Antes de que los jóvenes de Túnez se movilizaran contra el dictador Ben Ali, mucho antes de que los egipcios tomaran las calles para acabar con Mubarak, Argelia había puesto banda sonora al secular descontento de la juventud del Magreb. Surgido como manifestación urbana del folclor musical de los años 60, el rai argelino deslumbró dos décadas después con la aparición de un grupo de cantantes que utilizaron los melismas propios de esta música cantada en árabe para desafiar al estado habitual de las cosas. Se llamó rai, que traducido podría entenderse como opinión, y se nutrió de aspectos de la cultura beduina, de la música de los bereberes de la Cabilia, de cierta influencia de música andalusí y, sobre todo, de la espléndida brillantez del pop contemporáneo. Ingredientes que, unidos a las voces versátiles de cantantes como Khaled, Rachid Taha o Chaba Fadela, convirtieron al rai argelino en el vehículo transmisor de quejas y aspiraciones de la juventud del Magreb. Sus canciones, que han topado con la prohibición de los gobiernos islamistas, anunciaron veinte años antes la nueva revolución que ya ha llegado a los países de la cornisa mediterránea de África.
Si en los años sesenta fueron el trompetista Bellamou Messaoud y el pianista Maurice El Médioni quienes sentaron las bases musicales del rai, no fue hasta finales de los años 80 cuando apareció la figura incuestionable de las músicas de Argelia. Khaled Hadj Ibrahim se crió en la ciudad de Orán escuchando las emisoras de radio españolas y, de niño, soñaba con cantar como Joselito. Eran los años 60, y Cheb Khaled ganaba unas monedas cantando en ceremonias de boda y circuncisión, porque no fue hasta 1988 cuando llegó para quedarse. Ese año publicó el disco Kutché, grabado junto al bajista y teclista Safy Boutella, se desprendió del familiar cheb (que en Argelia denomina al chico, mientras que chaba se aplica a las cantantes jóvenes) y comenzó una carrera musical que ha terminado por convertirle en la voz de referencia para la juventud magrebí.
Desde su disco homónimo de 1992, establecido ya en Francia para evitar los riesgos de la guerra civil argelina, Khaled ha encadenado seis producciones considerables (N’ssi N’ssi, Sahra, Kenza, Ya-Rayi y Liberté), ha protagonizado el disco antológico 1, 2, 3… soleils, grabado en 1999 en directo en París junto a Rachid Taha y Faudel, y ha consolidado la importancia del rai en los escenarios occidentales. Por el camino han quedado la violencia (que obligó a Khaled a viajar con protección policial permanente hasta hace pocos años) y la pérdida de compañeros de escena como el cantante bereber Lounes Matoub, que fue asesinado por un comando islamista en 1998, y el romántico Cheb Hasni, que cayó tiroteado por un fanático cuatro años antes en una callejuela de Orán.
Desgracias aparte, el sonido del rai debe mucho a la labor pionera de una mujer que se enfrentó a los convencionalismos machistas y a las prohibiciones políticas desde los años 60. Saadia El Ghizania, más conocida como Cheikha Rimitti, nació y murió analfabeta, pero convulsionó la escena musical argelina con canciones en las que hablaba de manera explícita de las discriminaciones por cuestión de sexo, de la infidelidad en el matrimonio, de fiestas y bebidas. Comenzó, como muchos otros artistas árabes, cantando en ceremonias de familia, y en 1952 grabó la emblemática canción Er-Raï Er-Raï. Afincada en París, desapareció de los escenarios hasta que en 1994 grabó el disco Sidi Mansour junto al guitarrista de King Crimson, Robert Fripp, y al bajista de Red Hot Chili Peppers, Flea. Aún tuvo tiempo de registrar el álbum N’ta Goudami antes de fallecer por un infarto el 15 de mayo de 2006. Rimitti tenía 83 años y dejó una nueva forma de entender el rai como música eléctrica, sin tanto abuso de sintetizadores como fue la característica de este sonido en los años 80 y 90. Su papel ha sido tan determinante como las músicas de la diva egipcia Oum Kalsoum fueron para el panarabismo en la segunda mitad del siglo XX, cuando países enteros se paralizaban para escuchar sus conciertos por radio. De esa tradición, más sosegada ahora, bebe la cantante Souad Massi, que con apenas cinco discos (Raoui, Deb, Mesk Elil, Acoustique y Ô Houria) encabeza la lista de dignas herederas de un universo musical que siempre ha estado asociado con la conciencia civil y la revolución en países del Magreb.
Carlos Fuentes es el autor de Semilla Negra. Periodista y crítico musical, durante las últimas dos décadas ha publicado artículos, entrevistas y reportajes sobre las músicas africanas en periódicos nacionales y en revistas especializadas como Rockdelux o Serie B.
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4 respuestas
Pa’ estilos combativos el haul saharaui, con este encanto de mujer http://www.youtube.com/watch?v=c9WnazvAl2I como máximo exponente. El listado de hoy buenísimo, aunque hecho en falta a mi argelina favorita http://www.youtube.com/watch?v=fsWvFvUP16o
N sel fik, tengo otra versio en disco en Barranquilla lo conocemos como puyalo ahi,