Son las seis de la tarde. Es viernes. Ya ha oscurecido. Las calles están casi vacías. Solo unos pocos transeúntes que con paso acelerado parecen recogerse después de la jornada de trabajo. Algunas motos deslumbran con sus faros el camino. Una hora más tarde, ya prácticamente no se ve a nadie. Los pocos establecimientos que todavía permanecen abiertos están recogiendo. “Hace solo un año, estos bares y quioscos estarían llenos a rebosar. Personas bebiendo y compartiendo algunos aperitivos. Ahora, ya ves, todo es oscuridad, no hay nadie y los locales cierran en cuanto cae la noche”, comenta David Bom Jesus (nombre ficticio), médico, mientras conduce su coche. Solo algunos garitos frecuentados por extranjeros, principalmente portugueses que trabajan en la isla, muestran algo más de vida. Perros vagabundos y niños de la calle aguardan fuera con la esperanza de que les caigan algunas migajas de la fiesta.
Santo Tomé, la capital de la República Democrática de Santo Tomé y Príncipe, parece una ciudad muerta a pesar de ser fin de semana. La razón, según Bom Jesus, está en la masiva migración de jóvenes y no tan jóvenes, especialmente gente formada y con puestos de responsabilidad en servicios básicos, en los últimos meses. Este movimiento coincide con la reforma de las leyes portuguesas de migración. Desde el pasado mes de marzo, los ciudadanos de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP) pueden acceder de forma rápida a un permiso de residencia provisional y trabajo en Portugal. A través de una solicitud en línea y tras el pago de 15 euros, en 72 horas pueden tener los papeles que les permiten viajar a la antigua metrópolis.
Angola, Brasil, Cabo Verde, Guinea-Bisáu, Mozambique, Santo Tomé y Príncipe y Timor Leste son los países beneficiarios de esta medida. Dos meses después de entrar en vigor la nueva norma, el 4,3 % de las solicitudes provenían del pequeño archipiélago situado en el golfo de Guinea, solo por detrás de las de Brasil y Angola.
Eso fue al principio. Las cifras aumentan día a día. Las colas delante de la Dirección General de Migraciones en la capital, para obtener un pasaporte, son inmensas. A diario, decenas de personas se congregan allí esperando su turno.
Casi el 80 % de los jóvenes santotomenses quieren salir del país, según un estudio presentado en 2022 por el Conselho Nacional da Juventude são-tomense (CNJ) con apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Las razones que arguyen tienen que ver con la búsqueda de mejores condiciones de vida. Sobre todo en lo referente al empleo y la salud. Además, son muchos los que también argumentan no tener ninguna esperanza en que el país pueda cambiar y su situación económica mejorar.
De los casi 230 000 habitantes de Santo Tomé y Príncipe, el 63 % tiene menos de 24 años. Además, el 66,2 % de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, aunque en abril de 2023 la Dirección de Protección Social santotomense reconocía que no tenían identificadas a todas las personas que se encuentran es esa situación, por lo que podrían ser más.
Manuel Fernandes tiene 26 años y en mayo partió para Portugal. Vive cerca de Setúbal. Nada más llegar, encontró trabajo en una obra. Algo temporal. Una vez terminado el contrato, regresó a Santo Tomé por un mes para echar una mano a su antiguo empleador, que tiene una agencia de turismo y en agosto recibe muchos visitantes. Fernandes, al cumplir los 18, tuvo que hacer los dos años obligatorios de servicio militar. Luego, empezó a trabajar como conductor y guía turístico. “No estaba mal. Me gustaba el empleo que tenía. De hecho, ahora estoy aquí para ayudar a mi jefe. Pero el sueldo no me daba para nada y eso que, sobre todo con las propinas de los turistas, no era malo. Quiero casarme, fundar una familia y para ello necesito dinero que aquí no encuentro”. La primera semana de septiembre, el joven regresó a Europa contento de haber visto a la familia y a los amigos y con unos billetes en el bolsillo que le ayudarán a sobrevivir hasta que encuentre el siguiente empleo. Está convencido de que no le llevará mucho tiempo: “En Portugal nos necesitan. Es un país de viejos y nosotros somos jóvenes y con muchas ganas de trabajar”. Si la suerte no le acompañase, afirma que, entonces, se iría a Francia: “Aprendí algo de francés en el colegio. Creo que con eso podría manejarme. Allí seguro que hay más oportunidades”.
Edelmison Silveira forma parte del 20 % de los jóvenes santotomenses que ha decidido quedarse en el país. Tiene 26 años y encadena empleos como trabajador social con distintas organizaciones. Gracias a ello se ha pagado la universidad. Tras cuatro años de clases nocturnas solo le queda entregar el trabajo fin de grado. Lo está redactando. Comenta que su único hermano, unos años mayor que él, reside en Portugal. Le ha relatado las condiciones en la que se encuentran muchas de las personas que han migrado hasta allí. “Yo prefiero vivir aquí y luchar, aunque no sea fácil. Allí las cosas no parece ser tan bonitas como te las cuentan. Además, si nos vamos todos, ¿quién va a sacar adelante este país?”
El sueldo medio de un santotomense está en torno a los 80 euros. Un médico puede llegar a los 400, pero los precios no paran de subir en el país. Los alimentos, el combustible, el transporte y los servicios básicos se vuelven inaccesibles para muchas familias. Como ya es habitual, se culpa a la guerra en Ucrania de la escalada de precios. Pero a los habitantes de la isla parece que eso les pilla muy lejos y echan la culpa al gobierno, que acusan de no hacer nada para cambiar la situación.
Cincomil es el nombre por el que todos le conocen. Es motoqueiro, es decir, conduce una mototaxi. Su base está frente a la entrada principal del hospital de la capital. Se queja de la falta de clientes. “Cada vez más personas prefieren caminar para desplazarse. Solo cogen transporte cuando ya no les queda más remedio. No tienen dinero para pagar”, asegura. Un trayecto en moto puede costar entre 15 y 20 dobras (unos 0,60 euros). Igual sucede con las Hiace, las camionetas colectivas que sirven para el transporte de viajeros. Ya tiene el billete para irse. Dice no tener familia en Portugal, solo algunos conocidos de su pueblo que espera le acojan los primeros días mientras encuentra trabajo. Cuando se le comenta que quizás no sea tan fácil dice que no le importa: “Siempre será mejor dormir en la calle o bajo un puente allí que trabajar todo el día aquí y acostarte con el estómago vacío”.
Los jóvenes se quejan de la falta de trabajo y oportunidades. Dicen, además, estar hartos de las promesas de los políticos que no toman medidas para cambiar la situación del país. Las últimas elecciones se celebraron en Santo Tomé y Príncipe el 25 de noviembre de 2022. Las ganó Patrice Trovoada, líder del partido Acción Democrática Independiente (ADI), que fue nombrado primer ministro. En algunas declaraciones ha mostrado interés por la situación de la juventud en el país y ha reconocido que se deben tomar medias. Además, prometió una encuesta nacional para escuchar las ideas que la juventud pudiese aportar y, así, juntos buscar soluciones al problema. Hasta el momento, nada de eso se ha concretado. Sin embargo, la ministra de Juventud y Deporte, Eurídice Medeiros, intenta poner en marcha un plan que frene el éxodo de la juventud, con medidas que favorezcan el emprendimiento. Pero todavía está en su fase inicial.
Mientras, las personas que tienen trabajo se quejan de los bajos sueldos que reciben, o de los retrasos que sufren para cobrarlos. Linda Nunes es profesora de educación primaria. Ya ha conseguido el permiso de residencia en Portugal. Está haciendo las maletas para irse junto a su hija de 12 años. El marido trabaja en un banco, por ahora se queda en el país. “Ya veremos si más adelante cambio de idea”, dice entre risas. La familia Nunes podría considerarse de clase media. Dos sueldos, una sola hija. Deberían poder vivir bien en el país, pero no consiguen tener una vida cómoda. Por eso, han decidido lanzarse a la aventura portuguesa.
Como Linda, otras personas formadas han salido del país o lo están intentando. Este éxodo parece haber dejado grandes vacíos en algunos sectores. Uno de ellos es el de la sanidad. La falta de profesionales ha empujado al ministro de Salud, Celsio Junqueira, a plantearse la contratación de personas jubiladas para cubrir las vacantes, según ha manifestado en varios medios locales.
Carmen Álvarez es presidenta de Cooperación Bierzo-Sur. Una ONG que lleva operando en Santo Tomé desde 2011. La única organización española presente en el país. Ella es enfermera y colabora con el hospital de la capital. En agosto pasado, constató la realidad de estas afirmaciones. Médicos, anestesistas, enfermeros o trabajadores sociales que trabajaban allí han desaparecido. Al preguntar por ellos, la respuesta es siempre la misma: “se fue para Portugal”. Álvarez está alarmada de la repercusión que este drenaje de personal supone para el ya estresado sistema de salud del país. Otros voluntarios de la organización también son testigos de cómo la vida de la isla se ha apagado en comparación con años anteriores. Notan la ausencia de muchas personas, especialmente de los jóvenes que daban vida a los fines de semana de la ciudad.
No hay datos recientes que contemplen las cifras de santotomenses residentes en Portugal. Las últimas son de 2020, según las cuales eran 10 706 los que oficialmente habitaban allí. Tampoco las hay del porcentaje que las remesas enviadas por los migrantes representa en el total del PIB del país. Pero Bom Jesus estima que debe ser alto, porque muchas familias en la isla salen adelante gracias al dinero que los familiares les envían.
El doctor afirma que la migración no para de crecer. La falta de empleo, la desesperanza y la poca credibilidad que el gobierno inspira son los detonantes de este éxodo masivo. Desde que cambiaron las leyes portuguesas, son muchos los que se han marchado. Y el número de los que solicitan visado para salir del archipiélago es cada día mayor. Incluso él se lo está planteando.
Artículo redactado por Chema Caballero.