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Sácale la lengua al racismo

Sácale la lengua al racismo

Nicolás Castellano

« No hay frontera más mortífera que la europea »

También fue enterrado en una tumba sin nombre, parecida a las miles que abundan en los cementerios de España, Italia o Grecia de quienes siguen estrellando sus vidas contra este sistema mortífero que protege más las fronteras que a las personas. Pero de él, aunque tuvieron que pasar cuatro siglos, sí supimos finalmente el lugar de su enterramiento y pudimos rendirle homenaje. No es así para las familias de los miles de inmigrantes que fallecen en el Mediterráneo o el Atlántico cuando intentan llegar a Europa.

Aquel hombre enterrado en el anonimato es el artífice de la obra más icónica de la literatura española, con la que se hizo un hueco para siempre en la cultura universal. Era nada más y nada menos que Miguel De Cervantes, fallecido un 23 de abril, y por ello hoy se celebra el Día de la Lengua Española.  

El vehículo de la comunicación, que debería ser ante todo del conocimiento y el entendimiento, sufre cada día un uso espurio para crear odio o conflicto y el ámbito de las migraciones o el desplazamiento forzoso de población es uno de sus peores escaparates. Nuestra lengua es usada para levantar muros mucho más altos que los físicos o que los que marcan los océanos como grandes fosas comunes de miles de sueños. 

No, este no es un post para auto flagelarnos un día más ante determinado periodismo o el estado de la profesión, ni para analizar hasta que punto el periodismo de hoy contribuye en mayor o menor medida a que una parte de la sociedad siga viendo al “otro”, al “diferente” o al que llega de otro lugar, como el motor de sus problemas. 

Hoy les invito a sacar la lengua al racismo de la mejor manera, tanto en el sentido metafórico como en el puramente idiomático, con criterio, con sentido común, con perspectiva de derechos humanos, poniendo en el centro a la persona y con brillantes dosis de respeto al diccionario.

El “corta pega” se ha convertido en uno de los grandes males del periodismo de nuestro tiempo. Cuando se trata de informar sobre inmigración, en muchas redacciones recurren a los mismos adjetivos, frases y enfoques; desposeen de identidad o derechos a las personas migrantes y crean conceptos nuevos que no tienen ninguna lógica ni jurídica ni humanista. Muchos periodistas somos máquinas de contar las mismas cosas y casi de la misma manera. Por ello, cuando irrumpe una nueva forma diferente de narrar o relatar las migraciones es necesario ponerlo en valor. 

Un ejemplo inspirador es el que está dando la Agencia Efe en Canarias, con José María Rodríguez al frente. La agencia de noticias está contribuyendo a que sus teletipos, reportajes, coberturas fotográficas sigan creando empatía en las sociedades receptoras de estos supervivientes del Océano. Al equipo de profesionales de Efe en el Archipiélago hay que añadir una excelente ristra de reporteras y reporteros freelance o de otros medios, que han cubierto el incremento de llegadas a Canarias de los últimos 18 meses. Sin embargo, destaca la labor que está realizando los compañeros y compañeras de Efe. Gracias a ellos, sabemos que la niña de ocho años que llegó sola en una patera durante el confinamiento al muelle de Arguineguín se llamaba Mace, o que el bebé que murió en la orilla de una playa cercana a ese puerto cuando se soltó del pañuelo en el que lo traía su madre se llamaba Sephora y ha sido una de las primeras personas en casi 30 años de llegadas de pateras a las Islas que ha sido enterrada con su nombre y no con una simple fecha o número de víctima de determinado naufragio. También conocemos a Elén, la niña cuya imagen dio la vuelta al mundo cuando dos voluntarios de Cruz Roja hicieron latir su corazón de nuevo y que falleció 5 días después. 

Porque poner nombres a las personas migrantes y hacer seguimiento de las historias sin quedarse en el hecho aislado, humaniza una realidad. Esto es lo opuesto a lo que hacen quienes dominan el relato público, autoridades o portavoces de cuerpos de seguridad, que tienen siempre mayor cuota de protagonismo en los medios que los propios migrantes. Su discurso reduce a cifras y clichés a estas personas y simplifica la realidad de la movilidad humana. Les falta la sensibilidad y el humanismo que aplica Efe. No hay otro medio público que informe sobre inmigración con tanto detalle y un lenguaje cuidado, que haga un seguimiento de cada historia como esta agencia.

Sería deseable que esta forma de narrar la inmigración abundara en las redes sociales, donde viajan los bulos y las mentiras a la velocidad de la luz. Nunca fue más fácil difundir un bulo y la basura racista que crea miedo y odio y emponzoña la convivencia. Ante esto, el periodismo debe posicionarse definitivamente para erradicarlo haciendo un uso ético y profesional del lenguaje. 

El escritor Martín Caparrós lo explica mucho mejor en el libro ‘No somos refugiados’, de Agus Morales. En él, Caparrós asevera que tanto caudal informativo no tiene destinatarios realmente interesados en saber qué le pasa a quienes arriesgan su vida y llegan a nuestras fronteras. “No queremos saber. Queremos a lo sumo informarnos, que con frecuencia es lo contrario”, resume de manera magistral cómo nos quedamos en lo superficial o en lo efervescente, como la tristeza viral que se diluye a los pocos minutos de la enésima tragedia. 

La realidad es que menos del uno por ciento de la población mundial se encuentra en situación de desplazamiento. En España, de los 5,8 millones de personas (más de 1 millón de origen africano) que han venido de otros países a vivir a nuestros barrios menos del uno por ciento llegó en patera. De hecho, desde la primera embarcación llegada a nuestras costas de la que se tenga constancia (a mediados de los años 80 en el Estrecho), la cifra total no alcanza a 320.000 personas, y de ellas, más del 90 por ciento siguió camino hacia otros países.

Mientras no sea un derecho entrar a este país -en consonancia con los países ricos de la Unión Europea-, mientras solo demos opción a venir de forma desesperada en una patera por la falta de otras vías de entrada, mientras la gente siga ahogándose en el camino a nuestras costas, mientras tanto, es necesario seguir informando de ello, y hacerlo con una nueva narrativa que despierte el interés en la gente y que exija un cambio de las políticas de extranjería, políticas que tras más de 30 años de muertes han demostrado que no funcionan. Efe lo está haciendo desde un servicio público. Un puñado más de periodistas en medios privados también. Sin embargo, no es suficiente, hay que seguir ejercitando la lengua para dejar de levantar muros en nuestras sociedades, desterrando para siempre el “otro” o la categorización de personas migrantes como si tuvieran menos derechos y también abandonando un punto de vista paternalista o eurocentrista. 

Para que se produzca un cambio real, y dada la pérdida de influencia del periodismo convencional, este cambio de narrativa debe llegar a todos los formatos y formas de comunicarnos: series, documentales, literatura, teatro, etc. 

Casa África contribuye desde su creación a la construcción de un relato de conocimiento y acercamiento, con apoyo a la publicación de libros de todo tipo, exposiciones, debates, con el foco en la realidad completa de los africanos, sin obviar las realidades más complicadas. De nuevo, este blog se convierte en un foro para reflexionar sobre la realidad de las personas en movimiento, y por ello, por este árbol de conversación y pensamiento, cual mango africano virtual bajo el que sentarnos a debatir, van a pasar algunas y algunos de los periodistas y especialistas más reconocidos en movilidad humana. Esta realidad tan compleja puede y debe ser explicada y contextualizada más allá de la piedad líquida que genera la noticia dramática de un naufragio o una tragedia. Migrar es un derecho, libre, arraigado en la historia de la humanidad, que nos hace mejores como sociedad a todos los niveles. Dejemos de ver esta búsqueda de la prosperidad o de salvar la vida como una cuestión localista y volvamos a poner los derechos de las personas en el centro del debate. Saquémosle la lengua al racismo.

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