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Montpellier, la Francáfrica, en las últimas

Montpellier, la Francáfrica, en las últimas
Imagen: Web Seneplus

Boubacar Boris Diop

Novelista, ensayista, dramaturgo y guionista considerado uno de los grandes escritores actuales de África.

La figura de un Mbembe, viento alzado contra la Francáfrica, ha quedado hecha añicos. Macron sabe perfectamente con qué género de intelectual africano se las tendrá que ver. El amo se queja de que el esclavo no protesta lo suficiente…

En el pasado mes de abril, se anunció la celebración, los días 8 y 9 de octubre del 2021, en Montpellier, de una “cumbre África-Francia” de un género nuevo. En vez de reunir alrededor de él a sus homólogos del continente, el jefe del Estado francés optó, esta vez, por debatir públicamente con los actores de la sociedad civil africana. Los iniciadores de esta discusión repiten hasta la saciedad por las radios y las teles que será franca, y hasta acalorada. El proyecto, insólito por múltiples aspectos, tuvo una acogida con cierta guasa. Pero no sin entender a los burlones, prefiero tomar por la palabra a Achille Mbembe y a sus amigos franceses. Es evidente que el presidente Macron no asume ningún riesgo con este formato cuidadosamente preparado por alguna oficina discreta de la Francáfrica1. Esas gentes han acumulado una enorme experiencia desde los tiempos en que se activan en la sombra para mantener a los africanos en sus herrajes, velando incluso, a veces, suprema delicadeza, para que no les hagan demasiado daño. Así pues, no habrá ningún tema tabú en Montpellier, incluidos “los temas que cabrean” – dixit el inenarrable e inevitable Kako Nabukpo – serán abordados. ¿Y qué más? Son precisamente esas falsas patadas en el hormiguero lo que le confiere todo su significado a la operación. No podrá, en efecto, causar sensación que, si Emmanuel Macron se ve rudamente emplazado, bajo el ojo ávido de las cámaras, a explicarse a propósito de las intervenciones militares francesas en África, del franco CFA, del respaldo de París a psicópatas perversos sin olvidar el pillaje vergonzante de los recursos naturales de tantos países pobres.

Lejos de sentirse molesto por esas picas irrisorias, Macron las saboreará como algo exquisito. El peor de los escenarios sería que unos intelectuales senegaleses, congoleños o marfileños, ya ampliamente sospechosos de servilismo, no interpretasen con la debida “veracidad” la comedia de un alzamiento enteramente financiado por el Tesoro francés. Emmanuel Macron, sospechamos, no tiene ganas de vencer sin peligro2. Ese joven presidente ha mostrado, de hecho, que no le tiene miedo a nada ni a nadie. Sea dicho de paso, eso no es ciertamente, en su posición, ninguna señal de madurez.

Y es que, más allá del aspecto político del asunto, todos se han sentido conmovidos por el profundo desprecio que subyace bajo la perspectiva del presidente francés. No se ha dicho suficientemente, pero ese señorial desprecio es patente particularmente hacia sus homólogos. Todos habían creído entender, en efecto, que una cumbre África-Francia, es el reencuentro anual, en alternancia en los dos continentes, de Estados soberanos y amigos. Es evidente que nadie se ha dejado nunca engañar por esa ficción, pero por lo menos se salvaban las apariencias.

Macron descubre el juego, de cierta manera, mostrando claramente que es París sin duda quien ha convocado siempre a sus servidores para reprender a unos, felicitar a otros, unificar los puntos de vista sobre algún expediente espinoso y, ya de paso, recordar al resto del mundo su dominio absoluto sobre las poblaciones de tierras lejanas. Y no es la primera vez que Macron les falta al respeto a los jefes de Estado africanos. Hay que recordar su conducta propiamente abyecta, incomprensible – incluso en la extraña parrilla de lectura de la Francáfrica – hacia el presidente burkinabé Roch Marc Christian Kaboré en la Universidad de Uagadugú, en noviembre de 2017. Sin duda alguna preferiríamos todos olvidar aquella escena surrealista en la que un presidente extranjero trata, en voz alta e inteligible, a su huésped de cretino, y eso, ante una multitud de estudiantes muertos de la risa. Vejado y furioso – ¡no era para menos! – Kaboré se marchó de allí inmediatamente… Fue uno de esos momentos en los que una nimiedad le lanza al rostro del hombre esclavizado toda la vergüenza y toda la mierda de su condición. Y ahí no quedó el asunto, ya que tuvimos derecho más tarde, de parte del mismo Macron, a una rabieta pública contra los presidentes del G5-Sahel, bronca amenazadora seguida de una convocación por la vía de la prensa a Pau. Orden de comparecer al que, ninguno de ellos, por supuesto, osó desobedecer… Emmanuel Macron sabía que podía permitirse todo eso: realmente, hay algo desestabilizador en la facilidad con la que los jefes de Estado del “huerto privado”3 visten el bubú de lacayos de Francia o de peones que ella desplaza casi distraídamente por el tablero de su política extranjera. Ni uno solo de ellos sintió un latigazo de orgullo y le denegó a Emmanuel Macron el derecho a modificar solo y a su antojo una cita que figuraba en su sitio en el calendario internacional.

De hecho, su alejamiento es una sanción política: sospechosos de animar bajo cuerda a los enemigos de Francia, ya ni siquiera merecen que se les dirija la palabra. Pero es lo que hay: esos jefes de Estado africanos, por mucho que sean lo que son, por mucho que los detestemos, el caso es que nos sentimos humillados cuando los vemos pisoteados así. El trato denigrante que se les inflige, a la vista de todos, solo puede reavivar una negrofobia – pero tal vez convenga mejor hablar de afrofobia – que tiende a hacerse universal. Eso dicho, ¿no es cierto que nos parecemos, nosotros intelectuales africanos, mucho más de lo que queremos admitir, a nuestros presidentes?

Si la cumbre de Montpellier nos pone en tales aprietos, es también porque nos coloca brutalmente frente a esa cruel realidad. Que Macron haya creído poder decidir solo el día, el lugar, las modalidades y los actores del torneo verbal es la prueba de que pondera como cantidad irrelevante a unos intelectuales africanos francófonos que no le han hecho nunca sombra. Es el propio Achille Mbembe quien cuenta, con sorprendente candor, aquella audiencia en el Elíseo durante la cual su ilustre huésped se hace casi suplicante: “¡No se me presiona suficientemente! ¡Metan más presión!” En resumidas cuentas, es el amo quien se queja de que el esclavo no protesta lo suficiente.

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NOTAS

  1. Françafrique, en español Franzáfrica o Francáfrica, es una combinación de las palabras France y Afrique usada paradenotar la relación de Francia con sus antiguas colonias africanas, a veces extendida a las antiguas colonias belgas.
  2. Vencer sin peligro, tomado del verso de Corneille en El CidÀ vaincre sans péril on triomphe sans gloire”, Vencer sin peligro es triunfar sin gloria.
  3. Huerto privado para traducir pré carré, metáfora que designa, en la administración, un dominio reservado (con las prerrogativas que eso conlleva) que se debe proteger contra quienes quisieran inmiscuirse. Su uso en el dominio político es reciente. Desde los años 1980, se usa, sobre todo, con una connotación negativa, para subrayar los vínculos estrechos y exclusivos entre ciertos países africanos y la antigua metrópolis.

Este texto de Boubacar Boris Diop, igualmente disponible en francés e inglés, se ha sacado de una importante obra colectiva contra la cumbre de Montpellier dirigida por Koulsy Lamko, Amy Niang, Ndongo Samba Sylla y Lionel Zevounou. De Brazzaville a Montpellier, miradas críticas sobre el neocolonialismo francés que reúne una veintena de contribuciones. El proyecto lo inició el Colectivo por la Renovación Africana (CORA)« .

Primera parte del artículo original, que ha sido traducido por Pedro Suárez Martín y publicado originalmente en francés por Seneplus el 3 de octubre de 2021. Pueden leer la traducción completa aquí.

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