuencias.
Los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías devastadoras, inundaciones y ciclones de gran magnitud, se han convertido en una constante para muchas naciones africanas. Solo en los dos últimos años, les telegrafío rápidamente los principales balances, y no dudo de que dejo alguno atrás:
- Libia: Tormenta Daniel (septiembre 2023). 4.700 muertes confirmadas, 8.000 desaparecidos.
- África Occidental y central: Inundaciones (2024). 1.500 muertos y más de un millón de desplazados.
- Costa de Marfil: Inundaciones y deslizamientos de tierra (junio 2024). 20 muertos.
- África Oriental (Kenia, Somalia y Etiopía): Inundaciones en temporada de lluvias (abril a junio de 2024). Más de 350 muertos y 2,4 millones de desplazados.
- Mozambique y Malaui: Ciclón Freddy (marzo de 2023). 679 muertos en Malaui y 165 en Mozambique.
- Ruanda y República Democrática del Congo: Inundaciones (mayo 2024) 574 muertos.
- Sudán: Lluvias intensas (agosto 2024). 69 muertes. 490.000 afectados.
- Sur de África (Namibia y Zambia): Sequía. La peor en los últimos 40 años
Estos eventos destruyen cosechas, aniquilan infraestructuras básicas, impactan gravemente la salud de las personas y tienen repercusiones económicas que se extienden durante generaciones. Y es en este contexto donde resulta prioritario referenciar la importancia de los sistemas de alerta temprana, que permiten actuar con antelación, preparando a la población y a las autoridades para mitigar los efectos de estos fenómenos.
El cambio climático se ha manifestado en África a través de un aumento constante en las temperaturas, un factor que afecta gravemente a la salud y a los medios de vida. Con olas de calor cada vez más prolongadas, el riesgo de enfermedades relacionadas con el calor se dispara, y muchas comunidades vulnerables carecen de acceso a infraestructuras sanitarias adecuadas para enfrentarlo. Además, los patrones de precipitación están cambiando, lo que afecta la agricultura y pone en riesgo la seguridad alimentaria, llevando al límite la capacidad de resiliencia de las poblaciones más vulnerables.
En este contexto, la implementación de sistemas de alerta temprana es crucial. Es aquí donde África puede enseñarnos a todos una lección valiosa sobre la importancia de estos sistemas como una medida eficaz para reducir el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos en las personas. Estos sistemas permiten que las comunidades se preparen adecuadamente para desastres naturales, tomen medidas de protección e incluso evacuen las zonas de riesgo. Cada alerta temprana es una oportunidad para coadyuvar a la prevención de tragedias y minimizar las pérdidas humanas y materiales.
Uno de los esfuerzos más relevantes en este contexto es la Iniciativa de Alertas Tempranas para Todos (EW4All), lanzada por las Naciones Unidas, cuyo objetivo es que todas las personas estén protegidas por sistemas de alerta temprana para el año 2027. En países como Costa de Marfil, se ha desarrollado una plataforma multisectorial de gestión de riesgos que permite a los departamentos de meteorología, las autoridades locales y los organismos de socorro trabajar en conjunto para proporcionar alertas tempranas precisas y oportunas a la ciudadanía. Este enfoque no solo aumenta la eficacia de las alertas, sino que también promueve una colaboración que fortalece la resiliencia de las comunidades. Además, en países como Mozambique, duramente afectado por los ciclones Idai y Kenneth (2019), se han implementado programas comunitarios que involucran a la ciudadanía en la preparación y respuesta a emergencias, aumentando el conocimiento local sobre cómo actuar en caso de recibir una alerta.
Es necesario señalar que estas iniciativas son solo el inicio de un largo camino por recorrer en el desarrollo de sistemas de alerta temprana en África: es crucial incrementar la inversión en infraestructuras meteorológicas, como estaciones de radar y sistemas de comunicación. Además, los servicios meteorológicos e hidrológicos nacionales necesitan más recursos, tanto económicos como tecnológicos, para mejorar su capacidad de generar pronósticos exactos y difundirlos a tiempo.
La demanda es enorme, y me remito a un párrafo del artículo que escribí en junio pasado: según datos de 2022, entre Europa y Estados Unidos se contaban hasta 636 estaciones de radar meteorológico para cubrir 20 millones de kilómetros cuadrados en los que viven 1100 millones de habitantes. En África, en 2023 solo había 37 estaciones para cubrir 30 millones de kilómetros cuadrados y 1300 millones de habitantes. Y la mitad de las estaciones africanas no proporcionan datos con la precisión que sí lo hacen las estaciones europeas y del norte de América.
Otro aspecto fundamental es la coordinación entre los gobiernos, las organizaciones internacionales, las comunidades y el sector privado. Solo a través de una acción colectiva y bien estructurada se puede construir una red de alerta temprana que realmente funcione y que sea accesible para todas las personas. La adaptación al cambio climático debe ser una prioridad en las políticas de desarrollo de los países africanos. En otras palabras, debemos ayudar al fortalecimiento de estos sistemas mediante un compromiso conjunto de la comunidad internacional. No olvidemos que en una sociedad globalizada todo está conectado: los efectos del cambio climático en una región generan también consecuencias en otras.
Cada alerta que no se atiende, cada predicción que se pasa por alto, es una oportunidad perdida para evitar una tragedia. En este sentido, no basta con tener sistemas de alerta; es igualmente importante fomentar la cultura de la sensibilización ciudadana y de la obediencia a las recomendaciones emitidas por las autoridades competentes.
Aunque un día sin colegio o una restricción temporal a la movilidad puede parecer una molestia, su impacto es ínfimo en comparación con el dolor y la devastación que supone la pérdida de vidas humanas. Espero, humildemente, que las experiencias africanas que les he traído a través de este artículo nos brinden una referencia valiosa sobre la importancia de los sistemas de alerta temprana y de la sensibilización ciudadana frente a las amenazas del cambio climático. Solo a través de la colaboración y del respeto a las alertas podremos mitigar el impacto de estos fenómenos y construir sociedades más resilientes.