La ciudad se construye con las historias de las personas que la habitan, temporalmente o siempre. Se encala con las vivencias de sus vecinos y las experiencias, que ahora proponen afanosamente todas las agencias de viaje, de los turistas y aventureros que optan por recorrerla. Se promociona día a día con selfis asociados a hashtags, que ejercen de las postales del siglo XXI. Se amuebla con los olores, los sabores, los retazos de conversaciones, los rastros de células muertas y saliva, los cruces de miradas y otros mimbres que aportamos las personas que la vivimos o la transitamos.
En el marco de la Feria del Libro de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, hemos hecho una primera presentación, en compañía del escritor ghanés Nii Ayikwei Parkes, de nuestra última aventura editorial: Doce relatos urbanos, doce miradas africanas. Recoge doce historias que tienen a la ciudad como protagonista y que nos transportan a diferentes urbes a través de doce miradas ajenas, africanas y globales (como todos nosotros) a un tiempo. Retomando el concepto de Ben Okri de los libros, que él considera billetes para viajar, disponibles para quien no puede o quiere subirse al avión, ofrecemos a quien lea esta colección de cuentos doce billetes a doce realidades pasadas por el tamiz literario. Los pilotos son Zoe Wicomb, Véronique Tadjo, Trifonia Melibea Obono, Théo Ananissoh, Noo Saro-Wiwa, Nii Ayikwei Parkes, Ken Bugul, Edwige-Renée Dro, Chimamanda Ngozi Adichie, Boubacar Boris Diop, Armand Gauz y Antonio Lozano. La imagen de la cubierta, también un viaje, pertenece a Mamadou Gomis, un fotoperiodista senegalés que gusta de perderse por las calles y avenidas de diferentes ciudades y captar los reflejos huidizos en los cristales de los escaparates y las ventanas.
Se trata de un proyecto que ya alcanza casi los dos años de vida desde su concepción hasta su alumbramiento esta semana. Empecé imaginando una colección de relatos urbanos firmados por escritoras y escritores nacidos en el continente africano en 2017, una idea que propuse a Estefanía Calcines, compañera y cómplice, a cargo de las tres colecciones que edita Casa África. Arrancamos 2018 enviando correos electrónicos esperanzados a algunas de las firmas literarias africanas con las que colaboramos habitualmente, como Antonio Lozano, Boubacar Boris Diop, Trifonia Melibea Obono o Ken Bugul. Pedimos recomendaciones que resultaron en -por ejemplo- la invitación a Théo Ananissoh. Refrescamos lazos de amistad y confianza con Véronique Tadjo. Tentamos a la suerte para embarcar a Chimamanda Ngozi Adichie. Iniciamos una colaboración directa con autores leídos y amados, como Zoe Wicomb, Armand Gauz o Nii Ayikwei Parkes. Fabulamos con la participación de firmas que hemos vislumbrado apenas, en otros idiomas, pero que nos cautivaron y que queríamos añadir al proyecto, como las de Noo Saro-Wiwa o Edwige-Renée Dro. Todos se subieron a nuestro carro sin poner condiciones ni hacer preguntas. El resto del trabajo recayó en Baile del Sol y las personas que se encargaron de las traducciones: especialmente, Iballa López Hernández y José Luis Márquez. A las puertas del parto, perdimos a Antonio Lozano, inspiración a quien dedicamos este libro. Esperamos que su espíritu curioso y abierto sobrevuele nuestras páginas y las bendiga.
Casi todos han optado por escribir una historia inédita, única, para este proyecto. Hay dos excepciones: Véronique Tadjo y Chimamanda Ngozi Adichie.
Ellas decidieron cedernos obras previas, ya publicadas. En el primer caso, un extracto de la última novela de la autora, Loin de mon père, que recrea la atmósfera irrepetible de la ciudad de Abiyán. En el segundo, un cuento que ya apareció en The New Yorker en 2010 y que se desarrolla en la electrizante Lagos. De manera similar, Nii Ayikwei Parkes tiñe de humor una oda a los desencuentros vecinales y la venganza, radicada en Londres y aliñada con sabor a pimientos ultrapicantes. Es uno de los cuentos que forman parte de su propia antología urbana, a publicar en breve gracias a los micromecenazgos. A medio camino entre estos autores y los que escribieron obras por encargo, Zoe Wicomb elaboró un extracto previo, que había esbozado con destino indefinido y situado en Ciudad del Cabo, convirtiéndolo en una historia corta que disecciona la realidad sociopolítica sudafricana de este principio de siglo.
Entre los originales se sitúa Trifonia Melibea Obono, que adopta la peculiar voz de un policía iletrado que glosa sus resentimientos en una calle de Malabo. Antonio Lozano asume la voz de la ciudad de Tánger, que le vio nacer y meció sus primeros años y recuerdos, para explicarnos su mágica historia. Ken Bugul hizo lo propio con la Dakar que habita, cuya cara B, pintada con los trazos del éxodo rural y la miseria neoliberal, provoca su escritura. Armand Gauz nos describe el trepidante París de un benguiste abiyanés, Black Manou, y confiesa que la historia está degenerando en su tercera novela. Théo Ananissoh se decide por un cuento con aires de artículo de viajes, que fija nuestras miradas en una ciudad togolesa donde la literatura ejerce de atractivo turístico e hilo conductor. Boubacar Boris Diop retrata la quietud extrema de Yola, en el noreste de Nigeria, a través de sus gafas de reportero. En su misma línea, Noo Saro-Wiwa se suma a la corriente de autores que navegan entre la literatura y el periodismo para transmitirnos su fascinación por un edificio de Hong Kong que ejerce de microcosmos único, un mosaico de idiomas, pieles y sabores globales donde destaca lo afro. Edwige-Renée Dro une los aires lacustres de Abiyán y las expectativas de Europa, en una historia dura y vital como solo puede ser la que viene del mundo nouchi.
Este proyecto surgió porque somos urbanitas. Casi ritualmente, nos hemos enamorado en los parques de las ciudades que vivimos o visitamos y hemos propalado el rastro de nuestro ADN en sus transportes públicos y las sábanas de sus hoteles. Nos hemos decepcionado cuando las urbes que soñamos no eran lo suficientemente grandes o románticas o auténticas para encajar en nuestras expectativas. Nos hemos sentido rechazados por ellas, como si algo especial estuviera pasando en alguno de sus rincones en ese preciso instante y se nos escapara, algo que todos compartieran excepto nosotros. Nos ha ilusionado la ficción de formar parte de ellas, de hacerlas nuestras y construirlas, de dejar en ellas nuestras huellas y de que, a cambio, ellas nos marcaran de por vida. Como sucede con el amor, nos hemos enganchado a lo que somos o fuimos o esperamos ser en ellas. Como sucede con el desengaño, hemos querido borrarlas de nuestro mapa del mundo y nos han pinzado con nudos las aortas.
África no escapa a la fascinación por la ciudad, a lo urbano. Es un continente que crece, joven y lleno de energía y posibilidades. El boom demográfico se dará, en los próximos años, en sus urbes. También es un continente en el que se cuentan millones de historias diferentes. Un territorio literario múltiple y diverso, donde convive el doyen, el guía sabio de más edad y experiencia, con jovencísimos valores de un talento insultante, y las generaciones intermedias, beligerantemente creativas. Aquí se mezclan las lenguas del colono, de las que los escritores se apropian y que violentan o miman, con las lenguas locales que se convierten en opción política y creativa y hasta campo de batalla. La literatura africana se enriquece además con las voces de la diáspora y la afrodescendencia, que en ocasiones retorna o escoge vivir a caballo entre múltiples realidades. Proliferan los festivales y premios literarios, las editoriales, los grupos de lectura y escritura, las asociaciones de escritores. Se asume la tradición oral, al tiempo que se levanta la vista hacia las estrellas y se cimenta el afrofuturismo, se fabula desde la vanguardia. Las mujeres firman obras excepcionalmente poderosas, con plumas únicas que conquistan lectores a lo ancho y largo del planeta. El humor, el surrealismo y la tragedia duermen juntos.
Queremos agradecer a todas y cada una de las personas que forman parte del libro las horas de trabajo, su inspiración, su mirada. Además, queremos agradecer a Chema Caballero, Sonia Fernández, Ángeles Lucas, Javier Mamely y Federico Vivanco sus lecturas de estos textos.
Como decíamos al principio, Ben Okri habla de la literatura como un billete de avión imaginario cuando el viaje físico es imposible. Por esa razón, aquí hemos puesto a su disposición doce billetes. Le pedimos que prepare, por favor, una maleta ficticia en la que acomodar sus zapatos predilectos para recorrer nuevas calles. Relájese: elija la mejor posición, recline su asiento, estire o cruce las piernas. Olvide el cinturón de seguridad por un momento. Pida una infusión o un vino. Intercambie una mirada cómplice con el viajero al otro lado del pasillo, marcado con una línea de luces de seguridad palpitantes. La pista de despegue parece libre. Este avión espera su turno para lanzarse a ella, temblando de anticipación, de ganas. Por favor, le rogamos suavemente por los altavoces, disfrute la experiencia y déjese llevar por nuestros doce guías a través del mundo urbano del siglo XXI.
Esperamos que usted aprecie estas historias.
Ángeles Jurado es la autora de este post y también de la idea de este precioso libro, es quien ha gestado y gestionado toda la publicación y desde aquí le agradecemos su pasión por la literatura africana y su labor ilusionante y efectiva. Jurado es periodista y forma parte del equipo de Medios de Comunicación de Casa África. Además, es la coordinadora del Club de Lectura de Casa África.
Un comentario
Una excelente iniciativa.
Te felicito Ángeles.