Entre todas las corrientes culturales que brillan en las ciudades de África, quizá la tribu urbana de los sapeurs sea la más llamativa para el ojo occidental. Y también sorprendente porque, seamos sinceros, ¿te imaginas a un grupo de hombres vistiendo de gala en los arrabales africanos? Ellos son los seguidores de la SAPE, acrónimo francés que define a la Sociedad de Ambientadores y de Personas Elegantes. Un movimiento cultural que hunde sus raíces en los años veinte del pasado siglo y que, ahora que estamos en tiempos de cultura global, ha saltado a los museos y las salas de exposiciones de Europa y América. Con ellos, además de trajes hechos a medida y accesorios de buen gusto, laten las músicas que han hecho bailar a la sociedad más elegante del centro de África. Hoy, en Semilla Negra, el programa musical del Blog África Vive, vamos a rendir tributo a estas personas que se empeñan en reivindicar la elegancia donde suelen brillar la pobreza y la austeridad. Del suburbio del Congo a las pasarelas de moda.
El origen del movimiento africano SAPE, de cuyo nombre sus seguidores han tomado la denominación de sapeurs, tiene un nombre protagónico. El de André Grenard Matsoua, político de referencia en el Congo francés, actual República del Congo, durante buena parte de la primera mitad del siglo XX. En aquellos años de gobierno colonial, Matsoua solía regresar de sus viajes a París vestido de traje y corbata. Nunca ahorró colores vivos, quizá como signo de identidad ante la presencia colonial francesa en su país. En París, Matsoua había creado un movimiento de amigos originarios de países del África ecuatorial francesa, el embrión independentista del Congo desarrollado desde el exterior con apoyo, entre otros movimientos políticos iniciados por Matsoua, del partido comunista francés. Muerto durante un encarcelamiento el líder independentista congoleño en 1942, su legado político sobrevivió con los futuros presidente del país, ya en años de independencia, Abbé Fulbert Youlou y Alphonse Massamba-Débat.
En lo cultural, la actividad de la SAPE consiste en una reivindicación continua del carácter y el individualismo de sus componentes. Porque los sapeurs muestran cómo hay que progresar socialmente, cómo mantener la elegancia y también cómo exaltar las señas de identidad de las comunidades africanas a las que no han dejado de pertenecer. De hecho, los sapeurs son considerados personajes famosos en sus ciudades, en sus barrios, allí donde se les reclama para dar un brillo añejo a ceremonias familiares como bodas o bautizos. “Es nuestra forma de vida y no solo en la vestimenta, es como expresamos nuestro carácter. Con nuestras familias, la SAPE es nuestra razón de ser”, como confesó un sapeur al periodista de nuevas tendencias Chris Sullivan en la revista Sabotage Times.
En 2006, el mundo comenzó a saber de los sapeurs a partir del proyecto fotográfico del italiano Daniele Tamagni para su libro Caballeros de Bacongo, por el barrio originario de los sapeurs en la ciudad capital de Brazzaville.
En este culto a las apariencias y a la belleza llamativa, que Casa África retrató el pasado año en la exposición Un sueño de ida y vuelta. La SAPE congolesa, del fotógrafo español Héctor Mediavilla y de su colega congoleño Baudouin Mouanda, el movimiento de los sapeurs también ha combinado no pocas reivindicaciones de calado político. A los orígenes revolucionarios de esta tribu urbana se une el hecho de que algunos de los principales artistas congoleños hayan ayudado a conservar los hábitos finos de la SAPE. Entre ellos, con papel protagonista, está Papa Wemba, quizá el músico congoleño más conocido en el último cuarto de siglo. Nacido Jules Shungu Wembadio Pene Kikumba en la vecina República Democrática del Congo en tiempos de la colonial Zaire, Papa Wemba posee un currículo de largo recorrido con su participación en el seminal grupo de rumba congoleña Zaiko Langa Langa y, en los últimos años, al frente de su orquesta Viva la Música. En su país, en los tiempos infames del dictador Mobutu Sese Seko, Papa Wemba fue uno de los personajes destacados que decidió ignorar las órdenes de vestir a la antigua usanza comunista, a saber, un traje tipo mao, y continuó utilizando los elegantes trajes de diseño colonial francés y europeo. Y también triunfó en París, signo de distinción para todo sapeur que se precie.
Papa Wemba es una de las voces de este nuevo recorrido musical en Semilla Negra, aunque también rescataremos algunos de los pioneros de la rumba congoleña, el soukous, aquel ritmo febril con marcado sabor caribeño que los congoleños eligieron para bailar en multitudinarias fiestas para celebrar la independencia lograda en 1960. Canciones de Zaiko Langa Langa y African Fiesta, la orquesta liderada por el cantante Tabu Ley Rochereau y el guitarrista Nico Kasanda, abren la puerta al guitarrista más importante del Congo. Franco, cuyo verdadero nombre era François Luambo Luanzo Makiadi, lideró durante la segunda mitad del siglo pasado proyectos de importancia capital en la música bailable en el corazón de África. Bandas seminales como Orchestra Kinshasa Jazz, reconocida por su público como la todopoderosa OK Jazz de Franco.
Eran tiempos propicios para la efervescencia y la alegría contagiosa, periodo de reivindicación nacionalista al que se sumaron compañías discográficas como Sonafric y la veterana francesa Pathé Marconi, luego gestionada por la multinacional EMI. Durante los años sesenta y setenta, estas dos discográficas popularizaron unas colecciones de álbumes colectivos con lo mejor de las músicas del Congo y de la República Democrática del Congo en las series Merveilles du Passé y l´Afrique Danse. En este escenario bailable, orquestas como Les Trois Freres y Negro Succes mantuvieron viva la antorcha hasta que Papa Wemba potenció el lanzamiento de la orquesta Viva la Música a partir de su creación en 1977. Bautizada así, en español, como un homenaje al flautista y compositor de la escudería Fania, el músico dominicano Johnny Pacheco, Viva la Música trazó un puente entre las grandes orquestas de baile surgidas en los dos Congo a partir de los años sesenta con conceptos musicales de la salsa, la eclosión de la llamada world music y su presencia en los principales mercados musicales. Todavía en activo, después de haber superado asuntos judiciales vinculados a la emigración, Papa Wemba grabó una trilogía para el sello británico Real World con los discos Le voyageur (1992), Emotion (1995) y Molokai (1998). Su ultimo trabajo, de hace dos años, es Notre père rumba.
Carlos Fuentes es el autor de Semilla Negra. Periodista y crítico musical, durante las últimas dos décadas ha publicado artículos, entrevistas y reportajes sobre las músicas africanas en periódicos nacionales y en revistas especializadas como Rockdelux o Serie B.
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