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Derechos de las mujeres en Senegal: víctima oculta de los juegos políticos y la represión

Derechos de las mujeres en Senegal: víctima oculta de los juegos políticos y la represión
Imagen: Orna Wachman en Pixabay. https://pixabay.com/es/users/ornaw-8155178/?utm_source=link-attribution&utm_medium=referral&utm_campaign=image&utm_content=5251408">Orna Wachman en Pixabay

El estado de la democracia, la justicia y la libertad en Senegal está en cuestión desde hace ya un tiempo. En 2021, las tensiones políticas aumentaron tras una serie de cuestionables procesos judiciales contra la figura principal de la oposición, Ousmane Sonko, alcalde de la capital de la región sur de Casamance en Senegal, Ziguinchor. Esto generó preocupación sobre la politización del sistema judicial y el retroceso democrático ya que Sonko es inmensamente popular entre las generaciones más jóvenes, que representan una gran parte de la población de Senegal, y es un crítico acérrimo del presidente en ejercicio, Macky Sall. Es fácil ver cómo Sonko se ha convertido en una piedra en el zapato del gobierno, especialmente porque ha logrado movilizar exitosamente al país cada vez que alguien en el poder ha intentado tomar medidas controvertidas en su contra.

Criticar a Macky Sall no ha sido tarea difícil. Senegal tiene previstas elecciones presidenciales para febrero de 2024. Aunque la Constitución de 2001 limita los mandatos presidenciales a dos períodos de siete años y la enmienda constitucional de 2016 los acortó a cinco años, durante los últimos tres años Macky Sall no ha dejado claro si participará o no en las elecciones del próximo año. Finalmente, el pasado 3 de julio, dejó claro sus intenciones de no postularse. Durante este tiempo, cada vez que la gente salió a las calles para advertir sobre los ataques a la democracia, se desencadenó una represión brutal contra las protestas. La violencia policial, los arrestos y los ataques a periodistas, así como los cortes de internet y comunicaciones, han ido en aumento bajo el presidente actual.

Desde su independencia en 1960, Senegal ha sido aclamado como un faro de la democracia y la estabilidad en una región de África Occidental bastante volátil. Los golpes de Estado se han convertido en algo común en la política de muchos de los países vecinos. En las últimas décadas también se ha producido un aumento del extremismo religioso violento en el Sahel. Hasta ahora, Senegal ha logrado mantenerse al margen de ambos fenómenos, con una transición política a la independencia pacífica y democrática. Esto también lo ha convertido en el país favorito de las organizaciones internacionales donantes y en un socio comercial confiable del norte global. Además, Senegal acaba de empezar a explotar sus reservas de petróleo en alta mar y espera obtener los primeros beneficios este año.

El presidente Macky Sall mantiene el país en un limbo peligroso

Sall llegó al poder en 2012 prometiendo respetar los límites del mandato presidencial. De hecho, en muchos aspectos, la situación de 2012 es sorprendentemente similar a la de hoy. Abdoulaye Wade, presidente en ese momento, argumentó que su primera elección al cargo en 2000 se ajustaba a las disposiciones de la anterior constitución de Senegal, que no incluía límites de mandato presidencial. Según él, la Constitución de 2001 solo podría aplicarse en este sentido a partir de su segundo mandato, lo que le permitía presentarse como candidato nuevamente. Esta interpretación fue finalmente aceptada por el Tribunal Constitucional. Una ola de protestas sacudió el país, lo que le dio a Macky Sall, el principal competidor de Wade, más razones para desacreditar a su contendiente. Teniendo en cuenta que el propio Sall llegó al poder gracias a la reacción a los intentos de Wade de eludir la constitución, su prolongada evasión sobre la posibilidad de presentarse a un tercer mandato ha sido aún más preocupante.

Durante los últimos tres años, Sall ha intentado reproducir la estrategia de Wade en 2012. Desde que se aprobó la enmienda de 2016 durante su primer mandato (2012-2019), Sall ha afirmado que la limitación solo debería aplicarse a partir de su reelección. Es el mismo movimiento que rechazó cuando Wade intentó lo mismo en 2012 y que le ayudó a llegar al poder. Ahora Sall afirma que, aunque no volverá a presentarse, no sería inconstitucional por su parte hacerlo si quisiera. El silencio intencionado de Sall y sus respuestas ambiguas con respecto a su potencial candidatura en 2024 durante los últimos tres años han generado muchas críticas exigiéndole que aclare sus intenciones. Ousmane Sonko ha estado a la cabeza de esta lucha.

Los derechos de las mujeres: eclipsados por las maquinaciones políticas

La protesta convocada por Sonko el 1 de junio fue desencadenada por el veredicto de un juicio en su contra por presunto delito de violación, hechos por los que ya había sido acusado y brevemente arrestado en 2021. Su detención desencadenó entonces la primera de una serie de protestas a favor de Sonko que se saldaron con la muerte de 14 personas, y que el gobierno a día de hoy aún no ha investigado. Después de cinco días, Sonko fue liberado bajo fianza, pero su denunciante y potencial sobreviviente de violación, Adji Sarr, ha tenido que esperar dos años a la celebración del juicio. Durante este tiempo, ella ha vivido en completo aislamiento, recibiendo insultos y amenazas de muerte por parte de los seguidores de Sonko y supuestamente incluso del propio Sonko por atreverse a hablar en su contra.

Dos años también es la sentencia penal que Sonko acabó recibiendo el 1 de junio, causando protestas con un balance de al menos 16 muertes. Sin embargo, la sentencia no lo condena por violación, delito por el cual fue absuelto. El cargo oficial que ha puesto en duda su elegibilidad para presentarse a las elecciones del próximo año y que ha llevado a miles de personas indignadas a las calles fue «corrupción de jóvenes».

Una conclusión críptica para un caso saturado de inconsistencias, como testimonios dudosos y grabaciones filtradas sugiriendo que personas cercanas al gobierno manipularon a Sarr, ofreciéndole premios a cambio de construir un caso contra Sonko. En lugar de reconocer la dinámica de género desigual en juego, la referencia ambigua a «menores» – Adji Sarr tenía 20 años cuando Sonko la violó según su testimonio – es una gran ofensa y un retroceso en los derechos de las mujeres de un país donde la violación fue oficialmente criminalizada en 2020. Y además demuestra lo difícil que es probar el delito de violación. Especialmente si el entorno tiende a ser desfavorable para la sobreviviente de dicho crimen. El entorno que atrapa las conversaciones en el ciclo del «él dijo, ella dijo» o comentarios sobre la apariencia de la víctima, ya sea como demasiado sexual o sin mostrar suficiente «victimización». Todo lo que ocurrió en el caso de Sarr contra Sonko.

Después de ser acusado en 2021, Sonko admitió haber visitado el salón de belleza donde trabajaba Sarr para tratar su dolor de espalda. Desde que comenzó el juicio el 16 de mayo, no se ha presentado a ninguna audiencia judicial. Ha acusado a Sall, Sarr y al sistema de justicia de conspirar en su contra, ha boicoteado el tribunal y ha justificado sus ausencias argumentando supuestas amenazas a su seguridad. Es preocupante que un político de alto perfil acusado de enviar amenazas de muerte a una mujer que lo acusa de violación tenga miedo por su propia seguridad y boicotee el sistema de justicia.

Mientras esto ocurre, Sonko se ha estado defendiendo en las calles en lugar de en la sala del tribunal. Ha acusado al gobierno de corrupción y de politizar la justicia desviando la atención de las acusaciones de violación y haciendo el juego a los intentos de Sall de desacreditar a sus oponentes. La verdadera tragedia de este caso de violación mediático es que la mayoría de lo que Sonko dice contra el gobierno es cierto. Sin embargo, exponer el retroceso democrático bajo Macky Sall no debe hacerse a expensas de los derechos de las mujeres y de abordar la violencia de género. De hecho, las maquinaciones políticas en la cúspide del poder hacen difícil creer que esto no se esté haciendo intencionalmente.

Los jóvenes: una pieza clave en el enfrentamiento entre Sall y Sonko

Sería incorrecto no mencionar a los jóvenes que también han estado muriendo en las calles de las principales ciudades senegalesas en los últimos días. Sonko se ha vuelto inmensamente popular, especialmente entre los jóvenes senegaleses, que representan una gran parte de la población, muchas veces desempleada y desesperada. De hecho, muchos de estos hombres senegaleses están dispuestos a abandonar todo y emprender peligrosos viajes hacia Europa, arriesgando sus vidas en busca de un futuro económicamente estable.

Sintiéndose olvidados e ignorados por un gobierno tras otro, muchos ven la campaña de Sonko como un símbolo de sus propias luchas personales. Atraídos por su discurso antiestablishment, Sonko se ha convertido en su héroe revolucionario. Es un candidato al que escuchan, incluso cuando les dice que tomen las calles hasta que el presidente Sall sea desahuciado del poder en un contexto de represión cruenta de la protesta. Pero el duelo entre Sonko y Sall se interpreta únicamente a través del prisma de la lucha de David contra Goliat, y nadie se preocupa realmente por lo que le pasó a Adji.

Si bien Sonko obtiene su principal apoyo de los jóvenes senegaleses, el veredicto ambiguo de «corrupción de los jóvenes» no puede sino adquirir un doble sentido. Es como si el sistema de justicia, claramente subordinado a la voluntad del presidente actual, estuviera deliberadamente incitando la tensión y la violencia en todo el país antes de las elecciones del próximo año. Aunque algunos manifestantes podrían interpretar el veredicto como un ataque a la identificación que sienten con su líder, la referencia a las relaciones sexuales con una mujer adolescente que la sentencia del tribunal hace se pierde nuevamente en las maquinaciones de las élites políticas.

«Lo siento, cariño, simplemente no eres lo suficientemente atractiva como para ser violada»

Después de que Sarr acusara a Sonko de violación, él respondió que si violara a una mujer, elegiría a una que fuera hermosa y no a una que pareciera un mono que ha tenido un derrame cerebral. Hace solo unos años, cuando E. Jean Carroll acusó a Donald Trump de violarla en un probador de una tienda en 1996, su reacción fue decir que no era cierto porque ella ni siquiera era su tipo. Desde que se le encontró culpable de agresión sexual y difamación contra Carroll en mayo pasado, Trump también ha tachado a su denunciante de «loca».

En un escenario alternativo al de los hechos ambos hombres podrían admitir que encuentran a Carroll y a Adji muy atractivas y que, aunque no las violaran, desearían poder hacerlo. ¿Sería eso más repugnante que sus actuales comentarios ofensivos? Reacciones como estas solo dejan claro cuánto camino nos queda por recorrer en todas partes. Si permitimos que las personas que enfrentan acusaciones de violación o sobre las que hay pruebas evidentes de haber cometido una agresión sexual, o aquellos que difunden mensajes misóginos, como estos potenciales futuros presidentes, sigan sin tener que pagar por ello, es posible que nunca veamos un cambio real.

Entonces, ¿cuál es el mensaje para las supervivientes de violación? ¿Para aquellas lo suficientemente valientes como para hablar y enfrentar una avalancha de insultos y amenazas? ¿Para las que aún sufren y tienen demasiado miedo a las consecuencias de alzar la voz? ¿Qué mensaje estamos enviando a las mujeres en general? La respuesta es que su dolor no importa tanto y que los estándares mínimos para la protección y la salud de sus cuerpos y su mente son simplemente más bajos que el de los hombres. Quizás también que no existe violación si no son lo suficientemente atractivas según la opinión de los políticos populares del momento.

Artículo redactado por Hana Srebotnjak, asistente de proyectos e investigación en el Institut Barcelona d’Estudis Internacionals.

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