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El dilema de Mali

El dilema de Mali
Los islamistas han atacado numerosos monumentos Patrimonio de la Humanidad de la legendaria ciudad de Tombuctú (imagen de Mario Vega)
Los islamistas han atacado numerosos monumentos Patrimonio de la Humanidad de la legendaria ciudad de Tombuctú (imagen de Mario Vega)
Los islamistas han atacado numerosos monumentos Patrimonio de la Humanidad de la legendaria ciudad de Tombuctú (imagen de Mario Vega)
Los islamistas han atacado numerosos monumentos Patrimonio de la Humanidad de la legendaria ciudad de Tombuctú (imagen de Mario Vega)

En sólo tres meses, Mali ha pasado de ser una de las extrañas democracias estables de África Occidental a estar más cerca de convertirse en un estado fallido que lucha por su mera supervivencia entre los desafíos de un golpe militar, una insurrección separatista y una sequía devastadora.

El presidente derrocado el 22 de marzo, Amadou Toumani Touré, popularmente conocido como ‘ATT’, se había ganado previamente el sobrenombre de ‘el Soldado de la Democracia’, por su papel en la expulsión en 1991 del que fuera por mucho tiempo el dictador de Mali. ATT convocó luego una conferencia nacional que se encargó de redactar la constitución democrática del país y organizó las elecciones. Después de un año largo presidiendo la que fue la transición de un gobierno militar a uno civil, entregó el gobierno al líder elegido, Alpha Oumar Konaré. Cuando Konaré dejó su cargo en 2002, después de agotar el límite constitucional de dos legislaturas y pasar a ser el primer presidente de la Comisión de la Unión Africana, ATT fue elegido presidente y posteriormente reelegido en 2007.

La segunda legislatura de ATT fue bastante dura. Los medios de comunicación que él ayudó a crear se volvieron en su contra. Los medios de comunicación son realmente uno de los sellos de identidad de la democracia maliense. Con una población de 14,5 millones de personas -de las cuales sólo la mitad está alfabetizada-, Mali tiene dieciocho periódicos en lengua francesa;  cerca de media docena de publicaciones de noticias en lengua autóctona; tres cadenas de televisión y dos emisoras de radio nacionales; y alrededor de 150 emisoras de radio privadas. Fueron estos mismos instrumentos democráticos los que acusaron a la administración de corrupción o al menos de participar en dudosos negocios que implicaban a socios presidenciales.

En los últimos años, la clasificación del país en el Índice Internacional de Transparencia ha caído del puesto 77 al 118 de un total de 182 países inspeccionados. Periodistas y activistas de la sociedad civil también criticaron al gobierno por las costosas remodelaciones realizadas en el palacio presidencial cuando el país se mantiene siempre en los peores puestos del Índice de Desarrollo Humano del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas (Mali ocupó el puesto 175 de los 187 países y territorios inspeccionados en 2011). En los últimos meses, ATT parecía visiblemente cansado y, según muchas opiniones, esperaba con impaciencia la elección de su sucesor, prevista para el 29 de abril, para dejar su cargo.

Mezquita de Djingareyber (imagen de David Lantner)
Mezquita de Djingareyber (imagen de David Lantner)

Una razón por la que ATT podría haber estado impaciente para deshacerse de las cargas de la presidencia es que, desde el verano pasado, Mali afronta una rebelión de los nómadas tuareg que quieren crear su propio estado, llamado ‘Azawad’, uniendo las tres provincias más septentrionales: Kidal, Gao, y Tombuctú. Los rebeldes del Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (MNLA) son antiguos disidentes tuareg que se han visto reforzados por los combatientes de la batalla étnica que volvieron el año pasado de Libia, trayendo con ellos armamento pesado saqueado de los arsenales de Muammar Gadafi. De hecho, el comandante militar del MNLA, Muhammad ag Najim, fue coronel en el ejército libio y desempeñó su papel en varias aventuras militares de Gadafi a través del Sahel desde los años 80.

El fuerte ejército maliense de 7.000 soldados salió mal parado frente a los rebeldes, provocando las quejas de estos combatientes, enviados a la batalla sin las armas ni suministros adecuados. La prensa recogió tanto la crítica como las populares manifestaciones, algunas violentas, en las calles de Bamako contra lo que se afirmaba ser la incompetencia del Gobierno. De hecho, el golpe comenzó por un protesta de este tipo por parte de soldados de bajo rango.

Irónicamente, el golpe de estado apresuró una situación que sus propios autores reivindicaron haber intentado evitar. Aprovechándose del aislamiento diplomático de la junta en medio de la condena universal del golpe y el posterior cierre de asistencia militar al ejército de Mali, las fuerzas del MNLA, acompañadas por combatientes de Ansar Dine (“Defensores de la Fe”), un grupo islamista local encabezado por Iyad ag Ghaly, líder de un anterior levantamiento tuareg que posteriormente se convirtió al salafismo y cultivó lazos estrechos con Al-Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), tomó el control de las tres provincias del norte –un área equivalente al tamaño de Francia– y proclamó la ‘independencia’ de Azawad el 6 de abril de 2012.

Sin darse cuenta, el golpe de estado facilitó una mayor fragmentación de la República y la consolidación de las fuerzas islamistas. Desde entonces, la región separatista se ha convertido en un imán para grupos extremistas violentos de todo el Sahel, incluyendo AQMI, la rama de AQMI Jamaat Tawhid wal Jihad fi Garbi Ifriqiya (‘Movimiento por la Unidad y la Yihad en África occidental’, normalmente conocida por su acrónimo francés MUJAO) y varios grupos nigerianos e islamistas. Juntos, estos extremistas han impuesto su propio estilo de religión entre la población local prohibiendo el consumo de alcohol, la música, el tabaco y otros comportamientos ‘anti-islámicos’, iniciando castigos hudud como los azotes y arrasando santuarios y monumentos considerados shirk (‘idólatras’). El control islamista del norte de Mali ha alarmado a los países vecinos y el presidente de Niger, Mahamadou Issoufou, ha advertido de que yihadistas extranjeros estaban reuniéndose en la región y estableciendo campos de entrenamiento.

Subrayando la urgencia de la alarma del líder nigerino, también lo es la falta de apoyo de los islamistas a sus antiguos aliados del MNLA tras el fracaso de las negociaciones de fusión sobre la forma y el alcance que la Ley Islámica (sharia) debiera imponerse en la región separatista. A finales de junio, los combatientes del MUJAO expulsaron a Ansar Dine de Gao en medio de una intensa lucha durante la cual el secretario general del MNLA, Bilal ag Acherif, resultó herido, mientras que Ansar Dine, que ya controlaba Kidal, consolidó el control islamista de Tombuctú. Haciéndose eco de la destrucción de las dos estatuas budistas del siglo VI por parte del régimen talibán  en 2001, en Bamiyan (Afganistán), los islamistas se han embarcado en lo que la UNESCO ha descrito como la ‘destrucción indiscriminada’ de numerosos monumentos históricos y religiosos en el norte de Mali, incluyendo varios lugares Patrimonio de la Humanidad de la legendaria ciudad de Tombuctú, pieza central de la floreciente industria turística del país. Los extremistas tampoco han limitado sus ataques a Mali.

[quote]De hecho, algunos de ellos han ido tan lejos como para organizar un ataque contra las fuerzas de seguridad en Argelia, que acusan de ayudar al MNLA.[/quote]

Entretanto,  bajo la presión de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), la junta liderada por el Capitán Amadou Haya Sanogo acordó el retorno al gobierno civil con el portavoz de la Asamblea Nacional Dioncounda Traoré como jefe de Estado provisional, un medio legal posible gracias a la dimisión del Presidente Touré y su exilio.  Traoré, a su vez, designó un gabinete compuesto en gran parte por tecnócratas (así como tres oficiales militares con carteras clave de seguridad) con Cheikh Modibo Diarra, un antiguo científico de la NASA y el presidente de Micorsoft África, como primer ministro. Sin embargo, el acuerdo puso en evidencia la profunda crisis de legitimidad sufrida por la clase política de Mali: poco después de la cumbre de la CEDEAO a finales de mayo, los jefes de estado prolongaron el periodo de transición a un año, una turba cercó al presidente provisional en su despacho, consiguiendo burlar la seguridad y golpear a Traoré, quién sufrió  heridas en la cabeza y en la espalda, necesitando hospitalización durante una noche y, finalmente, su traslado a Francia para tratamiento adicional, donde permaneció durante más de un mes (a pesar de que los mediadores de la CEDEAO anunciasen que viajaría a Burkina Faso a principios de julio, ese viaje fue cancelado en el último momento).

Mientras tanto, a pesar de que los líderes del golpe regresaron oficialmente a los barracones, la ex­­­­­-junta permanece  en gran medida como una fuerza influyente tras las maquinaciones políticas en Bamako.  Al sacar fuerza como lo hacen, tanto del resentimiento popular de las élites tradicionales, como de la indignación por la división de facto del país, no se descartarán los hombres uniformados en materia de gobierno para el futuro inmediato,  pese a que la CEDEAO quitase a Sanogo de su posición de antiguo jefe de estado, que se le concedió como un aliciente en anteriores negociaciones.

Decenas de miles de malienses han atravesado las fronteras para buscar refugio en países vecinos (imagen de Mario Vega)
Decenas de miles de malienses han atravesado las fronteras para buscar refugio en países vecinos (imagen de Mario Vega)

Como si las cosas no pudiesen ir a peor, el Sahel atraviesa su tercera sequía en una década y expertos de Naciones Unidas estiman que cerca de 18 millones de personas a lo largo de la región hacen frente a una gran escasez de comida. El conflicto en curso agrava la situación en Mali, donde 3,5 millones de personas hacen frente al hambre, incluidas 320.000 personas que también se desplazan en el interior. Otras decenas de miles de malienses han atravesado las fronteras del país y se han refugiado en países vecinos en los que también se ha acentuado su propia escasez de alimentos. Burkina Faso, por ejemplo, se ha visto empujada al borde de la catástrofe con la llegada de 60.000 refugiados malienses que han traído consigo unos 150.000 animales de cría que no pueden mantenerse con el terreno de pasto disponible. Se acrecienta así el círculo vicioso, con la crisis política y los esfuerzos obstaculizados por controlar la propagación de enjambres de langostas del desierto que destrozan los cultivos; cuando tomaron la ciudad de Gao, los rebeldes saquearon los almacenes donde se habían almacenado previamente los productos químicos de control de plagas, entre otros materiales.

Toda esta situación deja a Mali y a sus socios internacionales en un momento de aprieto, tanto en África como más allá. Por una parte, independientemente de las profundas frustraciones sufridas por muchos malienses, civiles o militares, y por encima de la corrupción del anterior gobierno y su ineptitud a la hora de lidiar con la rebelión tuareg, se encuentra el derrocamiento del orden constitucional. Y esto tan solo seis semanas antes de las elecciones, un terrible precedente que, lejos de ser condenado correctamente, la junta rehuyó.  Por otra parte, a menos que se lleve a cabo una acción decisiva para desplazar rápidamente a los rebeldes tuareg y, aún más importante ahora, a los islamistas que fácilmente dejan entrar sin darse cuenta, es probable que consoliden su dominio en el norte y que creen un refugio seguro para terroristas, extremistas, criminales, y otros agentes desestabilizadores del orden. En conclusión, no hay una manera fácil para resolver la tensión entre la negativa por principios a aceptar la toma de poder inconstitucional y el interés de la comunidad internacional por mantener la integridad del territorio de Mali y garantizar el puente vital estratégico entre África del Norte y África Subsahariana.

Por este motivo, resulta comprensible que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, mientras se preocupa por el deterioro de la situación humanitaria y el incremento de las amenazas terroristas fuera de Mali, se abstiene prudentemente de un refrendo precipitado ante la petición de la CEDEAO de aprobar la intervención militar en el país. De cara al futuro, la secuencia de cuidadosos pasos estratégicos será la clave para lograr cualquier acercamiento viable y una resolución sostenible de la crisis.

J. Peter Pham es director del Michael S. Ansari Africa Centre en el Consejo Atlántico de Washington D.C.

[box type=”info”]En Kuwamba puedes leer el reportaje original en inglés[/box]

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