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La agricultura familiar, clave para el desarrollo sostenible

La agricultura familiar, clave para el desarrollo sostenible
Interior de un molino de harina en Gurara (Etiopía) bajo un sistema de bioeconomía integrada (Imagen: Sergio Reboredo)
Interior de un molino de harina en Gurara (Etiopía) bajo un sistema de bioeconomía integrada (Imagen: Sergio Reboredo)
Interior de un molino de harina en Gurara (Etiopía) bajo un sistema de bioeconomía integrada (Imagen: Sergio Reboredo)
Interior de un molino de harina en Gurara (Etiopía) bajo un sistema de bioeconomía integrada (Imagen: Sergi Reboredo)

La población agrícola es dominante en África y, en ciertos países, principalmente sahelianos, la población rural que vive de la agricultura representa a veces el 70 %, incluso el 80 % de la población total. La mayoría de estas personas están sustentadas por una agricultura familiar, cuya contribución a la producción total del país no suele ser tan importante en términos absolutos como en materia de seguridad alimentaria, la gestión de recursos renovables y la biodiversidad, y los equilibrios territoriales, sociales y políticos de las diferentes regiones. La agricultura familiar, tanto en países en desarrollo como en países desarrollados (aunque en menor medida), es el sistema socio-agrícola predominante en la producción de alimentos. Además de rescatar prácticas tradicionales de producción y rescatar alimentos tradicionales en la dieta del efecto del consumo global y homogéneo, representa una actividad dinámica de las economías locales que, combinada adecuadamente con políticas específicas y capacidades colectivas, actúa además como una herramienta de valorización social y bienestar comunitario.

Por este motivo no es de extrañar la relevancia que engloba el concepto y que estemos presenciando el Año Internacional de la Agricultura Familiar, que pretende profundizar en el debate, la cooperación y la concienciación sobre la problemática del pequeño agricultor o campesino en zonas rurales. A los problemas básicos a los que nos enfrentamos en el mundo rural –desigualdad sectorial, inestabilidad de los mercados, problemas de acceso y sostenibilidad de los sistemas agroambientales– podemos tender retos sociales que nos permitan valorar de manera adecuada este entorno y oficio: la producción agroalimentaria debe sostenerse en sistemas agrícolas que dignifiquen la actividad de los pequeños agricultores, que sean eficientes y que puedan convivir con la agresiva dinámica de los mercados globales. De lo contrario, sería inútil hablar de soberanía alimentaria y desarrollo territorial.

Ante esta coyuntura, la agricultura familiar en el contexto africano, principalmente, tiene un carácter multifuncional que engloba situaciones muy diferentes del resto en lo que concierne al acceso a la tierra y a las técnicas de producción, pero también al destino de los productos y el acceso a los mercados agrícolas, ya sea el autoconsumo, los intercambios locales, los mercados de proximidad o el abastecimiento de los mercados nacionales e internacionales. La organización, las asociaciones y el cooperativismo en materia de agricultura familiar siempre han existido en las sociedades de campesinos con el objetivo de regular las relaciones internas de los grupos locales y familiares. Según la definición de Mercoiret, las agriculturas familiares se caracterizan, por una parte, por el predominio del trabajo de los miembros de la familia y una organización familiar de los procesos de producción y, por otra, por la existencia de una estrecha articulación entre la producción, el consumo familiar y la reproducción del grupo doméstico.

[quote]El futuro de los agricultores africanos y de la agricultura familiar tras más de 50 años de ayuda al desarrollo, a pesar de los esfuerzos realizados, es alarmante. [/quote]

La población rural en el África subsahariana se aproximaba a los 500 millones en 2005: 50 % de la población en África Austral, 60 % en África Occidental, 65 % en África Central y aproximadamente 76 % en África Oriental. En África del Norte la población rural representaba ese mismo año un 40 % de unos 75 millones de habitantes aproximadamente.

Desde esta perspectiva, las políticas de cooperación deberían encaminarse a trabajar de manera bilateral con las instituciones y estructuras entre países socios que luchan por la descentralización y el desarrollo local, procurando ofrecer un valor añadido en términos de conocimiento y buenas prácticas organizativas y colaborativas en un trabajo más próximo a cada realidad. De esta manera, las estrategias de desarrollo deberían centrarse en mejorar el nivel institucional y de infraestructuras que puedan garantizar la buena circulación de los productos agrícolas, pues es el acceso a la comercialización uno de los mayores retos para los campesinos africanos. De esta manera, podríamos pensar que la estabilidad de la agricultura familiar en África, directamente relacionada con las estructuras y el nivel de organización de los mercados locales, nacionales y regionales, tendría un futuro más cierto.

Jaime Núñez Ubach es ingeniero agrónomo por la Universidad Politécnica de Madrid y Master of Science en Desarrollo, Proyectos y Políticas Públicas por el Instituto Agronómico Mediterráneo de Montpellier. Desde 2009 ha estado vinculado a proyectos de cooperación al desarrollo y políticas agrícolas en Angola, Mauritania y Francia. Actualmente realiza estudios de doctorado sobre “Cooperación, Economía Social y Cooperativismo” en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La Laguna.

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