Ejerció como profesor pionero de la enseñanza del español en Senegal e hizo suya la batalla de los alumnos para lograr la apertura de un aula del Instituto Cervantes en Dakar. Pero era, sobre cualquier cosa, un amante de las músicas cantadas en español en Latinoamérica. Esos sonidos pegajosos destinados a las verbenas y las pistas de baile que se convirtieron en una gran herramienta práctica para que una generación entera de jóvenes africanos aprendiera el idioma castellano en los años sesenta. Amadou Ndoye, el amigo africano que hoy protagoniza el recorrido musical de Semilla Negra, merece ver reconocida su figura en ámbitos mayores que la enseñanza. “Es que la letra con música entra”, era una de sus bromas verdaderas para explicar por qué los jóvenes senegaleses, pero también muchos gambianos, malienses y guineanos optaron por aprender la lengua española en África. “Para entender las letras”, admitía el profesor, de artistas como Miguel Matamoros, Benny Moré y Orquesta Aragón.
Las huellas de la música latina en el corazón de África, que ya hemos repasado en anteriores ediciones de este espacio musical, se explica por la proyección a nivel internacional que las músicas caribeñas, en especial los ritmos cubanos, disfrutaron a partir de los primeros años del siglo pasado. Desde su éxito mayor en Nueva York, los sonidos cubanos se popularizaron en casi todo el planeta. Y África, sobre todo los países del oeste del continente, no fue una excepción. Ya a mediados del siglo XX la presencia creciente de Cuba en el escenario político africano ayudó otro tanto a la entrada de músicas isleñas en África. Senegal, Mali y Guinea vieron llegar sonidos cubanos como el cha cha chá, el bolero y la rumba. Luego vendrían la salsa y la timba bailables. En la capital senegalesa, por entonces de celebración por la independencia recién conquistada, surgió una escena cultural trepidante. Sus protagonistas eran conjuntos ya de leyenda como las orquestas Star Band, Baobab, Number One de Dakar y Super Êtoile de Dakar. Y en los clubes de Bamako (Mali), en especial en el restaurante del hotel de la estación de trenes, se dieron cita bandas como Les Ambassadeurs y la orquesta Super Rail Band, con músicos que luego gozarían de prestigio en el extranjero como el cantante Salif Keita o el guitarrista Djelimady Tounkara.
También escuchamos en un programa anterior al que se considera pionero en la interpretación de ritmos latinos en África: el salsero de origen gambiano Laba Sosseh, primer cantante africano que obtuvo un disco de oro. Su trayectoria compitió en éxito con la entrada de discos singles latinos con artistas de la talla del trovador cubano Abelardo Barroso, el popular Dúo Los Compadres con el luego famoso Compay Segundo, la Banda Gigante liderada por Benny Moré y, con mayor recorrido en el tiempo, las piezas bailables de la orquesta Aragón, sin duda, la banda cubana más popular en África durante el último medio siglo. “A veces creo que es un grupo africano más”, explicaba Amadou Ndoye sobre el cariño africano por la Orquesta Aragón, “tiene tantos seguidores en Senegal, en Gambia, en Mali y en Guinea como pueda tenerlos en Cuba o en Colombia”. Aquel día, el profesor que bailaba cha chá chá se alegró al comprobar que una biografía publicada por el historiador cubano Gaspar Marrero sobre el conjunto fundado en 1939 por el contrabajista Orestes Aragón Cantero subraya el papel que la audiencia africana jugó en el auge de la Aragón a partir de los setenta.
También en el centro de África latían los ritmos caribeños. Bajo la influencia del jazz afrocubano nació el soukous, una suerte de rumba congoleña que gozó de una posición de jerarquía durante los años cincuenta y sesenta en la región de los Grandes Lagos. En una escena cultural que no se ha vuelto a repetir hubo músicos de enjundia como Joseph “Grand Kallé” Kabasele, líder de la orquesta African Jazz en la que militaba el cantante Tabu Ley Rochereau, quizá la voz más popular del soukous congoleño. También tuvo su momento la Orchestra Kinshasa Jazz, más conocida por su acrónimo OK Jazz y luego famosa en casi todo el continente por su influyente guitarrista, Franco Luambo. Artistas nuevos como Papa Wemba recogieron luego el testigo de los pioneros del soukous, ya que lograron ampliar el alcance de esta música bailable entre la gran colonia de emigrantes africanos en Europa, que conoció la importancia de músicos como los cantantes Wendo Kolosoy y Pépé Kallé en sus poblaciones de origen.
Con estos sonidos calientes se nutre el espacio que dedicamos a la memoria del profesor Amadou Ndoye. De algunos pioneros de lo latino en África a las leyendas del son, la rumba y el cha cha chá cubanos. De Arsenio Rodríguez (Bruca manigüá, Para bailar el montuno) al maestro Miguel Matamoros (Son de la loma, Frutas del Caney) y el trovador Guillermo Portabales (Guantanamera, Cuando salí de Cuba). Con un danzón (Tres lindas cubanas) y un cha cha chá (El bodeguero) interpretados por la Orquesta Aragón para conectar con varios de sus pares africanos. Como Manu Dibango, atlético saxofonista camerunés, quizá la aportación africana de mayor calado a la escena latina con su alianza de tantos años con la Fania All Stars. Y para acabar este homenaje sonoro, la versión original que Héctor Lavoe y Willie Colón grabaron en 1970 de la pieza “Che che colé”, una de esas canciones que luego cruzaron fronteras al son de un coro contagioso que conecta dos mundos musicales: “Vamos todos a bailar al estilo africano / si no lo sabes bailar, yo te enseñaré, mi hermano”.
Carlos Fuentes (@delocotidianocf) es el autor de Semilla Negra. Periodista y crítico musical, durante las últimas dos décadas ha publicado artículos, entrevistas y reportajes sobre las músicas africanas en periódicos nacionales y en revistas especializadas como Rockdelux o Serie B.
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Un comentario
Muy interesante su artículo. Fui amigo de Amadou Ndoye y también investigo sobre los temas que usted trata en ese ensayo. Le cuento que la canción «Che che colé» está inspirada en una antigua canción infantil de los Fanti del sur de Ghana. Su letra original dice en parte
Che che kule, che che kule (manos en tu cabeza)
Che che kofisa, che che kofisa (manos en tus hombros)
Kofisa langa, kofisa langa, (manos en tus caderas)
Co co shi langa, co shi langa, (manos en tus rodillas)
Koom ma dye day, koom ma dye day, (ahora toca el piso y brinca)
Ya!
Aparentemente Willie Colón aprendió esa canción de un amigo ghanés y la adaptó a su orquesta manteniendo el coro… Luego la grabó la banda de afrorock Osibisa.
Un abrazo solidario.