Por José Segura Clavell. Este pasado jueves se cumplieron tres meses desde la aparición de un primer caso de coronavirus en un país africano. Fue el 14 de febrero, en Egipto. Tres meses después, ya no queda un solo país del continente libre de casos, después de que el pequeño estado montañoso de Lesoto anunciase la detección de su primer contagio.
No he dejado de comentar en varios artículos que la respuesta inicial del continente africano al coronavirus está siendo un ejemplo que espero sea elogiado en el relato que en el futuro se haga de esta pandemia. Tres meses después del anuncio de ese primer contagio, el continente roza los 75.000 casos y está ahora creciendo a una media diaria de 3.000 contagios. En total, en África han fallecido por coronavirus 2.500 personas.
No creo que sea necesario contraponer esas cifras con las españolas para que coincidamos en valorar la respuesta africana. Es obvio que en todo el continente está habiendo poca capacidad de hacer tests, pero ante esto también debo esgrimir que desde Casa África no apreciamos, ni en la observación diaria de los medios de comunicación africanos (que reflejamos en un seguimiento disponible en nuestra web), ni en el contacto con nuestras Embajadas, ni en las conversaciones con nuestras amigas y amigos del continente, que los centros hospitalarios estén saturados y desbordados.
El enorme esfuerzo, representado por confinamientos estrictos, cortes de fronteras y sacrificios tan grandes como los que hemos hecho en España, está teniendo en África, como aquí, un coste económico brutal y demoledor.
En África ya están empezando a suavizar los encierros para permitir actividad económica, a costa de asumir que crezca el número de casos. Y eso es lo que está ocurriendo: su pico aún no ha llegado y aumentan las noticias, algunas de ellas preocupantes, de que no están pudiendo equiparse suficientemente para lo que se les viene encima.
Ahí está la clave: el gran problema, para muchos países, es que esta exitosa estrategia temprana no ha servido, como pensaban, para equiparse, preparar sus hospitales y adquirir elementos para garantizar la protección de sus escasos profesionales sanitarios. El mercado mundial de productos sanitarios para el combate contra el coronavirus es ahora un mercado indecente, sin reglas comerciales, en el que los abusones no dan tregua a los más pequeños.
Más de 70 países del mundo han emitido órdenes prohibiendo la salida de material sanitario de sus fronteras. Hay países africanos que prácticamente no han hecho tests, porque solo acceden a los que les llegan procedentes de la Unión Africana, o si alcanzan alguna donación de las que ha realizado China, la Unión Europea o alguna de las ricas monarquías petroleras.
Eso ocurre en África. ¿Y en nuestra tierra, en Canarias? Frente a una crisis sin precedentes, que ha dejado a cero nuestro sector turístico, vivimos un momento en el que una de cada tres personas en edad de trabajar está en paro o en un ERTE. Ahora, más que nunca, el viejo mantra de que necesitamos diversificar nuestra economía cobra todo su sentido.
De las crisis se sale con soluciones audaces, no cruzando los dedos a la espera de que todo vuelva a ser como antes. Y si llevamos años oyendo lo de la necesidad de diversificar, también llevamos años reclamando que Canarias se convierta en un verdadero hub hacia África.
Entonces, ¿por qué no buscar la oportunidad en este momento tan complicado y nos planteamos que Canarias sea un hub industrial para producir material sanitario para la lucha de los países africanos contra el coronavirus, que lo necesitan? ¿No estamos acaso en la ubicación geográfica adecuada para ello?
¿Por qué algunos de los sectores económicos, que durante tantos años se han beneficiado de instrumentos como la RIC, que les ha facilitado nuestro Régimen Económico y Fiscal (REF) no ponen en marcha una industria productora y suministradora de este tipo de materiales? Estoy hablando de mascarillas, Epis, pantallas protectoras, material higiénico, hasta respiradores… Se trataría de una inversión industrial en Canarias, generadora de actividad, empleo y que con dinamismo comercial en nuestro continente vecino podría tener un gran éxito, y además ayudaría a los países africanos y nos consolidaría como un hub humanitario de primer nivel.
Es buen momento para recordar que, además, nuestro REF pone todas las facilidades para ello. En el Congreso de los Diputados, recuerdo perfectamente aquella última sesión celebrada en el año 2014, en la que se convalidó el Real Decreto Ley con el que se actualizaron muchos de los aspectos fiscales que configuran el actual REF. Fue defendido por el ministro de Hacienda en representación del Gobierno fruto de un amplio consenso parlamentario.
A consecuencia de las sugerencias de diversos sectores económicos canarios, se creó el artículo 27 bis, que bajo el título ”Deducción por inversiones en territorios de África Occidental y por gastos de propaganda y publicidad”, entre otros aspectos recogió el derecho a practicar deducciones de la cuota íntegra por el 15% de las inversiones que se realicen en la constitución de filiales o establecimiento permanentes en Marruecos, Mauritania, Senegal, Gambia, Guinea Bissau y Cabo Verde. El Gobierno de España animaba a invertir en aquellos países africanos siempre que se cumplieran determinados requisitos.
La creación de una industria de este tipo orientada a la producción para África no solo es una posibilidad amparándose en las ventajas que garantiza nuestro REF, sino también la empresa que emprenda la iniciativa podría inscribirse en la Zona Especial de Canarias (ZEC).
Por otro lado, logísticamente lo tenemos todo a favor. Además de la ubicación estratégica y unos puertos canarios con excelentes y rápidas conexiones con África, en el Puerto de La Luz y de Las Palmas tenemos las sedes del Centro Logístico de Cruz Roja para África y del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para África.
En estos últimos meses, la sede del PMA en Las Palmas no ha dejado de trabajar haciendo envíos de alimentos para las situaciones de crisis enquistadas que se mantienen en zonas como el Sahel, o para crisis puntuales como la terrible plaga de langostas que asola el este de África. Todas estas situaciones se están viendo agravadas por el coronavirus, y las previsiones de debacle económica conllevan inmediatamente el aumento del hambre y, por tanto, de la ayuda humanitaria.
Es cierto que el PMA no ha estado haciendo desde Canarias envíos de material específico por el coronavirus porque esta tarea la ha asumido su centro logístico en China, pero me gusta recordar que tenemos en nuestra tierra una de las pocas sedes de la mayor empresa logística del planeta tierra, perteneciente a las Naciones Unidas, capaz de conectar por tierra, mar y aire a cualquier país y con la capacidad de gestionar este tipo de repartos humanitarios como nadie lo hace en el mundo. ¿Por qué no nos decidimos a aprovechar eso, a generar sinergias con ellos desde nuestro sector público y privado?
Lo tenemos prácticamente todo a favor. Tenemos la ubicación estratégica, el apremio y la necesidad de diversificar nuestra economía, tenemos diversas leyes que facilitan una inversión de ese calado y todo el apoyo logístico para hacerlo viable. Solo nos falta que alguna de nuestras empresas canarias se lance a intentarlo.
Si ahora no es el momento de plantear que Canarias sea un potente hub humanitario hacia el continente, ahora que la demanda es enorme y sabemos que lo será en los próximos años a causa de este coronavirus, ¿cuándo lo será?
José Segura Clavell es director general de Casa África y doctor en Ciencias Químicas. Catedrático de Termodinámica en la Escuela Oficial de Náutica de Tenerife y fue profesor titular de Física Aplicada en la Universidad de La Laguna.
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