El desarrollo de África se ve desafiado por la incertidumbre global, sumado a los bajos precios de las materias primas. Aquí no existen milagros, se necesita de una transformación estructural. O tal vez el milagro sea la creación de puestos de trabajo que estén respaldados por políticas que garanticen los vínculos entre el crecimiento y el empleo.
La visión compartida de #AfricaWeWant (La África que queremos) reside en nuestra capacidad individual y colectiva para participar en una amplia economía donde cualquier persona pueda intervenir de acuerdo con sus aptitudes. Existen oportunidades para la diversificación de las competencias en el ámbito de la agricultura de valor añadido y la agroindustria, en el procesamiento de los recursos minerales y en el reciclaje de los residuos de África. Aunque en Dakar, Lagos, Abiyán, Bamako, Conakry o Cotonou estos no puedan parecer puestos de trabajo, necesitamos redirigir la energía productiva de nuestros ciudadanos de acuerdo con el marco económico actual. Otros sectores como el sector manufacturero, turístico y el de las tecnologías de la información pueden jugar un papel fundamental a la hora de garantizar que la juventud africana encuentre una salida productiva que contribuya al crecimiento económico.
África acoge al 50% de los niños del mundo en edad escolar que han sido privados de la oportunidad de recibir una educación. Nuestro sistema educativo necesita una reforma que encaje con las aptitudes requeridas por el marco económico planificado actual. Por ello, la creación de puestos de trabajo en línea con la cadena de valores de los recursos naturales de África debería ser nuestra respuesta a esta colisión externa. Debemos convertirnos en maestros del aprendizaje y, quizás, esta sea la pieza del puzle que falta para lograr el crecimiento de África.
Recientemente, Forbes África ha publicado la historia de Cosmas Maduka, el multimillonario jefe de la compañía Coscharis Motors, que con 7 años de edad tuvo que abandonar el colegio para trasladarse a Lagos y convertirse en aprendiz de su tío materno dentro del ámbito automovilístico. Fue un viaje lleno de complicaciones, pero todos sabemos hasta dónde ha llegado hoy día Cosmas Maduka. La lección, en relación con el aprendizaje, que puede sacarse de esta historia se entiende mejor gracias a los consejos del propio Cosmas: «puedes empezar con cualquier trabajo mediocre como trampolín hacia lo que verdaderamente deseas hacer».
Existe un amplio abanico de oportunidades
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha revelado que el cultivador promedio de cacao tiene más de 50 años y, además, muy poca gente joven se involucra en este sector. Sin embargo, Costa de Marfil y Ghana representan el 60% de la producción mundial, pero ninguno de estos países puede continuar ejerciendo simplemente como proveedores de derivados primarios e intermedios de cacao. El creciente consumo de cacao por parte de la clase media demuestra el potencial que existe en torno a las cadenas de valor del cacao en África occidental y más allá de este horizonte. Es más, un potencial aún mayor reside en conseguir que África redirija su actual factura de importación de alimentos. De hecho, no hay necesidad de continuar gastando 40.000 millones de dólares al año cuando en África tenemos el 60% de tierras no cultivadas del mundo, de acuerdo con la organización de Alianza para la Revolución Verde en África (AGRA).
El aprendizaje no solo proporciona destrezas, también crea vínculos entre el instructor del comercio y el aprendiz. Esto último es una parte importante de la reinserción de la educación cívica en nuestras sociedades. En Alemania, cerca del 60% de la gente joven se forma como aprendices, en campos tan diversos como la manufactura avanzada, tecnologías de la información, banca y turismo. No se trata de reinventar África, sino de capturar la esencia de la formación dual para hacer frente al déficit y el desajuste de las capacidades. En la formación profesional, los jóvenes podrían dividir sus días entre la enseñanza en clase en una escuela profesional y el puesto de trabajo en una empresa, pudiendo abarcar de esta manera una especie de relación público-privada que conforma profesionales con habilidades, herramientas y actitudes que añaden valor al discurso nacional sobre la transformación social.
La transformación estructural debe residir en la disposición que tengan los africanos a la hora de usar sus habilidades para capturar y permanecer en la cadena de valores de los recursos naturales, y así el desajuste entre las destrezas requeridas y las existentes podrían pasar a la historia. La riqueza y el bienestar se asientan sobre nuestras aptitudes a la hora de trabajar la tierra, transformar la cosecha y expandir nuestros mercados domésticos con el fin de reducir nuestra dependencia de las capacidades y bienes extranjeros.
Carl Manlan es secretario ejecutivo del Fondo Solidario Africano contra el Ébola. Anteriormente, este economista marfileño trabajó en el gabinete del secretario ejecutivo de UNECA. En 2012, obtuvo el título de Máster en Administración Pública por la Harvard Kennedy School.
Versión original publicada en Wathi. Traducción: Alejandra Henríquez Espejo.