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Una democracia manchada por el «Caso Sweet Beauté»

Una democracia manchada por el «Caso Sweet Beauté»
Se trata de la dignidad de la democracia senegalesa, cuyos valores se están pisoteando sin escrúpulos. Imagen: Jacob Prose en Pexels
Se trata de la dignidad de la democracia senegalesa, cuyos valores se están pisoteando sin escrúpulos. Imagen: Jacob Prose en Pexels

Boubacar Boris Diop

Novelista, ensayista, dramaturgo y guionista considerado uno de los grandes escritores actuales de África.
Se trata de la dignidad de la democracia senegalesa, cuyos valores se están pisoteando sin escrúpulos. Imagen: Jacob Prose en Pexels
Se trata de la dignidad de la democracia senegalesa, cuyos valores se están pisoteando sin escrúpulos. Imagen: Jacob Prose en Pexels

Por Boubacar Boris DiopActuar estando en caliente no suele ser una buena idea. Podemos entender que, con la tensión del momento, los políticos se ven obligados a hacerlo casi siempre, ya que, de alguna manera, la menor duda puede tener consecuencias nefastas para ellos. Pero hoy, con el caso del centro de estética «Sweet Beauté», la ética republicana está tan ridiculizada que es imperativo para todos hacer sonar la alarma.

La paradoja de los acontecimientos actuales es que, a pesar de ser muy serios, parecen una broma. Así, el hombre más vigilado de Senegal, tan desconfiado que nunca factura una maleta para que no vaya en la bodega del avión, ha elegido un lugar público para violar a una joven masajista de 21 años con armas incluidas. Esta última declaró haber sido abusada sexualmente en repetidas ocasiones en un lugar en el que, al parecer, hay cámaras de vigilancia instaladas. Pero, sobre todo, no hemos escuchado ni una sola vez a la joven que acusó al líder del partido Pastef pedir ayuda o defenderse para poner fin a su «calvario». Después de todo, se supone que los hechos tuvieron lugar en una casa que no parece muy grande y donde viven unas diez personas, incluida la familia de la propietaria del centro Sweet Beauté.

Por suerte para Sonko, estos aprendices de brujería algo trastornados no habían previsto que él no entraría en su juego. Su discurso, de notable claridad, ha dejado claro que la gente cínica que acecha en las sombras ha aprovechado la poca experiencia (por no hablar de fragilidad psicológica) de la joven Adja Raby Sarr y sus dificultades económicas para destruir a un hombre al que se considera más como un enemigo mortal que como un mero adversario político.

El colmo de la inexperiencia fue imaginar que, tal y como es nuestro país, un asunto así podía mantenerse en privado. Solo bastaron unas pocas horas para que este asunto se politizara tanto que todos los otros temas de la vida nacional pasaran a un segundo plano, incluida una pandemia que es cada día más mortífera. La polarización, en un contexto de descontento popular, tiene como claro objetivo el detrimento del régimen de Macky Sall. Y, para empezar, no estaría nada mal saber cómo sus hombres podrían convencer a alguien de la culpabilidad de Sonko. De todas formas, sean cuales sean sus supuestas pruebas, serán rechazadas por el tribunal de opinión, el único válido en un país democrático. No hace falta ser partidario de Sonko para adivinar que el líder de Pastef saldrá con más fuerza política de esta prueba. El apoyo recibido de todas las partes contribuirá a legitimarlo como una figura política importante. Hasta ahora, su relevancia política se debía sobre todo al impulso de la juventud, pues se había convertido en su gran esperanza. Ahora está adquiriendo la talla de un protagonista de la escena pública, quizás incluso antes de lo esperado.

Sin embargo, en estos tiempos de gran tensión social, lo que está en juego va mucho más allá del destino político de una personalidad u otra. Se trata de la dignidad de la democracia senegalesa, cuyos valores se están pisoteando sin escrúpulos. La verdad es que, los que deberían haberla protegido, no hacen más que mancharla. No falta ninguna obscenidad o peculiaridad: se trata de una mujer violada muy real, pero que se convirtió en un fantasma en cuanto presentó la denuncia; del esperma de un honrado padre de familia (olvidemos al político un momento) que, al parecer, se transportó por la noche a un laboratorio; de la propietaria de un salón de masajes que fue víctima de tortura moral y de un intento de soborno para cambiar su testimonio; de un fiscal, Bassirou Guèye, con una obediencia a la autoridad política a prueba de balas; de citar de manera completamente ilegal al diputado Ousmane Sonko para que acuda a una unidad de investigación, ignorando su inmunidad parlamentaria y que, también ilegalmente, tiene tanques rodeando su domicilio.

Por si todo esto fuera poco, el Parlamento ha sido convocado este jueves 11 de febrero de 2021 para entregarlo a una justicia a la que, horrible y tristemente, el pueblo ya no se toma en serio.

El control total del Poder Ejecutivo sobre el Judicial y el Legislativo demuestra que, en este país, todos los poderes se concentran en las manos de un solo hombre: el presidente de la República. Se supone que estas instituciones conforman un triángulo, pero este es especial, pues solo tiene un lado.

No obstante, Senegal no es la terrible dictadura de la que algunos se quejan y, en cualquier caso, este presidencialismo invasivo no es nada nuevo. Sin embargo, nunca ha sido tan peligroso e irónico a la vez. La sensación de que el presidente Macky Sall no se pone límites es bastante preocupante. Al actuar de esta manera tan arrogante, demuestra lo poco que le importan no solo el pueblo senegalés, sino también sus compañeros.

Este último punto merece que le dediquemos un poco de atención.

Algunos de los compañeros de viaje de Macky Sall son conocidos y respetados por haber luchado toda su vida por el progreso y la soberanía de Senegal. Que hayan decidido apoyar en algún momento a Macky Sall no importa mucho, pues la vida política real se compone de estas idas y venidas: así es el increíble caos de la maravillosa política en el trópico. No es gran cosa. Lo que sigue siendo más difícil de aceptar es que, hoy en día, unos intelectuales tan perspicaces y con tanto carácter den la impresión (o al menos desde fuera) de encontrarse literalmente paralizados frente al jefe del Estado. En una situación normal, este último debería poder asegurarse a sí mismo de vez en cuando que hay una línea roja que algunos de sus compañeros no le permitirían cruzar, independientemente de su peso electoral. La situación absurda que estamos viviendo desde hace unos días es típica de un país en el que nadie se atreve a hacerle la más mínima advertencia al oído al jefe.

Y no es que nadie quiera hacerlo. De hecho, es posible que, en su partido, los ejecutivos y militantes, sea cual sea su enemistad con Ousmane Sonko (que se entiende perfectamente), se avergüencen de ver a su líder perjudicándose a sí mismo tan a menudo.

Para explicar sus comportamientos erráticos, estos días se citarán a varios de sus precedentes, desde Karim Wade hasta Aminata Touré, pasando por Khalifa Sall, todos ellos sospechosos de haber codiciado el sillón presidencial, un delito gravísimo cuanto menos. Alguien debería haberle dicho al presidente que, el que juega con juego, al final se quema. Y el torpe y fallido intento de eliminar a Sonko podría recordárselo bastante. El líder de Pastef podría beneficiarse de un pensamiento cada vez más común de que esto ya es demasiado.

Es posible que los estrategas del poder hayan querido poner a prueba la capacidad de resistencia de Pastef con esta provocación para asegurarse de que solo es «el partido de las redes sociales», como repite una y otra vez la propaganda del régimen. El resultado debe de haberles decepcionado: Senegal se encontró en muy poco tiempo en una situación de casi insurrección no solo en algunos barrios de Dakar, sino también en ciudades como Louga, Bignona, M’Bour y Ziguinchor y es muy probable que la lista se amplíe si no se pone fin a esta payasada cuanto antes. Por último, pero no menos importante, el inicio de la internacionalización que estamos presenciando tiene un sentido político si tenemos en cuenta la popularidad de Pastef en la diáspora.

En definitiva, este experimento inconcluso debería hacer entrar en razón a Macky Sall. Sobre todo, porque le brinda una muestra agridulce de los serios obstáculos que deberá superar para imponer una tercera candidatura. Sencillamente, será misión imposible, aunque los casos de Ouattara y Condé se le metan en la cabeza.

Lo único que debería hacer Macky Sall es resignarse a la idea de que no se puede quemar un país hasta los cimientos solo por querer seguir gobernándolo. Entre abril de 1960 y este año 2021, decenas de millones de hijos de Senegal han vivido y siguen viviendo aquí. Entre ellos, solo cuatro han tenido el honor de ser jefes de Estado. Los otros millones de personas viven muy bien sabiendo que nunca han tenido que presidir ningún país y eso que muchos de ellos no son menos capaces que Macky Sall. Todo lo contrario…

Texto redactado originalmente en francés y traducido al español por Clara León Delgado. Puede encontrar el texto en francés aquí.

Boubacar Boris Diop es novelista, ensayista, dramaturgo, guionista y periodista y es considerado uno de los grandes escritores actuales de África. Fundó la editorial  EjoWolof  Books en la que se publican obras escritas en wolof, lengua senegalesa aunque también se habla en otros países de la región de África occidental. 

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