¿Qué posibilidades tendría un niño español de aprender y formarse si se le escolarizara en chino, a pesar de que a su alrededor sólo escucha castellano, gallego, euskera o catalán? ¿Y si además el chino lo utilizara una minoría, pero ejerciera de lenguaje académico y administrativo del Estado español? ¿Cómo influiría este tipo de escolarización en el fracaso escolar y en la visión del mundo de los niños españoles?
Juvénal Bazilashe Belegamire planteó cuestiones como ésta en Casa África, a lo largo de una conferencia sobre los desafíos y contextos de la educación en África que impartió el pasado 20 de octubre.
[quote]Su conclusión fue que ninguna lengua es mejor que otra para enseñar o aprender y que “la gente debe ser estimulada a expresarse en su lengua para expresar su cultura”.[/quote]
“Nos perderemos muchas cosas si todo lo reducimos a tres lenguas, además europeas”, afirmó el académico, congoleño y adscrito a la Universidad Eduardo Mondlane de Maputo (Mozambique). Puso el ejemplo del suahili, escrito desde hace siglos y con una vasta y antigua tradición literaria. Un idioma que hablan 20 millones de personas sólo en la República Democrática del Congo y entre 60 y 90 millones de personas en todo el mundo, pero que no es considerado una lengua relevante por gran parte de la Humanidad.
Belegamire recordó que existen lenguas que, como el suahili, son habladas por millones de africanos y reivindicó la dignidad de un continente al que mucha gente supone sin historia ni letras con ejemplos como el de Cheikh Anta Diop, el intelectual senegalés que tradujo la teoría de la relatividad al wolof. “El desarrollo de las lenguas africanas y la enseñanza en lenguas africanas no es sólo una cuestión de orgullo identitario, sino que es fundamental para beneficiarse mejor de la educación”, concluyó, antes de recordar a los asistentes que muchos niños africanos dejan el colegio porque no dominan la lengua colonial.
Quizás éste fue el principal mensaje del profesor, que también habló de la introducción de la ecología en la formación de los niños y jóvenes africanos, de la difusión de mensajes de paz, progreso y amistad a través de la enseñanza y de una preocupación que comparten profesores y maestros de todo el planeta: cómo evitar que la escuela no se convierta en una “fábrica” de “productos” obsoletos, inadaptados o inutilizables.
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