La Cumbre Mundial de la Nutrición para el Crecimiento (N4G) muestra el compromiso de la Unión Europea con la ayuda al desarrollo

La Cumbre Mundial de la Nutrición para el Crecimiento (N4G) muestra el compromiso de la Unión Europea con la ayuda al desarrollo
Imagen: © Ana López García

Ana López García

Periodista freelance

106 gobiernos, así como numerosas organizaciones internacionales, la sociedad civil, bancos de desarrollo, organizaciones filantrópicas, instituciones de investigación y empresas, se reunieron en París el 27 y 28 de marzo para buscar soluciones a los problemas que la malnutrición genera a nivel mundial.

La malnutrición impide el pleno desarrollo económico y social, especialmente en países en vías de desarrollo. África del Oeste y Central son las regiones más afectadas por la malnutrición debido a los fenómenos meteorológicos, los conflictos y la pobreza.

A pesar del clima de incertidumbre generado por los recortes en ayuda al desarrollo de algunos países, la cumbre ha conseguido que la comunidad internacional se movilice y recaude a 27 550 millones de dólares de los 30 000 necesarios para hacer frente a la malnutrición a nivel mundial. La Unión Europea aportará 6500 millones de euros y el Banco Africano de Desarrollo donará 9500 millones de dólares hasta 2030. Países como Madagascar o Costa de Marfil también han asumido importantes compromisos políticos y financieros para luchar contra la carga de la malnutrición en sus países.

Leire Pajín en la Cumbre de la Nutrición. Imagen: © Ana López García

La europarlamentaria y presidenta de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, Leire Pajín, participó en la cumbre y concedió una entrevista a Casa África.

Pregunta: ¿Cree que los recortes de financiación de USAID van a tener un impacto en la salud de millones de personas en África?

Sin lugar a dudas. De hecho, ya lo está teniendo. He tenido posibilidad de reunirme con diferentes organismos internacionales, el Programa Mundial de Alimentos, por ejemplo, o UNICEF, esta misma mañana y te dicen de forma clara que ya está teniendo consecuencias en lugares donde se tiene que decidir a quién dar de comer y a quién no.

Por tanto, las consecuencias (de los recortes) de lo que ha venido siendo el 40 % aproximadamente de la ayuda humanitaria que demandaba Naciones Unidas en los últimos años tiene consecuencias devastadoras a nivel internacional, especialmente en los más vulnerables. Esto nos obliga a todos, nos obliga a Naciones Unidas, nos obliga a la Unión Europea, nos obliga a todos los donantes del mundo a resituarnos, a hacer un análisis profundo de qué impacto está teniendo ya esa decisión y por tanto qué decisiones estratégicas hay que tomar para intentar hacer mucho más, con más impacto, con menos recursos disponibles. Y esto es un poco lo que le hemos pedido a la Unión Europea, que haga ese reseteo, ese análisis con carácter regional y local, pero sobre todo regional y global, de qué consecuencias ha tenido y qué rol debemos jugar como Unión Europea en ese sentido o cómo podemos reestructurar nuestra ayuda.

Es esencial que la Unión Europea siga siendo uno de los principales donantes del mundo, siga construyendo su liderazgo sobre sus valores, sobre sus valores de solidaridad, de compromiso global y mundial y, por tanto, no tengamos tentaciones de ir por el mismo camino. Este es claramente nuestro mensaje. En el sentido de España, tengo que decir con orgullo que es una luz en esta situación de tinieblas, porque España es un país que ha comprometido un aumento de su ayuda humanitaria y de cooperación y ha aprobado recientemente una nueva ley de cooperación con un fuerte compromiso, incluso financiero, porque la ley habla del compromiso del 0,7 por primera vez en nuestra historia democrática. Además, se ha aprobado con amplio consenso, salvo la excepción de la extrema derecha.

Por tanto, España hoy es una esperanza en la Unión Europea y tengo que decirte que muchos de los países de la Unión Europea, de los miembros del Parlamento Europeo y desde luego de la sociedad civil, miran a España con esa esperanza y con esa sensación de compromiso.

¿Puedes hablarnos más de estas alianzas que tenemos ahora con el continente africano?

La Unión Europea tiene una alianza estratégica hace mucho tiempo con la Unión Africana. Tiene la Asamblea ACP (África, Caribe y Pacífico), con la que trabaja de forma bilateral o birregional para tener y tejer una agenda común. Los resultados de la cumbre de Sudáfrica los hemos seguido en el Parlamento Europeo con mucha atención.

Imagen: © Ana López García

De hecho, hemos debatido sobre esto estos últimos días en el Parlamento y creemos que es absolutamente necesario tener una alianza conjunta y compartida si queremos conseguir los retos comunes. Ahora que hablamos mucho de nuestros intereses, de nuestros riesgos como europeos, en materia de defensa, de cambio climático o de energía, ninguno de esos retos va a poder abordarse si no abordamos los retos de nuestros vecinos. Esto es algo que la pandemia nos enseñó de forma muy clara, que no podíamos asegurar el bienestar, la salud y la seguridad de los europeos sin hacerlo en el resto del mundo, porque los brotes epidémicos son globales, no tienen fronteras, lo mismo el cambio climático, lo mismo la gestión migratoria.

Por tanto, tenemos que darnos cuenta, de una vez por todas, de que nuestros intereses son los mismos intereses que los de los países del sur global. Pero especialmente de los de nuestros vecinos, y África es nuestra vecina. Por tanto, tenemos que, cada vez más, establecer partenariados que nos permitan identificar los retos comunes y comprometernos con las soluciones comunes.

Ahí España es una de las luces que hay en Europa, ya que seguimos aceptando migrantes frente a otros países de la Unión Europea.

Claro, porque además España es muy consciente de la realidad africana. Es una realidad vecina, una realidad que conocemos bien. Además, porque sabemos, y somos muy conscientes, de que la frontera entre España y Marruecos es la frontera más desigual del planeta. No quiero decir ya con África subsahariana.

Por tanto, aquí está uno de los elementos más importantes. Y, de nuevo, los retos de nuestro vecino son también nuestros retos. Por eso, no es casual que el Mediterráneo europeo sea el más consciente, tenga más sensibilidad hacia África. De la misma manera que, seguramente, el este europeo es el más sensible o el más consciente de la amenaza real que es Rusia para Europa.

Es lógico. Hablamos de la sensibilidad vecinal. Pero nosotros tenemos que ser conscientes y capaces de hacer entender a toda la Unión Europea que África puede ser un aliado determinadamente positivo, que África es una región muy desconocida y que tiene mucho potencial para el futuro, pero, sobre todo, que ninguno de los retos que hoy tenemos encima de la mesa los vamos a poder hacer sin partenariados con regiones como África o como América Latina.

Esas alianzas se están volviendo más complicadas, debido a la influencia también de ciertos países, por ejemplo, en Mali, Burkina Faso o Níger, que ya no quieren la ayuda de Francia, Europa o América. ¿Qué piensas sobre esto y cómo podemos ayudarlos?

Creo que tenemos que hacer un esfuerzo por tejer los partenariados también desde esa mirada de la descolonización y también desde una mirada de igual a igual.

La Unión Europea, que ha sido siempre un donante principal en regiones como América Latina, en regiones como África tiene que ser capaz de garantizar la ayuda a la población a través de los diferentes instrumentos que existen. Esto lo tienen que hacer especialmente en aquellos países donde hay crisis olvidadas y encadenadas durante muchos años. Sudán es un ejemplo muy claro.

No podemos mirar hacia otro lado. Sudán es el espejo donde se mira el fracaso de la comunidad internacional. Es decir, no podemos dejar que un lugar donde se junta el hambre y la pobreza extrema con las violaciones sistemáticas a las mujeres y a los niños, donde se producen todos los elementos de fracaso de la comunidad internacional, siga existiendo.

Artículo redactado por Ana López García.

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