Se aproxima la fecha de unos comicios al Parlamento Europeo en las que previsiblemente se hablará demasiado del miedo a los migrantes y muy poco de cómo debería de ser la relación entre Europa y África
El próximo 9 de junio tenemos una nueva cita con las urnas. En este caso, tocan elecciones europeas, unas elecciones que vendrán solas, es decir, que será difícil convencer al electorado en un mes ya de por sí caluroso, que huele ya a vacaciones y en el que la gente piensa más en la playa y el descanso que en obligaciones ciudadanas, de que acuda un domingo a votar para decidir el destino de una institución como el Parlamento Europeo.
Las europeas llegarán en un momento de alto voltaje para Europa, en el que suenan los tambores de guerra ante la creciente belicosidad de Vladímir Putin y las consiguientes amenazas nucleares. Sin embargo, el gran temor será (al menos para mí) cuantificar el avance de la extrema derecha por todo el continente europeo, en unos comicios en los que se hablará de la ampliación al este, de la inteligencia artificial y, mucho, de migraciones.
Las encuestas que empiezan a publicarse van en esa dirección. De hecho, la más llamativa (Euronews) nos dice que en cuatro de los seis Estados miembros fundadores de la UE (Países Bajos, Bélgica, Francia e Italia) los ganadores serán abiertamente euroescépticos. Eso no quita que la encuesta a nivel de toda Europa arroje que el 75 % de la teórica composición del nuevo Parlamento Europeo será proeuropea, pero sí creo que es significativo señalarles la tendencia que nos espera en muchos de los países que fundaron la propia Unión.
Pero mi principal temor es la constatación de que, en ese diálogo, en esa presencia de la migración en los debates y programas electorales, la extrema derecha ya ha ganado la madre de todas las batallas: el marco narrativo, es decir, los términos con los que hablamos y discutimos sobre la migración y las personas que migran hacia Europa.
No se va a discutir sobre su necesidad, es decir, sobre el impacto económico y de aportación de mano de obra que los migrantes suponen para nuestras sociedades envejecidas, o sobre las fórmulas que podríamos ponernos a buscar para que, en el marco de acuerdos de formación profesional y de experiencias de migración circular, encontremos vías legales y seguras para que pare esta sangría de muertes en la mar.
Lo que se va a discutir es exclusivamente la necesidad de blindar cada vez más nuestras fronteras ante la amenaza de movimientos migratorios desde diversos puntos del sur: de África, principalmente, pero también de Siria o (y esto costará oírlo, pero está lamentablemente en el fondo de todos los debates) de Palestina.
Las migraciones siempre planteadas como amenaza, incluso como arma geopolítica usada por potencias extranjeras. Vamos a ir a votar, como pretenden algunos, con el miedo como principal motor.
En este sentido, y siendo Canarias una tierra en la que nos impacta de manera especial el fenómeno migratorio, en la que estamos viviendo unos años con cifras y tendencias récord, creo que hay un elemento relacionado con las elecciones europeas que debería interesarnos muchísimo más que la propia llegada de cayucos, y que está en el fondo, en la raíz, de nuestro presente y, sobre todo, de nuestro futuro como archipiélago canario: las relaciones entre Europa y África.
En múltiples ocasiones, con anterioridad, he defendido la necesidad de replantearnos las relaciones europeas con África desde todos los puntos de vista, no solo geoestratégico o económico. En múltiples ocasiones también, frente a documentos o declaraciones de líderes europeos, tuve la esperanza de que se revisara nuestra relación y de que se refundara la asociación con bloques como la Unión Africana que decimos querer establecer.
Sin embargo, también he de decir que esta esperanza se ha visto defraudada en demasiadas ocasiones y que, a pesar de que se nos llene la boca con buenas intenciones y adoptemos un nuevo lenguaje para definir esa asociación, los pasos positivos que se dan en este sentido acaban, en mi opinión, siendo anulados por gestos únicamente dominados por este miedo migratorio del que les hablo.
Esta misma semana, por ejemplo, se anunciaban cuatro acuerdos entre la Unión Europea y la Unión Africana para reforzar los sistemas sanitarios en África. Cuatro proyectos ambiciosos por valor de 123 millones de euros enmarcados en la iniciativa Team Europe (Equipo Europa) de la Comisión, que irán a reforzar la prevención e investigación contra nuevas pandemias, por ejemplo, o para reforzar los sistemas públicos de salud. Entre los países implicados en esta cooperación sanitaria aparece España.
Sin embargo, y en el otro lado de lo que les digo, hace tan solo una semana la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, aparecía junto a cuatro presidentes europeos (los de Italia, Chipre, Austria y Bélgica) para hacerse una foto junto al presidente egipcio, Al Sisi, y prometerle la friolera de 7400 millones de euros en los próximos cuatro años en un paquete de ayudas centrado en el control migratorio. Lo mismo que Europa ya ha hecho con Túnez, con Mauritania y con Marruecos.
Estamos centrando, pues, todo el esfuerzo de la colaboración euroafricana en la gestión de los flujos migratorios a través de la llamada externalización de las fronteras. Y me temo que simplemente estamos poniendo un parche muy caro a un fenómeno al que le quedan muchos años de recorrido, vistas las perspectivas demográficas africanas, el incremento de la conflictividad, el cambio climático, las injerencias de potencias como Rusia y China, además de las pirámides poblacionales europeas y la enorme necesidad de mano de obra que implicará el que Europa quiera seguir manteniendo su calidad de vida.
Es necesario que el principal esfuerzo europeo se centre en iniciativas de desarrollo como esta sanitaria que les acabo de mencionar. Las cifras hablan por sí solas: en materia sanitaria, se ha anunciado un proyecto estrella que solo supone un 2 % del dinero que le hemos entregado en mano a un general para que Egipto nos evite la llegada de migrantes solo para los próximos cuatro años, lo que deja claro que al finalizar ese periodo habrá que volver a pasar por caja (la de este y otros regímenes de, en algunos casos, dudosa integridad democrática).
Necesitamos cooperación de la de verdad, la que mejora la vida de los africanos, una nueva asociación entre la Unión Europea y la Unión Africana que realmente sea provechosa para todos nosotros y deje de jugar exclusivamente con la amenaza de oleadas de cayucos o multitudinarios saltos de la valla.
Porque una inversión europea bien dirigida puede convertirse en una poderosa palanca que promueva un crecimiento económico sostenible en África. Necesitamos una UE que apoye a las sociedades civiles y al sector privado africanos, que coopere para reforzar sanidad y educación y para incidir en la formación de los jóvenes de ese continente, la puesta en común de conocimientos e innovación y un sano intercambio de pareceres con nuestros socios africanos sobre la manera en que podemos y debemos imaginar nuestro futuro juntos.
Una parte fundamental de esa Unión Europea que quisiera que me representara en el mundo debería ser la gestión humana e inteligente de las migraciones que nos llegan desde África. Se empieza a hablar, y se empieza a trabajar con proyectos piloto de formación profesional en África en los empleos que directamente las empresas canarias, españolas y europeas no pueden cubrir. Verdaderos proyectos de migración circular que si se multiplicasen podrían abrir caminos para disponer de vías legales y seguras por las que migrar. El Gobierno de Canarias, por ejemplo, está trabajando en este sentido.
Considero que estamos moviéndonos en la buena dirección en lo que se refiere a la política exterior española en África, de la que forma parte Casa África, y también pienso que tenemos la capacidad de moldear una Unión Europea que sea consciente de nuestra interdependencia en el planeta y que sea capaz de crear bienestar y sostener a las personas dentro y fuera de sus fronteras. Por todo ello, estoy convencido de que estas próximas elecciones europeas son importantes, y muy especialmente importantes para Canarias y para España. Estamos a la espera de las declaraciones públicas de los que serán candidatos.
Artículo de José Segura Clavell, director general de Casa África, publicado el 22 de marzo de 2024 en Kiosco Insular y eldiario.com y el 23 de marzo de 2024 en Canarias7.
Un comentario
La legalización administrativa de todas/os los inmigrantes la concesión de visados que es absolutamente restrictiva en el consulado español en Dakar y por supuesto la inversión en formación de la juventud africana, serían medidas reales de cooperación.