Por Rosebell Kagumire. Las naciones africanas “liberadas” han luchado por establecer una cohesión interestatal e intraestatal desde que la colonización terminó formalmente (para la mayoría de los Estados) hace unos 60 años. Pocos países han permanecido indemnes y sin cicatrices de los traumas de la guerra, causados tanto por la lucha por la independencia como por las disputas de poder posteriores a la independencia. No se comprende la tarea que tienen ante sí los africanos que se dedican a los movimientos en pro de la paz sin apreciar la destrucción, la reconstrucción y la distorsión de las culturas de paz que disfrutaron en su día las naciones precoloniales africanas. El colonialismo era violencia, y esa violencia ha sido heredada, así como el trauma que llevamos como individuos y como colectivo.
Volver a entender el significado de las palabras “paz” y “seguridad” en el continente requiere un alejamiento de los enfoques coloniales en la construcción de naciones, la gobernanza, la justicia y la coexistencia. La erudita feminista Audre Lorde lo expresó acertadamente: “Porque las herramientas del maestro nunca desmantelarán la casa del maestro”. De manera significativa, los Estados construidos colonialmente y las fronteras brutalmente trazadas siguen siendo una imitación, si no una extensión, de la maestría colonial.
Las batallas sobre los territorios para hacer cumplir los nuevos Estados africanos creados por la fuerza causaron indecibles sufrimientos tras la independencia. Los Estados africanos contemporáneos, como construcciones coloniales, han caído entonces en los patrones coloniales de extracción y explotación de tierras, personas y otros recursos, basándose en las hegemonías de poder étnico sin abrir espacio para la participación significativa de las naciones colonizadas (en contraposición a las tribus). Los conflictos en África pueden verse igual como una extensión de las políticas neocoloniales como una búsqueda de muchas naciones brutalizadas y borradas para fusionar en una. La búsqueda de la autodeterminación sigue siendo un factor desencadenante clave, ya que pocas élites quieren disfrutar del poder sin dejar espacio a nuevos entendimientos de identidad y autogobierno.
En las últimas tres décadas, los conflictos interestatales han disminuido. Hoy en día, más del 90% de los conflictos son conflictos intraestatales, ya que la presión se ha acumulado dentro de los Estados y muchos grupos están presionando para que se establezca un sistema más representativo y se comparta el poder, lo que daría lugar a un mejor contrato social para los ciudadanos africanos. El estudio de la naturaleza y las causas de los conflictos en África y de los diversos mecanismos de solución debe examinar de forma crítica los procesos fallidos de descolonización, tanto por factores internos como por la dificultad de la búsqueda del autogobierno en un orden mundial que depende del control de los imperios hegemónicos.
Sin profundizar en legados coloniales y tendencias neocoloniales donde la autodeterminación y las voces de las comunidades permanecen en la periferia, se corre el riesgo de caer en la simplificación, las narrativas convenientes y los prejuicios sobre los africanos siempre en lucha. Los conflictos en África se producen en un mundo racista, capitalista, patriarcal e imperialista. La violencia sancionada por el Estado, la falta de prestación de servicios por parte del Estado, la tendencia al autoritarismo no son una creación africana, sino más bien una imitación y continuación de las mismas formas en que estos Estados llegaron a ser. El monopolio del poder por unos pocos que no sirven a la población es el corazón de muchos conflictos y la forma en que los africanos deben ser controlados y explotados sigue vigente desde el colonialismo.
La legitimidad del Estado es difícil de alcanzar principalmente porque una construcción colonial nunca fue un Estado legítimo y los errores y percances de los últimos seis decenios tienen su origen en la lucha por sustituir los Gobiernos coloniales por gobernantes de élite locales africanos igualmente brutales. La colonización fue un proceso de degradación, superarlo significa que hemos de mirar más allá de las formas en que Europa definió a África y repensar nuestro futuro. También requiere una mirada mucho más allá de la colonización.
Mientras que las guerras y los frentes con grupos armados que responden de igual manera se han reducido significativamente, el monopolio estatal de la violencia plantea problemas de seguridad, entre ellos el mantenimiento de una estructura de poder que permite la violencia contra las mujeres, los niños y las minorías. Los Estados y líderes africanos deben cuestionar continuamente los mismos fundamentos de este Estado “moderno”. Explorar nuevas posibilidades de gobernabilidad. Invertir en la paz significa invertir en desaprender el imperialismo internalizado, la violencia racial y sus dicotomías y jerarquías de género.
Desde los conflictos violentos hasta las sociedades en transición, pasando por las que luchan por los ideales democráticos, se requieren nuevos enfoques estructurales. La eliminación de las fronteras, abordando los actuales desafíos de seguridad para las naciones y nacionalidades históricamente marginadas, el género y las minorías sexuales es esencial. Y también lo es la construcción de una nueva infraestructura de paz que aproveche los conocimientos autóctonos sobre la prevención de conflictos y la cohesión social que han sostenido a la mayoría de las sociedades a pesar de la inestabilidad. Por lo tanto, es necesario desprenderse de las fronteras estatales impuestas y de las relaciones que no sirven a las poblaciones africanas.
La explotación de los recursos naturales y la perpetuación de la pobreza siguen siendo un desafío para la paz, fomentando los conflictos violentos, los desastres ecológicos y el cambio climático. En particular, se acentúan las vulnerabilidades a medida que más multinacionales se desplazan a comunidades para extraer recursos sin que nada cambie en las vidas de estas poblaciones. Desde el Congo hasta Sierra Leona, pasando por Costa de Marfil y la República Centroafricana, el control de los recursos naturales ha estado en el centro de varios conflictos. Es preciso desmantelar la economía política que sigue negando a las poblaciones africanas una parte justa de sus recursos naturales, lo que amplía la desigualdad social igual que pone a las comunidades en peligro de conflicto.
La seguridad humana en África no puede garantizarse plenamente si los principales países imperiales del mundo se encuentran entre los mayores proveedores de armas a África, mientras insisten en retóricas sobre la estabilidad en el continente. La desmilitarización no puede ocurrir con el capitalismo racial aún gobernando e intacto. Las recientes presiones ejercidas sobre Francia para que ponga fin a la explotación colonial de 14 países africanos y a la utilización de una moneda con denominación europea son pasos importantes hacia el establecimiento de la estabilidad, la paz y la autonomía económica de esas naciones.
Se han establecido masculinidades militarizadas en el Estado y la comunidad para negar la plena participación de las mujeres y las minorías en los asuntos públicos. Los dominantes abren algunos espacios para la representación de las minorías solo por conveniencia política. La participación inclusiva en el camino hacia la autodeterminación como pueblo es vital. El despliegue de la interseccionalidad en los enfoques actuales de la cultura de paz nos lleva a mirar más allá de lo binario, ya sea el género u otras identidades. Abordar la exclusión de las mujeres, en particular de las mujeres de las comunidades indígenas y de las etnias más pequeñas para las que el camino de la democracia neoliberal nunca puede servir es parte de esta lucha.
Las cuestiones de la memoria, la memorización son un aspecto esencial. Cómo hacer frente a la búsqueda de aquellos con poder para enterrar historias específicas tanto de conflicto como de unión/cohesión. ¿Dónde está el lugar de la memoria? ¿Por qué debería surgir el debate de “es justicia o paz”?
Por último, África, al igual que el resto del mundo, está haciendo frente a nuevos desafíos para la seguridad humana, como la pandemia de la COVID-19, en la que se ha concretado el poder del Estado, el uso de la crisis sanitaria para responder violentamente a las poblaciones. El militarismo, en nombre de la protección, pone en pausa una amenaza. ¿Redefinirá la pandemia el programa de paz y seguridad? ¿Caerán los presupuestos para la guerra en favor de la investigación de nuestra salud para orientar la construcción de sistemas más sólidos que sirvan a los marginados actuales? Las poblaciones ya vulnerables que han quedado fuera están soportando la carga más pesada. Reforzar las viejas estructuras de poder de los políticos individuales, países y regiones podría ser un factor de inestabilidad.
Ahora más que nunca, necesitamos ver la transformación y/o reconfiguración de los Estados desde sus orígenes hacia un sistema más adecuado. Las nociones de Estado que pasan por alto las filosofías africanas de ubuntu y la seguridad humana en favor de las nociones impuestas por el imperio impiden que el continente actualice la paz.
La ugandesa Rosebell Kagumire es escritora feminista, bloguera y analista sociopolítica. Responsable de la plataforma panafricana African Feminism (AF), que documenta experiencias de africanas. Recibió el Premio Anna Guèye 2018 (Africtivistes) por su trabajo sobre democracia digital, justicia e igualdad. Máster en Estudios de Medios de Comunicación, Paz y Conflictos por la Universidad para La Paz (Costa Rica), también estudió Liderazgo Global y Política Pública en la Harvard Kennedy School y Conflictos No Violentos en la Fletcher School of Law and Diplomacy. Licenciada en Comunicación en la Universidad de Makerere, editó Challenging Patriarchy: The role of patriarchy in the rollback of democracy.
El libro «Guerra y paz en África. Visiones retrospectivas de un continente buscando la paz» es una publicación colectiva de Casa África con Libros de La Catarata. Editado, coordinado y traducido por Dagauh Komenan, cuenta con las firmas de Rosebell Kagumire, Néstor Nongo, Tatien Nkishima, Lako Ouattara, Dougoukolo Alpha Oumar Ba Konaré, Salomé Ntububa, Karen Namain Pong, Bakary Traoré, Fichanfre D. J. Nkwain Ngamfon, Patricia Akoth Buore, Ruth Adimula Abiola, Knva Via Jean-Alda Gouledehi, Kuotourou Ange Fidele Kra, Laurent Kasindi, Hortense Djomeda, Price F. Y. McApreko, Frank Djan Owusu, Patrick Kabou, Peter Obi Oneyigwe, Claude Franck About, Rahmane Idrissa, Jean-Arsène Yao y Moïse Kouassi. Se trata de un libro compuesto en exclusiva por análisis de autorse africanos, que aporta una visión más realista de los conflictos en el continente y las vías para lograr una paz duradera. Saldrá a la venta el próximo 23 de noviembre.