Las actividades culturales y de formación que tienen lugar en diferentes cárceles de Burkina Faso, desde hace más de dos décadas, están consiguiendo reintegrar a los presos en la sociedad, a pesar de las dificultades que atraviesan estas prisiones superpobladas.
El centro de detención y corrección de Uagadugú (MACO) es la prisión más grande del país, con más de 2.350 presos y una tasa de ocupación de más del 413%. Debido a los ataques terroristas, algunas de las cárceles, principalmente en el norte del país, han tenido que cerrar y los reclusos han sido trasladados a otras prisiones, lo que ha aumentado aún más la superpoblación en las cárceles.
A pesar de ello, un pequeño grupo de prisioneros se beneficia de las actividades formativas que ofrece la sección cultural de la MACO. Dentro de la cárcel, los presos pueden aprender a tocar instrumentos, cantar o pintar gracias al departamento de música y artes plásticas y al apoyo de la Asociación African Culture. Debido a los escasos fondos de la prisión, solo se cuenta con dos formadores, una sala de informática, dónde también pueden tocar diversos instrumentos, y otra sala dedicada a las artes plásticas. En una cárcel con más de 2000 presos, solo un grupo reducido de reclusos puede beneficiarse de estas formaciones.
Es el caso de Rolby, quién pasó cuatro años en la MACO. Gracias a la asociación y a Karim, antiguo responsable de la sección de música de la prisión, Rolby consiguió aprender a tocar la guitarra, componer sus propias canciones y grabar dentro del presidio su primer álbum. Tras hacer un casting de los presos que tenían habilidades musicales y encontrar a Rolby, la asociación decidió llevar todo el equipo de grabación a la MACO, grabar un álbum del joven artista, y hacer un videoclip en esta prisión. Rolby cumplió su pena y ahora vive de los conciertos que da gracias al oficio que aprendió en la cárcel. Es un hombre plenamente integrado en la sociedad. El cantante ayuda ahora a otros presos a reinsertarse y participa en los conciertos que se celebran durante el “Festival Un viento de Libertad”, el único festival que ocurre dentro de las cárceles de este país africano.
El fundador de esta asociación es Freeman Tapily, un conocido cantante de reggae burkinés que fundó esta asociación hace más de 15 años. En 2010, Freeman se fijó como objetivo humanizar las prisiones, dar oportunidades a los presos y hacerles disfrutar de un poco de libertad. Asimismo, la asociación African Culture promueve que los detenidos encuentren un oficio y puedan vivir de él cuando salgan. Es por ello que, gracias a Freeman y el apoyo de los servicios penitenciarios y el Ministerio de la Justicia, los prisioneros que forman parte del programa de inserción, pueden salir de la cárcel un par de horas para ir a dar un concierto. También se pueden concertar sus servicios pagando. “Por ejemplo, si quieres que toquen el día de tu boda, pueden venir para tocar y luego cuando acaben, vuelven a prisión, » explica Freeman. Ello les permite sentirse realizados, disfrutar de unas horas de libertad y al mismo tiempo, mostrar a los ciudadanos que la reinserción es posible.
Hace 15 años, Freeman decidió llevar la música al interior del penitenciario, no solo a través de las formaciones de reinserción sino a través de un evento lúdico como es un festival. Cuando el cantante propuso la idea al responsable de seguridad de la prisión, este le ofreció un pequeño espacio cerrado para cien personas. Freeman se negó: “Si el festival se llama “Un Viento de Libertad”, tienes que darles la libertad a los presos.” Quería hacer el festival al aire libre, en el terreno de fútbol de la prisión, para que fuese un gran evento abierto al público y no se limitase a los prisioneros. El responsable de seguridad le dijo que era complicado pero que le iban a ayudar a realizar su sueño. Así, del 1 de noviembre al 30 de diciembre tendrá lugar la XV edición del festival en diez cárceles de Burkina Faso. Un evento abierto a todo el mundo, dónde cada año se reúnen más de 3.000 personas para disfrutar, junto con los prisioneros, de los conciertos y actividades deportivas que tienen lugar ese día. No es necesario ser familiar o conocer a algún preso, todo el mundo puede participar en esta fiesta.
El día del festival, se prepara la comida para los invitados del exterior, los prisioneros y el personal carcelario, se organizan conciertos y actividades deportivas como partidos de futbol entre prisioneros y los funcionarios de la prisión o aerobic. La asociación también se apoya en este día para recoger donaciones y mejorar la calidad de vida de los presos quienes disponen de pocos bienes. A pesar de que el número de presas es minoritario, ya que suponen menos del 3% del total de los presos, durante el festival hay también una campaña de apadrinamiento de los bebés de las mujeres prisioneras. Las madres pueden tener sus hijos en prisión, pero debido a la falta de recursos, a veces no tienen suficiente dinero para ropa, leche en polvo, pañales, etc. Este apadrinamiento simbólico permite a las madres cubrir las necesidades básicas de sus bebés.
Igualmente, ese día los presos pueden acceder a los stands dónde se presta atención médica y jurídica. A pesar de que hay una enfermera permanentemente en el centro y algunas asociaciones prestan servicios médicos, no son suficientes. Es por ello que ese día, se realizan consultas médicas y se dan medicamentos gratuitamente a los pacientes enfermos. También se hacen sensibilizaciones sobre el riesgo de accidente cardiovascular o para hacer pruebas con el objetivo de detectar posibles casos de cáncer del cuello de útero entre las prisioneras. La asociación también ha lanzado campañas para recoger donaciones de compresas. Cuando Freeman se enteró de que en la cárcel no tenían fondos para poder dar a las mujeres toallitas higiénicas, organizó un concierto donde no se pagaba con dinero si no con compresas. Los asistentes que quisiesen entrar debían llevar tres paquetes de este producto higiénico, que posteriormente serían entregados a las reclusas.
El festival es un momento de convivialidad, tanto con la gente del exterior, que no tienen ningún vínculo con las prisiones, como con las familias de los prisioneros y el personal penitenciario. Poder bailar al son de la música en directo, tocada por artistas conocidos, es todo un privilegio del que disfrutan los prisioneros durante el festival. Esto les ayuda a nivel psicológico, ya que les permite distraerse de una forma diferente y socializar con gente del exterior de la prisión sin sentir ningún estigma. El acceso de la ciudadanía a estas actividades ayuda a que se deshagan de los prejuicios que existen hacia los presidiarios. Como cita la temática de este año del festival “Esperanza y reinserción: construir un futuro más allá de los muros”, el objetivo final del festival es ayudar a la reinserción en la sociedad. Este evento consigue cambiar la opinión de la población, que puedan ver que una gran parte de los presos no son peligrosos y desean reinsertarse en la sociedad. Al mismo tiempo, los reclusos ganan confianza en sí mismos al ver que no se les rechaza, lo que les anima a luchar por su reinserción al salir de prisión.
Artículo de Ana López