“Mi padre tocaba el acordeón y mis hermanos mayores también hacían música, quizá venga de familia el talento para cantar. Soy la primera mujer, y la única, que canta en mi familia de griots”. Fatou Guewel, popular cantante senegalesa que desde hace más dos décadas lidera el grupo Sope Noreyni, respondió sin ambages sobre las facilidades que tienen las mujeres africanas para dedicarse de forma profesional a la música. “Así que no puedo decir que alguien cercano me haya aconsejado que no cante”, puntualiza la diva africana, consciente de que no muchas mujeres africanas pueden decir lo mismo. Como ocurre en el resto del planeta, la mujer artista se enfrenta al reto de conciliar asuntos de familia y música. Más aún en África, donde las mujeres tienen un rol importante en la organización de la familia. Desde mediados de los años 80, Fatou Guewel mantiene una constante presencia en los escenarios de África occidental, pero quizá se eche en falta a este lado del mar que sus producciones discográficas tengan más protagonismo en la escena europea. Apenas el disco Fatou logró una edición en el sello alemán Sterns, y de eso ya han pasado muchos años.
Sirva este ejemplo para comenzar a hablar del papel de la mujer en la música africana, bastante menos reconocido que el rol protagonizado por sus colegas masculinos pese a la indiscutible categoría de cantantes como Oum Kalsoum, Miriam Makeba, Letta Mbulu, Cheikha Rimitti o Cesaria Évora, por citar algunos de los nombres más reputados del universo musical femenino en África. Con el trabajo de estas pioneras, la mujer africana ha ido ganando presencia en los escenarios del continente, también en su producción discográfica, y de cara al exterior ha exportado una nueva generación de cantantes y compositoras en la que destacan nombres como Rokia Traoré, Mayra Andrade, Hindi Zahra, Lura, Souad Massi, Oumou Sangaré o la debutante franco-malí Fatoumata Diawara.
Entre las artistas africanas, una debilidad para este cronista es la zimbabuense Stella Chiweshe, cantante de largo recorrido que ha logrado un lugar preferente en el panorama musical de su país. Y en especial, del instrumento tradicional llamado mbira, caja de madera con tiras de metal que se pulsan con los dedos pulgares de ambas manos. Un instrumento con cinco siglos de historia que en Zimbabue habitualmente ha estado en manos masculinas. Hasta que apareció Stella Chiweshe. Originaria de la villa agrícola de Mujumi, a medio centenar de kilómetros de la capital, Harare, Stella Rambisai Chiweshe Nekati pertenece a la etnia shona. Con apenas veinte años, a principios de los años 60, comenzó a tocar la mbira haciendo frente a determinadas tradiciones que no aconsejaban que una mujer se dedicara a tocar música. De hecho, Chiweshe fue una de las primeras mujeres zimbabuenses que asumió un papel importante en la cultura de su país. Ya en los años 70 participaba en ceremonias tradicionales étnicas que no eran bien vistas por el gobierno colonial británico. Y tuvo que esperar hasta 1974 para debutar en disco con el sencillo de la canción Kasahwa.
Pero lo mejor estaba por llegar. Finalizado el periodo de la colonial Rhodesia, la cultura jugó un papel primordial a la hora de construir una identidad nacional diferente, como ocurrió en muchos países de África. Durante el lustro siguiente, Stella Chiweshe entregó hasta dos decenas de sencillos a la discográfica Teal Records. Como líder del grupo Earthquake y miembro titular de la Compañía Nacional de Danza de Zimbabue, Chiweshe se convirtió en una figurar popular en la cultura nacional, en una suerte de versión femenina de Thomas Mapfumo, otro personaje esencial para analizar la música centroafricana del siglo pasado.
[quote]El colofón de esta época dorada tuvo forma de película, en la que Chiweshe encarnó el papel de la heroína nacional Ambuya Nehanda. [/quote]
A esta figura mítica de la reivindicación africana dedicó luego, ya en 1987, su disco más conocido en la escena europea, Ambuya?, editado en el sello alemán Piranha Records. En 2005, tras completar una gira por los principales países de Europa, Stella Chiweshe fue galardonada como mejor intérprete de mbira en los premios de la música de Zimbabue. De ese año es la publicación, también con Piranha, de Double check, un doble disco que recopila su repertorio más granado.
En la selección musical de este Semilla Negra suena la música mbira de Stella Chiweshe, pero también repetimos apuesta femenina con dos valores seguros: la reina de la morna caboverdiana Cesaria Évora y la gran dama de la canción sudafricana Miriam Makeba. Junto a estas leyendas, en una hoja de ruta en la que priman nombres menos conocidos por el oyente occidental, se escuchará a la vocalista liberiana Fatu Gayflor, los melismas de la cantante argelina Souad Massi, los ritmos bailables del Congo en la voz de Mpongo Love, también la mbira renovada de Chiwoniso, liderado por la hija de emigrantes zimbabuenses Chiwoniso Maraire, la cantante de música haul argelina Hasna El Becharia y, ya con una perspectiva más contemporánea, dos hijas de la diáspora africana que se encuentran cómodas con las nuevas corrientes del pop, las cantantes de raíces nigerianas Ayo y Asa. Y, por supuesto, con la senegalesa Fatou Guewel, verdadera líder en la sombra del pelotón de cantantes femeninas en su país.
Entrevista a Fatoumata Diawara, en Casa África
Carlos Fuentes es el autor de Semilla Negra. Periodista y crítico musical, durante las últimas dos décadas ha publicado artículos, entrevistas y reportajes sobre las músicas africanas en periódicos nacionales y en revistas especializadas como Rockdelux o Serie B.
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