En septiembre de 2015, en el marco de la Cumbre para el Desarrollo Sostenible, los Estados miembros de Naciones Unidas aprobaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. 193 países se comprometían, por tanto, a poner los recursos y medios necesarios para cumplir con los 17 objetivos y las 169 metas que componen dicha Agenda y que orientarán los programas de desarrollo durante los próximos 15 años. Este compromiso persigue, entre otras cosas, garantizar una vida sana y una educación de calidad; lograr la igualdad de género; erradicar el hambre y conseguir la seguridad alimentaria; promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible; conservar los recursos naturales marinos y terrestres; promover la paz y facilitar el acceso a la justicia; asegurar el acceso al agua y la energía y adoptar medidas urgentes contra el cambio climático.
Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) entraron en vigor el 1 de enero de este año. Sin embargo, no son jurídicamente vinculantes, aunque se espera que los países los adopten y establezcan las herramientas necesarias para su cumplimiento, con base en la puesta en marcha de políticas, planes y programas de desarrollo que incorporen esta nueva Agenda.
Una vez agotado el plazo de vigencia de los anteriores Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 nace con el objeto de establecer un nuevo marco mundial post-2015. Los ODM demostraron la importancia y efectividad de una agenda común a nivel planetario, con objetivos comunes, calendarios de evaluación periódicos y promoviendo la implicación del número más amplio posible de actores. De hecho, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el debate en torno a la Agenda ha sido el más amplio e incluyente en la historia humana y se ha orientado hacia la búsqueda de unos objetivos ambiciosos pero realistas.
La Agenda se concibe como una herramienta universal, centrada en las personas y el planeta, poniendo el acento en la prosperidad y la paz, y promoviendo la creación de alianzas para lograrlo. En este sentido, en el preámbulo del documento final podemos leer lo siguiente: la presente Agenda es un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad. También tiene por objeto fortalecer la paz universal dentro de un concepto más amplio de la libertad. Reconocemos que la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, incluida la pobreza extrema, es el mayor desafío a que se enfrenta el mundo y constituye un requisito indispensable para el desarrollo sostenible.
¿Cómo se financiará la Agenda y cómo mediremos los avances en su cumplimiento?
El establecimiento de un mecanismo de seguimiento basado en indicadores objetivos es uno de los principales retos que se presentan en relación con el cumplimiento de los ODS. Los Estados acordaron elaborar nuevos indicadores con base en datos de calidad, accesibles, oportunos y fiables, siendo los propios gobiernos los responsables del seguimiento de los avances a todos los niveles. Para ello, la Agenda de Acción de Adís Abeba de la Tercera Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo estableció el compromiso de los Estados de fortalecer el marco de financiación del desarrollo sostenible más allá de 2015.
Por otro lado, la puesta en marcha de la nueva Agenda exige el refuerzo de las alianzas mundiales y la promoción de un enfoque orientado hacia los más vulnerables, con un espíritu de solidaridad que aglutine los esfuerzos de los gobiernos, de la sociedad civil, del sector privado, del propio Sistema de las Naciones Unidas y, en general, de todos los actores implicados.
La Agenda supone un éxito en la medida en que establece un nuevo marco post-2015 y en tanto que articula objetivos concretos y metas que los países deberán cumplir en 2030, además de añadir revisiones periódicas de los mismos. No debemos olvidar la complejidad inherente a todo proceso de negociación multilateral y más teniendo en cuenta el alcance universal de los acuerdos adoptados. Sin embargo, se han enarbolado críticas desde distintos sectores. Por su parte, el Consejo Internacional para la Ciencia (ICSU, por sus siglas en inglés) señaló que los ODS suponen un importante avance sobre los ODM puesto que pretenden plantar cara a barreras sistémicas al desarrollo sostenible como son la desigualdad, los patrones de consumo insostenible, la debilidad institucional y la degradación ambiental, elementos que no se trataron adecuadamente en los ODM. No obstante, consideran que la Agenda no identifica apropiadamente los grupos sociales objetivo, y que se podría establecer un objetivo prioritario que tuviera la capacidad de construir una narrativa de conjunto más clara en torno a los 17 Objetivos de la Agenda post-2015. En concreto, consideran que el 29% de las 169 metas están bien formuladas; el 54% de ellas debería ser más específica; y el 17% requeriría un trabajo significativo para considerarlas bien formuladas. Queda también por ver el impacto de la inestabilidad económica mundial en la consecución de los ODS largo plazo.
¿Cuáles son las implicaciones para África de la Agenda?
La Agenda reconoce explícitamente que cada país se enfrenta a retos diferenciados para lograr el desarrollo sostenible. África es un continente heterogéneo, con necesidades específicas y que deberá plantar cara a retos muy importantes ya que contiene a un buen número de los países menos adelantados, de los países sin desarrollo litoral y de los pequeños Estados insulares en desarrollo, al igual que de los países de ingresos medios. Sin olvidar a los países en situación de conflicto y posconflicto que, en virtud de sus necesidades especiales, merecen una atención particular.
En este sentido, la Agenda de Adís Abeba reconoce la necesidad de una transformación socioeconómica positiva en África y la importancia de atender las particularidades de los países africanos. Por su parte, los jefes de Estado de la Unión Africana expresaron una Posición Africana Común (PAC) en torno a la Agenda post-2015 «para poner fin de manera urgente a toda forma de pobreza y hacer de África un continente integrado, próspero, estable y en paz, que juegue un papel activo en la escena internacional». Este deseo contribuyó de manera decisiva a las negociaciones que desembocaron en la formulación de los ODS. En concreto, la PAC se articulaba en seis pilares: la transformación económica estructural y crecimiento inclusivo; la ciencia, la tecnología y la innovación; el desarrollo centrado en el ser humano; la viabilidad ambiental; la gestión de los recursos naturales y los riesgos de catástrofes naturales; la paz y la seguridad, y la financiación y las alianzas.
La Agenda 2030 va a marcar el devenir de los esfuerzos planetarios en materia de desarrollo humano y medio ambiente en los próximos 15 años. Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y las 169 metas que la componen vienen a materializar el deseo de los Estados de orientar sus esfuerzos hacia un destino común de prosperidad y paz, en el marco de un medio ambiente sano para todos. La concreción de este deseo va a depender, en buena medida, del nivel de compromiso real que los países muestren y de la capacidad de construir alianzas fuertes a este respecto. Será clave la puesta en marcha de un sistema de seguimiento eficaz y realista que permita evaluar los logros y el impacto real en los grupos más vulnerables.
Yarci Acosta Santana es licenciado en Ciencias Ambientales y máster en Gestión y Auditorías Ambientales. Entre 2010 y 2014 vivió en África Occidental, principalmente entre Mauritania y Senegal, desempeñando su labor profesional como consultor especializado en medio ambiente, tanto para Naciones Unidas como para organizaciones de la sociedad civil. Su trabajo se ha centrado en apoyar los esfuerzos de los países por integrar la variable ambiental en sus procesos de desarrollo. En la actualidad trabaja como consultor independiente. En el Blog África Vive ha escrito también sobre desarrollo a partir de la economía verde.
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