Por Nicole Ndongala. Las múltiples manifestaciones a nivel mundial apoyando las actuaciones antirracistas, están provocando que este tema cobre protagonismo en las primeras páginas, titulares de los periódicos y redes sociales.
En ellas, se abre la herida sin curar de muchos años. Es momento de sacar todo el mal que está oprimiendo y sanar esta situación de discriminación social.
Somos herederos de una historia, en la que estas actitudes de rechazo y subestima de personas por el color de su piel, eran comunes sin ninguna reacción social, podía haber un posicionamiento individual contra el fenómeno, pero no pasaba a tener una repercusión grupal y colectiva.
En el siglo XX, diversas personas valientes y carismáticas pusieron los cimientos para denunciar la desigualdad, la injusticia y la negación de los derechos humanos hacia las personas de raza negra iniciando y liderando los movimientos antirracistas.
El actual mundo globalizado junto con fundamentos científicos ha aportado datos y base para luchar contra las reacciones retrógradas y xenófobas, y alumbrar una visión de un mundo inclusivo, en el que « Todas las vidas importan ».
La movilidad y las migraciones son una realidad de nuestro tiempo, la búsqueda de una vida mejor, el salir de situaciones de pobreza, guerras, persecuciones, las nuevas esclavitudes y otros diferentes tipos de violencia, son reconocidos internacionalmente como el derecho de asilo.
Los acontecimientos vividos con la pandemia del Covid-19, han puesto de manifiesto la necesidad de flexibilizar los trámites burocráticos y la necesidad de mejorar la acogida de estas personas por riesgo de quedar excluidas de la vida social. Muchas de ellas, favorecen situaciones y desempeñan, aportan y contribuyen a la sociedad con trabajos precarios que son rechazados por las personas del país.
Por justicia, es necesario flexibilizar los obstáculos que se encuentran, unos trámites que en muchas ocasiones son « pescadillas que se muerden la cola », ya que no pueden acceder al trabajo y sin trabajo no se puede regularizar la vida en el país de acogida.
El racismo institucional pisotea la Ley de asilo denegando un derecho fundamental a las personas refugiadas por su color de piel, origen, religión y cultura. El flujo de personas que piden asilo, acogiéndose a los Derechos Humanos, nos presenta situaciones dramáticas y nos mueven a tener una actitud distinta, una mirada de acogida.
Son múltiples los hechos que a diario nos traen esta problemática, conocidas por todos: las vallas en las fronteras, utilización de las concertinas, devoluciones en caliente, Cies, los acontecimientos de Tarajal, detenciones arbitrarias, impedimentos y denegación a llegar a tierra.
Estas políticas son atrocidades inhumanas, por ser ataques sistemáticos contra un determinado grupo de personas.
Es intolerable que haya categorías de los derechos, definidos en la carta magna de los DD.HH.
Estas políticas que causan víctimas y el sufrimiento entran en el grupo de los llamados « crimines de lesa humanidad”. Tienen un carácter racial.
“Ante el racismo hay que esforzarse en explicarlo como un hecho y combatirlo como un mal. Intentar conocerlo y comprenderlo y, al mismo tiempo, aplicarse en reducirlo, o neutralizarlo…Para quien lo rechaza y lo combate, el racismo se presenta a la vez, como un objeto, como un desafío para el pensamiento y como un dominio de lucha por la acción…El deber antirracista no es más que una concreción del deber de luchar contra todas las formas de violencia interhumana. La tarea no es ni simple ni fácil…” (Pierre-André Taguieff)
Estos dos temas, que se entrelazan, el racismo y el asilo es algo que nos tiene que hacer reflexionar, tomar postura para conseguir cambiar este mundo.
Hay una esperanza, en la lucha racial que nos hermana al grito de “no puedo respirar”, las desgarradoras palabras de George Floyd, se han escuchado en los cinco continentes como reivindicación.
Es verdad que los picos de posturas xenófobas en partidos políticos que quieren mantener su burbuja de bienestar, emergen y hay que tenerlos en cuenta, pero la cultura de una interdependencia y objetivos comunes para el Desarrollo del Milenio, ampliados a su consecución con los derechos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible podrán ir abriendo diálogo para conseguir una transformación y expectativas hacia una sociedad nueva, con valores de integración y reconocimiento de que toda la experiencia e identidad de una persona aportan riqueza.
Es ahora el momento de denunciar todos los tipos de discriminación que sufren muchas personas de raza negra en diversos lugares del mundo. La sociedad unida busca a visibilizar estas situaciones de extrema injusticia de maltrato y racismo para combatirlas y erradicarlas en todos los ámbitos de la vida social.
Hay un sentimiento de apertura no será fácil, pero sí se podrá cambiar. Después de todo drama, emerge algo nuevo. De manera realista, se toman decisiones.
El racismo y las situaciones inhumanas en los campos de refugiados, remueven conciencias y obligan a diversas voces de unirse como una SOLA VOZ, por un mundo más justo, ¡ya ha comenzado! La historia de este siglo XXI, se escribirá con diversidad cultural, con grupos de personas de distintas nacionalidades, personas unidas en red por causas comunes. ¡Cada uno debemos aportar lo mejor de nosotros mismos para conseguirlo!
Nicole Ndongala, natural de la República democrática del Congo, es mediadora intercultural y directora general de la Asociación Karibu.