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¿África o… las Áfricas?

¿África o… las Áfricas?
África se ha considerado, pese a su diversidad cultural y a su inmensidad, como un continente monolítico. Pero cada vez más países africanos sienten que no forman parte de él. Imagen: Rubén Reinares Sáenz
África se ha considerado, pese a su diversidad cultural y a su inmensidad, como un continente monolítico. Pero cada vez más países africanos sienten que no forman parte de él. Imagen: Rubén Reinares Sáenz

Boubacar Boris Diop

Novelista, ensayista, dramaturgo y guionista considerado uno de los grandes escritores actuales de África.
África se ha considerado, pese a su diversidad cultural y a su inmensidad, como un continente monolítico. Pero cada vez más países africanos sienten que no forman parte de él. Imagen: Rubén Reinares Sáenz
África se ha considerado, pese a su diversidad cultural y a su inmensidad, como un continente monolítico. Pero cada vez más países africanos sienten que no forman parte de él. Imagen: Rubén Reinares Sáenz

Hace tan solo tres décadas, era muy común oír hablar, con un ligero temblor en la voz, de «África de El Cairo a Ciudad del Cabo». Para todos, estas palabras se referían a un continente que era a la vez inmenso y, a pesar de la extrema diversidad de sus culturas, un único territorio, casi monolítico. Actualmente, la expresión ha pasado de moda porque, curiosamente, cada vez más países del continente africano sienten que no forman parte de él. Este es el caso de toda África del Norte, dividida entre sus raíces arabo-islámicas y una Europa que, aunque está físicamente cerca del continente, sigue estando vetada para los africanos.

Con el tiempo, hemos llegado a una situación en la que solo los negros del continente, ahora llamados “subsaharianos”, son considerados y se ven a sí mismos como africanos. Esto no es sorprendente, ya que la cultura y la historia son signos de identidad mucho más poderosos que la geografía. Y, a lo largo de los años, nuestras relaciones con el mundo árabe han sido, cuanto menos, bastante complicadas. Sin haber tenido la escala industrial y el devastador impacto de la trata de esclavos en el Atlántico, la trata de esclavos transahariana llevó de manera natural a las sociedades árabes a dar un estatus inferior a los negros. El racismo común resultante, que rara vez genera debate, puede adquirir una dimensión trágica tan pronto como se desate la avidez. En su camino hacia lo que ellos creen que es el El Dorado Europeo, los migrantes malienses, senegaleses y somalíes son maltratados, incluso asesinados, y esto no indigna a casi nadie. Este antikemitismo se ha extendido desde el ataque de las potencias occidentales contra el régimen de Gadafi. Las escenas de jóvenes africanos vendidos como mercancías en un mercado de esclavos libio conmocionaron al mundo entero, afortunadamente. Sin embargo, este sentimiento universal no impide que la limpieza étnica dirigida a los negros continúe en medio del caos causado por la guerra civil libia.

Pese a que es normal, a la luz de estas relaciones tan difíciles, que se haya arrebatado a África toda su parte septentrional, sería erróneo suponer que la división de África es una cuestión exclusivamente racial. En Sudáfrica, por ejemplo, se supone que todo lo que está al norte de Limpopo —comenzando por la próxima Mozambique— casi pareciera que pertenece a otro continente. Esto se ve diariamente, tanto en los periódicos de Pretoria y de Ciudad del Cabo como en las conversaciones más triviales de sus habitantes. Además, el país que vio nacer a Mandela, no liberado totalmente del peso del apartheid, muestra dos caras totalmente diferentes, como lo muestra su literatura, ese instrumento de evaluación infalible y paradójico de la verdadera naturaleza de una sociedad humana.

Pero eso no es todo. Sin el torneo de fútbol de la Copa Africana de Naciones, los malienses o los zambianos ni siquiera sospecharían de la existencia de Madagascar, Cabo Verde y menos aún de Mauricio, todos ellos países miembros de la Unión Africana.

Esta fragmentación de África puede parecer sorprendente, aunque en realidad  es bastante lógica: es el duro pero necesario retorno a la realidad tras un largo período de ilusión, o incluso de sueño lírico. Durante esta secuencia histórica de luchas anticoloniales, el recuerdo de las adversidades soportadas en común ha impedido de algún modo la lucidez. La trata de esclavos y la colonización, así como el racismo —que fue tanto la causa como la consecuencia—, llevó a los negros africanos a luchar juntos contra el mismo enemigo. Fue por ello que olvidaron sus propias diferencias, que a menudo son significativas. Esta amnesia, de algún modo provocada, predomina tanto que, hace no mucho tiempo, África era más un ideal. Este tipo de amnesia inducida es tan evidente que no hace mucho tiempo África, que era más un ideal emocional que una realidad tangible, se extendía mucho más allá de sus supuestos límites geográficos. La creación artística y literaria de la diáspora negra da testimonio de su apego a África. «África, he guardado tu memoria…» escrito por el poeta haitiano Jacques Romain. Los antillanos también se consideraban africanos, y los negros americanos pasaron a llamarse  afroamericanos. A menudo he podido constatar, al hablar con estudiantes senegaleses y marfileños, que para ellos el martiniqués Aimé Césaire es un autor africano, como lo son el camerunés Mongo Beti o el senegalés Léopold Sédar Senghor.

Sin embargo, hay que resignarse a la evidencia: aquella maravillosoa época en la que el autor de Cahier d’un retour au pays natal reivindicaba en voz alta y clara sus «antepasados Bambara», pertenece ya al pasado.

África se ha visto así reducida de forma significativa sin que nadie se dé cuenta. Ha pasado a ser cada vez más imaginaria y no ha llegado a ser el continente del que todos hablan con una fascinante mezcla de certeza y desconcierto.

Boubakar Boris Diop es novelista, ensayista, dramaturgo, guionista y periodista y es considerado uno de los grandes escritores actuales de África. Fundó la editorial  EjoWolof  Books en la que se publican obras escritas en wolof, lengua senegalesa aunque también se habla en otros países de la región de África occidental.

Traducido por Inmaculada Ortíz


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