La elección presidencial de Nigeria de 2015 el próximo 14 de febrero (la quinta desde 1999, año en el que los militares cedieron el poder a los civiles elegidos), supondrá, por vez primera, una oportunidad única y realista para que la oposición arrebate el poder al actual partido gobernante: el Partido Democrático Popular (PDP). Será una carrera a dos entre éste y el principal partido de la oposición, el partido Congreso de Todos los Progresistas (APC, según sus siglas en inglés). El APC se formó en febrero de 2013 mediante una fusión de tres partidos políticos con intereses éticos y regionales comunes. Antes de la aparición del APC, los partidos de la oposición estaban fragmentados, mayormente, en cuestiones regionales y éticas, lo que hacía imposible montar un desafío creíble para derrocar al PDP de manera individual.
¿Por qué es importante?
La aparición de una oposición viable coincide con un período de gran tensión entre el norte y el sur, la cual se originó cuando el actual presidente Goodluck Jonathan decidió presentarse como candidato a las elecciones de 2011, una decisión que ha hecho a muchos ciudadanos norteños sentir que les han arrebatado la oportunidad para elegir un presidente y que ha inducido violencia. Debido a que el Goodluck Jonathan, un cristiano sureño, vuelve a presentarse como candidato a las elecciones haciendo frente a un candidato norteño musulmán, las elecciones no sólo tendrán implicaciones para las relaciones entre el norte y el sur sino que también se verá afectada la supervivencia de la democracia del país.
Nigeria es la mayor economía del continente africano a la par que el país más poblado, por lo que la existencia de inestabilidad podría suponer un impacto económico negativo para la región. Del mismo modo, con 650.000 desplazados internamente –según cálculos de The Guardian en agosto de 2014– debido al conflicto de Boko Haram, una mala administración de las elecciones podría provocar violencia poselectoral que empeoraría las situaciones de crisis de los refugiados, tanto a nivel interno como a nivel regional. Por ejemplo, se ha estimado que el conflicto de Boko Haram ha llevado a más de 100.000 ciudadanos nigerianos a buscar refugio en la región de Diffa desde comienzos de 2014. Asimismo, se estima que hay 44.000 ciudadanos nigerianos refugiados en Camerún y 2.700 en Chad, según el periodista Leke Baiyewu. De manera irónica, los países vecinos en los que los ciudadanos nigerianos buscan refugio por el conflicto de Boko Haram se encuentran en una situación realmente precaria y sufren graves problemas socioeconómicos.
Cuestiones que impulsarán las elecciones
1. Norte y sur, división entre los cristianos y los musulmanes
Los asuntos más controvertidos de la región, el origen étnico y la religión, están muy arraigados en Nigeria. Prácticamente, cada rincón del país tiene una memoria institucionalizada de perjuicio o sentimientos de injusticia y los ciudadanos sienten que se sobrellevaría mejor si uno de los suyos ejerciera el poder central, preferiblemente en calidad de presidente. De manera similar, hay un miedo generalizado de que el presidente del país abuse de los poderes de su cargo para privilegiar a su región, origen étnico, religión o, lo que es peor, castigar o perjudicar deliberadamente a los demás.
Para disipar el miedo por una posible dominación, la mayoría de los partidos políticos de Nigeria han pactado acuerdos por escrito o tácitos sobre la distribución en zonas y la rotación de poder. En dichos acuerdos, los propios partidos determinan que los cargos principales y los candidatos deberían elegirse por medio de secciones designadas del país para cierto número de años. Por ejemplo, bajo los acuerdos del partido PDP, el antiguo presidente Olusegun Obasanjo, ciudadano yoruba del suroeste, sirvió durante dos períodos de cuatro años antes de que se le «devolviera» el poder al norte. Sin embargo, el «turno» del norte se vio interrumpido después de que el sucesor de Obasanjo, Umaru Yaradua, un ciudadano musulmán del Estado de Katsina, muriera en el cargo en el año 2010. Umaru Yaradua fue sucedido por el actual presidente Goodluck Jonathan.
Este resultado acortó el «turno» del norte en el poder y extendió el del sur, lo cual resultó frustrante para muchos ciudadanos norteños. En el año 2011, varias personas influyentes pertenecientes al norte argumentaron que Jonathan debía cumplir solamente con el tiempo que restaba del primer mandato de Yaradua y que no debía presentarse como candidato a las elecciones presidenciales de ese mismo año 2011. No obstante, Jonathan siguió adelante con su candidatura y ganó. Este evento desató violencia postelectoral en el norte, la cual dejó alrededor de 800 muertos, según Human Rights Watch.
Sin embargo, los partidarios de Jonathan opinan de manera muy diferente. Para ellos, de los 39 años entre el momento en el que el país logró la independencia en 1960 y la inauguración de la Cuarta República en el año 1999, el norte había gobernado el país 35 y debía, por tanto, tener paciencia hasta que esa «injusticia histórica» se compensara.
2. Desigualdades regionales entre el norte y el sur
A veces se describe a Nigeria como un país en el que existe una latente desigualdad. En 2013, el banco de inversión ruso Renaissance Capital elaboró un informe titulado Nigeria Unveiled que exponía que la economía nigeriana difería mucho entre el norte y el sur. El sur era próspero, contaba con crecientes ingresos, había una tasa de desempleo inferior y unos ciudadanos mejor educados mientras que el norte era mucho más pobre, con menos educación y se encontraba en una situación realmente precaria. Si se tiene en cuenta este desequilibrio económico, la toma de poder del norte antes del año 1999 se justificaba como una manera de equilibrar las ventajas económicas que poseía el sur sobre el propio norte. Para algunas personas, desde que el sur ocupa la presidencia (en total 12 de los 15 años de gobierno civil desde el año 1999), el norte ha perdido sus ventajas en la ecuación norte-sur.
Muhammadu Buhari, un ciudadano musulmán y antiguo jefe militar considerado una figura de culto en el norte, fue elegido como candidato presidencial del partido APC. Es probable, pues, que se sufra una intensa politización durante las elecciones de la división musulmana y cristiana y de la dicotomía entre el norte y el sur, lo que pueda hacer aumentar la tensión ya existente en el país.
3. Candidato para la vicepresidencia
La estrategia del APC contaba con la combinación de votos de la población del noroeste (18 millones de votos), del noreste (11 millones de votos) y del suroeste (13,5 millones de votos) para obtener la victoria. Teniendo en cuenta este cálculo y después de elegir a Buhari del noroeste como candidato presidencial, el partido APC eligió al profesor Yemi Osinbajo, un ciudadano cristiano del suroeste, como candidato para la vicepresidencia. Sin embargo, aún está por ver si Bola Tinubu, un antiguo gobernador del Estado de Lagos que desempeñó un papel fundamental en la formación del APC y considerado como una de las personas que más se movilizó en el suroeste, se muestra entusiasta ante la entrega del terrero del suroeste al APC durante las elecciones. Tinubu alegó su interés por presentarse como candidato a la vicepresidencia del partido pero como Buhari era musulmán, la estrategia del partido consideró que una candidatura formada por dos candidatos musulmanes ofendería a los cristianos y sólo intensificaría la etiqueta de «partido islámico» con la que el PDP catalogaba al APC.
4. Dinero y poder relativo a los ocupantes de los cargos
La mayor fortaleza del PDP radica en el hecho de ser el partido gobernante y todo el apoyo institucional que recibe por ello. No se trata sólo de los recursos federales que se usan a modo de apoyo sino que también controla instituciones clave como, por ejemplo, la policía, el ejército y los organismos que luchan en contra de la corrupción, como la Economic and Financial Crimes Commission. Asimismo, este tipo de organismos puede ser utilizado para hostigar a enemigos políticos. De los 36 estados del país, el PDP tiene 21 gobernantes mientras que el APC tiene 14. El PDP también posee una cómoda mayoría tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado.
Del mismo modo, el dinero desempeña un papel importante en la política de Nigeria. Está presente en la campaña, en los medios de comunicación y en la compra de votos (una práctica común en las elecciones nigerianas). Cuando los votantes están suficientemente animados por alguna causa, el papel que desempeña el dinero para influenciar sobre los resultados de las elecciones se silenciará. No obstante, en aquellos lugares en los que se acercan las elecciones el papel del dinero estará a la orden del día, especialmente en la compra de votos y otros materiales incentivos como sacos de arroz, envoltorios y motocicletas.
5. Actuación y rendimiento de Goodluck Jonathan en el cargo
Los partidarios de Jonathan argumentan que, a pesar de Boko Haram, el país está prosperando: la economía sigue creciendo y, con el cambio en la base de su PIB, se ha convertido en la economía más grande de África, ocupando el puesto número 26 entre las economías más grandes del mundo. Asimismo, los partidarios de Jonathan apuntan a su éxito en el control del virus ébola, lo que le ha hecho ganarse los elogios de países e instituciones de todo el mundo. Sin embargo, para aquellos que lo critican, su incompetencia se refleja en la alta tasa de desempleo, la cual ha empeorado puesto que en el año 2006 era de un 12 por ciento mientras que en 2011 se registró un 24 por ciento, según Premium Times. Su incompetencia se ve de igual forma reflejada en la inseguridad general que hay en el país y en la profunda sospecha existente entre diferentes grupos étnicos. De hecho, el antiguo presidente Olusegun Obasanjo acusó a Jonathan de ser una figura que polarizaba el país y promovía sentimientos de exclusividad. Incluso escribió una carta de 18 páginas como protesta e indignación dirigida al presidente.
Las opiniones acerca del enfoque que Jonathan dio al conflicto de Boko Haram también varían muchísimo. Aquellos que lo critican citan el terrorismo como una más de las evidencias de su incompetencia. Por otra parte, sus partidarios afirman que el terrorismo es, en realidad, un campo de su administración que se ha visto enormemente limitado por poderosos políticos musulmanes del norte cuyo propósito es que el presidente fracase.
6. El árbitro electoral
Hay un consenso de que la actuación del árbitro electoral, el Independent National Electoral Commission (INEC), ha mejorado en términos de transparencia y logística del proceso electoral bajo el mandato de su actual presidente, el profesor norteño Attahiru Jega. No obstante, el INEC recibe todavía muchas miradas de sospecha.
Han sido varias las ocasiones en las que el APC ha insinuado que el INEC está siendo manipulado por el gobierno federal que controla el PDP. Tanto es así que el APC declaró haber perdido la confianza en Jega para dirigir unas elecciones que tengan credibilidad poco después de las elecciones para el cargo de gobernador en el Estado de Anambra en 2013. Estas elecciones se vieron afectadas por no recibir o recibir tarde el material para las votaciones y, además, las ganó un partido aliado con el PDP. Asimismo, se acusó a Jega de planificar las elecciones de 2015 de manera fraudulenta cuando sugirió crear más cabinas electorales, la mayoría de las cuales se colocarían en el norte.
La percepción de neutralidad del INEC será crucial para que se acepten los resultados de las elecciones. Aunque si la historia sirve de antecedente, los resultados de las elecciones serán contenciosos y no se tendrá en cuenta el dictamen de los observadores electorales.
7. PDP y APC: puntos fuertes y débiles
Después de sufrir una ola de deserciones (entre las que se incluían las de cinco gobernadores) que favorecieron al APC el año pasado, el PDP parece haberse recuperado con fuerza. En el suroeste, por ejemplo, el partido ganó las recientes elecciones para el cargo de gobernador en el estado de Ekiti y consiguió que el gobernador del estado de Ondo desertara del Partido Laborista y se uniera al PDP.
El partido es especialmente fuerte en el sur-sur (de donde Jonathan proviene), el sureste y entre cristianos en el norte. Una vez más, mientras el PDP sigue siendo un partido débil en el norte musulmán, ha ganado nuevos e influyentes miembros provenientes del APC y entre los cuales se incluyen antiguos gobernadores del estado de Kano y del estado de Borno. Y, por supuesto, el PDP cuenta con la fortaleza de estar actualmente en el cargo.
El APC consigue mucha de su fuerza aprovechando los sentimientos en contra del presidente Jonathan en el norte musulmán y las quejas entre los yoruba, que sienten que la administración de Jonathan los ha ignorado en asuntos políticos clave. Las acusaciones de corrupción contra cargos importantes del PDP serán armas muy poderosas en manos del APC, sobre todo con la elección de Buhari (considerado un político no corrupto) como candidato presidencial del partido. No obstante, es un partido frágil que sólo parece estar unido por dos intereses: arrebatarle la presidencia a Jonathan o que el poder sea «devuelto» al norte. Aunque se espera que las elecciones sean muy competitivas, las singularidades existentes siguen favoreciendo al presidente Jonathan.
Qué debería hacerse en 2015: evitar el colapso
Dada la importancia del poder político en Nigeria, las elecciones, casi como todas las elecciones del país, serán contenciosas y es probable que los que resulten perdedores argumenten que los resultados se han obtenido de manera fraudulenta. Por lo tanto, es probable que se produzca violencia poselectoral en el norte si el APC pierde así como también es probable que surjan nuevos militantes en la zona más conflictiva del Delta del Níger si Jonathan pierde.
La principal preocupación residirá en si las elecciones se estancan durante un período de tiempo prolongado o si la escala de violencia poselectoral sobrepasa ciertos límites. Con este panorama, hay que estar muy atento a posibles militares imprudentes que aprovechen la oportunidad para causar problemas, sobre todo si el conflicto de Boko Haram sigue sin solucionarse.
La cuestión es: ¿cómo puede Nigeria evitar que las elecciones de 2015 resulten en una implosión para el propio país cuando hay tanto en juego? A pesar de las disparatadas teorías que dicen que Nigeria se desintegrará en el año 2015, lo más probable es que las elecciones vengan y vayan de un lado para otro y el país siga con los problemas políticos que tanto tiempo lleva arrastrando. Es un país experto en estar al borde del precipicio. Ha superado crisis de mayor envergadura entre las que se puede citar una guerra civil (1967-1970). Y es que puede que el país esté cómodo colgando de un precipicio sin caerse.
Para minimizar las posibilidades de que las elecciones envuelvan al país en una espiral de caos y violencia, son imprescindibles los preparativos de antes y de después de las propias elecciones. Entre estos preparativos se incluye el poner a punto y revisar el censo electoral al menos un mes antes del día de las votaciones. La comisión electoral debería, asimismo, desarrollar un sistema de alarma resistente en aquellas áreas donde pueda haber problemas logísticos y en donde la violencia pre- y poselectoral sea más propensa. Se debería permitir a personas de confianza, locales o internacionales, supervisar las elecciones para asegurar que el proceso electoral sea transparente. También debería colocarse en zonas inestables a personal de seguridad capacitado para prevenir o detener los posibles arranques de violencia.
A largo plazo, Nigeria debería elaborar estrategias más efectivas para hacer frente a las crisis en el proceso de construcción de su nación, el cual ha llevado a casi todas las secciones del país a sentirse marginadas o alienadas del proyecto nigeriano. Además, el país debería encontrar formas más efectivas de hacer frente al terrorismo de Boko Haram así como también embarcarse en reformas políticas para que los procesos electorales resulten menos contenciosos.
Jideofor Adibe es profesor titular en la Universidad de Nasarawa (Nigeria), editor en la publicación académica African Renaissance y coeditor del Journal of African Foreign Affairs.
[box]Este artículo forma parte del informe Foresight Africa 2015, elaborado por Brookings Institution, y ha sido traducido al español por Casa África en colaboración con este centro de investigación. Las opiniones expresadas en Foresight Africa 2015 son exclusivamente de sus autores y no de Brookings Institution. Traducción: Yanira Santana[/box]
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