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Vacunación en África

Vacunación en África
Imagen: Geralt en Pixabay
Director General

José Segura Clavell

Director general

Vivimos con asombro esta sexta ola de la Covid-19 en España y en Europa, pero eso no debe hacernos olvidar lo terriblemente injusto que el mundo está siendo con África, que aún no ha podido vacunar al 10 % de su población

Ha empezado un nuevo año, en el que vivimos de manera furibunda esta sexta ola con el alivio, al menos en nuestro país, de que los altos índices de vacunación están permitiendo evitar lo que hubiese sido una masacre si ómicron (por más floja que sea que las anteriores variantes) no hubiese topado con la barrera de las vacunas.

Creo que ya no conozco a nadie que en su entorno cercano no haya tenido casos de Covid-19. El único alivio, insisto, es que en España el 80,5 % de sus ciudadanos llevan ya dos dosis y un 30 % la tercera. Y gracias a eso tenemos datos diarios y récord de incidencia que, afortunadamente, no se traducen porcentualmente en número de críticos en la UCI y fallecidos que sí vimos inexorablemente en las primeras oleadas.

Ómicron ha causado estragos por todas partes. No solo en Europa. También en África, que volvió a vivir cómo un buen número de sus países quedaban aislados del mundo al imponerse prohibiciones de viaje (por parte de los gobiernos de los países llamados ‘occidentales’, que cortaron toda ruta aérea hacia los países de África del sur), que hicieron en cierta manera culpables a los brillantes científicos sudafricanos que desde un centro especializado fueron capaces de detectar y secuenciar la nueva variante.

En África, los datos de esta semana parecen indicar que, salvo un fuerte incremento en los países del norte y nuestros vecinos de África occidental, ómicron puede haber alcanzado su pico y empieza el retroceso. En los países del sur, donde se descubrió la variante, ya hay un 14 % menos de casos que la semana anterior. Es una buena señal.  

Dicho esto, no obstante, el elefante en la habitación (aquel elemento del que nadie habla, pero que todo el mundo es capaz de ver, porque es imposible no verlo) sigue siendo el de la escasa vacunación. Sigo asombrado por lo terriblemente injusto que se está siendo con África. Dos años después de descubrirse los primeros casos, y tan solo un año después de que en nuestro país inyectáramos las primeras dosis, produce indignación el hecho de que en el continente africano el porcentaje de población vacunada aún no supera el 10 % (está en el 8,5 %, según el seguimiento diario que estamos haciendo desde Casa África y que pueden ver a diario en nuestra página web).

Llamémosle acaparamiento, egoísmo o incluso retomemos el muy adecuado término de ‘apartheid de las vacunas’, pero hay que seguir diciendo que al resto del mundo se nos debería caer la cara de vergüenza al constatar que, crudamente, hemos dejado a los países pobres sin vacunas mientras los países ricos almacenaban dosis suficientes para, en algunos casos, vacunar hasta cinco o seis veces a sus ciudadanos (como fue el caso de Canadá, por poner solo un ejemplo, que después no sabía qué hacer con dosis que iban a caducar).

Las cifras hablan por sí solas. Solo siete de los 54 países africanos han sido capaces de alcanzar el objetivo de vacunación propuesto por el FMI de tener vacunado al 40 % de su población al terminar 2021 (Seychelles, Mauricio, Marruecos, Cabo Verde, Túnez, Ruanda y Botsuana).

En los últimos días, para más inri, ha habido críticas a los países africanos por haber rechazado vacunas… que estaban a punto de caducar. Solo en diciembre, explicó recientemente Unicef, los países más pobres rechazaron más de 100 millones de dosis de vacunas COVID-19 distribuidas por el programa mundial COVAX, principalmente. En el periódico El País, el pasado 22 de diciembre, se mostraba cómo Nigeria había destruido un millón de dosis, que había aceptado sabiendo que su fecha de vencimiento era inminente, y que no pudo distribuir para inyectar. Y debo decir que me parece entendible que lo hagan.

Es cierto que en muchos países africanos el ritmo de vacunación es menor del que se esperaba y también es cierto que la reticencia a las vacunas en algunos países es un factor preocupante. La desinformación es un problema global y en algunos países africanos sus efectos se agudizan, al ser más relevante el hecho de que sus ciudadanos se informan más a través de las redes sociales en su móvil que a través de los medios de comunicación por los canales tradicionales.

Dicho esto, la realidad es la que es: un año después de empezar a vacunar al mundo, la dependencia del continente africano para vacunar a sus ciudadanos sigue recayendo totalmente en el exterior. África tiene la capacidad, el conocimiento y los medios para vacunar a sus propios ciudadanos, pero hace falta ayuda y gestos desde la comunidad internacional para hacerlo posible.

En este asunto de las vacunas con África ha entrado en juego, y mucho, la geopolítica. China, por ejemplo, ha jugado muy fuerte esa carta, hasta el punto de que el éxito de la campaña de vacunación de nuestro vecino marroquí se debe a la vacuna de Sinopharm. Debo decir aquí también que debemos estar orgullosos del esfuerzo que nuestro país, España, ha hecho en la aportación de vacunas al mecanismo COVAX, colaborando tanto con países iberoamericanos como con países africanos. Nuestro ministro de Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, actualizó las cifras de la donación de vacunas hace muy pocos días: en el primer trimestre de 2022 se alcanzarán los 50 millones de dosis donadas a través de este mecanismo, en lo que llamamos la vacunación solidaria.

Cada nueva variante del coronavirus ha evidenciado que sin una solución global no habrá solución para la pandemia. Y a cada nueva variante lo único que han hecho los países ricos es seguir asegurando más vacunas para las terceras o cuartas dosis de nuestros ciudadanos, sin procurar en paralelo mecanismos que faciliten una solución de producción de vacunas digna y eficaz para los países en desarrollo: no se ha promovido la colaboración científica internacional y la transferencia de tecnologías para diversificar mejor la producción de vacunas. Según el FMI, en África hay 12 centros de producción en seis países diferentes (Argelia, Egipto, Marruecos, Ruanda, Senegal y Sudáfrica) con capacidad inmediata o muy cercana a producir vacunas que inocular en el continente.  

El siguiente capítulo de este despropósito ya podemos verlo venir. Será el del Paxlovid, la pastilla de Pfizer contra los efectos más severos de la COVID-19, que tan buenos resultados dio en sus ensayos clínicos: una eficacia de casi el 90 % en la prevención de hospitalizaciones y muertes. Los datos más recientes, además, sugieren que mantiene su eficacia contra ómicron.

Al respecto, el director del Centro de Control de Enfermedades (CDC) de la Unión Africana, John Nkenasong, dijo este pasado jueves que el continente está en conversaciones con Pfizer para asegurar que la prometedora píldora pueda tener una buena distribución en el continente africano. Es en estos momentos la solución más esperanzadora para evitar que una nueva variante, en caso de que sea más agresiva que esta, sature los servicios sanitarios, claramente insuficientes en todo el continente, especialmente vulnerable dados los bajos índices de vacunación existentes.

La historia, mucho me temo, va camino de repetirse, ya que aún está por ver qué capacidad de producción tendrá Pfizer de esta medicina para las que todos los países ricos, los mismos que han acaparado la gran mayoría de las vacunas, ya tienen hechas sus reservas de compra.

Es fundamental que, por mucha sexta ola que tengamos, por mucho pico de casos que requiera nuestra atención en España, o en la Unión Europea, debemos seguir exigiendo avances a nivel internacional para paliar esta terrible injusticia que estamos cometiendo contra nuestros vecinos africanos.

Y no olvidemos, como publicó esta misma semana The Wall Street Journal, que esta pandemia ha agrandado la brecha existente entre los países ricos y los más pobres. Tras 20 años en que esas diferencias se iban estrechando dado el avance y el desarrollo de países como los africanos, la tendencia se ha invertido y ahora los ricos están teniendo la capacidad de recuperarse más rápido del impacto de pandemia y hacer frente con menos esfuerzos las nuevas oleadas de variantes como ómicron.

Artículo redactado por José Segura Clavell, director general de Casa África, y publicado el 16 de enero de 2022 en Canarias7.

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