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Ahora se puede hacer justicia con Thomas Sankara. Conviene analizar la causa de su muerte

Ahora se puede hacer justicia con Thomas Sankara. Conviene analizar la causa de su muerte
Thomas Sankara aún proyecta una larga sombra en Burkina Faso.

Leo Zeilig

Escritor, activista e investigador

A principios de este mes, un juzgado de la capital de Burkina Faso procesó al expresidente Blaise Compaoré por su papel en el asesinato de su camarada, Thomas Sankara, el 15 de octubre de 1987.

El tribunal militar señaló que Compaoré fue «cómplice en el asesinato» —acusación sin precedentes por parte de un tribunal de Burkina Faso. Compaoré gobernó el país hasta 2014, cuando tuvo que exiliarse al país vecino, Costa de Marfil, por un levantamiento popular masivo.

Esta decisión de enjuiciar al exgobernante ha sido tildada de histórica. La familia de Sankara lleva casi 34 años pidiendo que se haga justicia, pero mientras Compaoré gobernaba era imposible llevar a sus asesinos a la justicia.

He estudiado y escrito de forma extensiva acerca de la historia política de Burkina Faso, con especial atención a las circunstancias que condujeron al asesinato de Sankara.

Es necesario aclarar este suceso y su importancia si queremos entender un posible juicio de Compaoré (o si se va a celebrar).

La revolución burkinesa

Thomas Sankara ocupaba la presidencia del estado de África occidental de Burkina Faso cuando fue asesinado a los 37 años. Lideraba una iniciativa valiente de transformación de un país que se hallaba atrapado en una relación de dependencia con el resto del mundo, y con Francia en particular.

Desde principios de los años 80, Sankara surgió como contendiente a la cínica clase de líderes posindependencia. Era un oficial radical del ejército al que le repugnaba la egoísta élite de su país vigente desde su independencia en 1960. Durante su largo entrenamiento militar en Madagascar en los años 70, leyó mucho y estudió la historia de los movimientos militantes del continente, e incluso presenció el derrocamiento del Gobierno de Madagascar por parte de estudiantes y trabajadores.

Sankara llegó al poder tras un golpe popular el 4 de agosto de 1984. La revolución burkinesa, tal y como se dio a conocer, ocurrió a comienzos de una época de austeridad económica en el continente africano. Surgió de las políticas de ajuste estructural que exigían el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y de los recortes en servicios públicos.

La devastación económica y las relaciones ampliamente desestructuradas de los estados africanos con sus anteriores potencias coloniales establecían un patrón que Sankara prometió romper. Se negó a aceptar que la pobreza en África occidental era inevitable y ofreció una nueva forma de libertad.

Los proyectos para el desarrollo impuestos por Occidente habían fracasado. Así, para Sankara el futuro residía en asegurar la ruptura de la relación abusiva que la Alta Volta (como se conocía al país hasta 1984) sufría a manos de Francia, su antigua colonia. Él era un oficial del ejército que contemplaba un cambio radical instigado por un movimiento que pudiera ser dirigido desde la élite, pero con la participación en masa de los pobres.

Muchas de las reformas implementadas bajo su breve presidencia eran ambiciosas y tenían visión de futuro. Su Gobierno lanzó un programa de vacunación en masa con el fin de erradicar la polio, la meningitis y el sarampión. Y a partir de 1983, 2 millones de burkineses fueron inmunizados.

Antes de 1983, la mortalidad infantil en Burkina Faso era de un 20 % aproximadamente, pero durante la presidencia de Sankara se redujo a 140 de cada 1000 nacimientos. Se trataba de iniciativas esenciales y aplaudidas, implementadas mediante estructuras estatales y comunitarias establecidas tras el golpe de 1983.

Como parte de las reformas, la institución Comités de Defensa de la Revolución, encargada de controlar la revolución, asumió la tarea de hacer cumplir las instrucciones y órdenes del Gobierno —en ocasiones, recurriendo a medidas coercitivas. El trabajo de estos comités autorizados por el Estado no era simple.

El proyecto de Sankara llegaba a la sociedad burkinesa desde arriba, lo que lo aisló y debilitó.

Debido al control político del Consejo Nacional Revolucionario —cuerpo soberano de la revolución— que había prohibido a otros partidos y organizaciones de la sociedad civil, la única vulnerabilidad real de Sankara se encontraba dentro del ejército. Se trataba de fuerzas que querían volver, dicho grosso modo, a tener lazos, como antes, con el imperialismo francés, y de intereses nacionales que se habían beneficiado económicamente de dicha relación. La oposición, bajo las instrucciones de Sankara, había quedado marginada o incluso erradicada. Y esto lo dejó al descubierto, con solo un pequeño núcleo de militantes a su lado.

Y, efectivamente, llegó un contragolpe, planeado y ejecutado de forma despiadada. Sankara fue abatido en la residencia presidencial por hombres armados vestidos con uniforme militar.

Compaoré, que había sido secretario de Estado durante los años de presidencia de Sankara, inmediatamente negó su implicación en los hechos, alegando que se encontraba enfermo en su casa. Pero la misma noche del asesinato se convirtió en el nuevo presidente. Este nuevo régimen devolvió rápidamente a Burkina Faso a su posición en la jerarquía político-económica global, sin apenas reacción por parte de los burkineses simpatizantes de las ideas transformadoras de Sankara.

El asesinato de Sankara

No había movimiento popular entre la clase trabajadora y los pobres que hubiera podido resistir a la vuelta al anterior sistema. Sankara ya no era capaz de defender la transformación a la que había intentado llegar.

Él intentó sustituir su popularidad, carisma y oratoria por un movimiento real que pudiera enfrentarse a las fuerzas que trabajaban en pos de su derrota.

Cuando el revolucionario argelino Frantz Fanon escribió en 1961 acerca del asesinato y aislamiento del líder congolés Patrice Lumumba, expresaba los peligros de la soledad de la élite intelectual radical africana, que representaría más tarde Sankara:

Cada vez que sus enemigos emergían en una región del Congo para fomentar una opinión negativa sobre él, solo le hacía falta aparecer, explicarse y denunciar que la situación volviera a la normalidad. Pero olvidó que no podía estar en todas partes al mismo tiempo, y que el milagro de su explicación no era tanto la verdad de lo que decía como la verdad de quien era.

Con la posible detención y juicio de Compaoré por el asesinato de su camarada, puede que se haga justicia. Compaoré devolvió a Burkina Faso y sus grandes esperanzas de cambio revolucionario a manos de las potencias internacionales y la influencia francesa. Y por esta razón fue derrocado por una insurrección popular en octubre de 2014.

Artículo redactado por Leo Zeilig, publicado originalmente en inglés por The Conversation y publicado en español con la colaboración de Casa África. Traducción: Mario L. González.

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