Por Gloria García. Con más de 42 millones de habitantes y el suajili como lengua oficial, Tanzania es un país que invita al viajero que huye de las masas. Un viajero que busca una experiencia auténtica, en la que a diario sus ojos no crean lo que están viendo y en la que, al final de la expedición, solo quiera permanecer allí por siempre. Si tuviéramos que resumir en varios conceptos lo que significa Tanzania podríamos decir que es fauna salvaje, playas idílicas, nieve inesperada en la cumbre del Kilimanjaro, gente excepcional y una cultura marcada por la colonización y por las tribus que la habitan.
Tanzania no es el país de los safaris por casualidad. La migración de los ñus en las llanuras del Parque Nacional del Serengeti hacia el norte en la frontera con Kenia, acompañados por miles de cebras, es un espectáculo de la naturaleza que merece la pena contemplar al menos una vez en la vida. Al ser testigo de este recorrido por los caminos del parque eres consciente de lo que quiere decir el concepto «vida salvaje». Antes de este momento, nada en nuestra vida diaria es salvaje. Cada año, en este país de África Oriental se abre el telón para disfrutar como meros espectadores de una obra de teatro basada en una historia real que supone la movilización natural más grande del mundo: más de 1,5 millones de ñus, cebras y gacelas que recorren los cientos de kilómetros que separan el sur del Serengeti del Parque Masai Mara en Kenia.
Todo lo que digamos no lograría alcanzar la belleza que se presencia en Tanzania. El Aeropuerto Internacional del Kilimanjaro, monte más alto del continente con 5.895 metros de altura, recibe a la mayoría de los viajeros. Tras más de una hora de carreteras en las que ya comenzamos a entender que Tanzania es otro mundo, llegamos hasta la ciudad de Arusha, desde la que partimos hasta nuestro primer encuentro con la fauna salvaje de este país: el parque Tarangire. Además de ser el hogar de la mayor concentración de elefantes del país, también lo es de baobabs milenarios que les sirven de alimento. Tras ver baobabs y observar kilómetros de tierra alcanzamos Mto Wa Mbu, hogar en esta ocasión de población local y cuyo asentamiento sirve de respiro durante nuestra ruta de los safaris, tras días comiendo picnic y en el que se puede probar la rica comida tanzana.
Esta parada en el camino va acompañada de otra pausa: el cráter de Ngorongoro en Tanzania. Sorprendentemente también podemos hacer un safari, pues rinocerontes, hienas y otras especies autóctonas cohabitan en armonía con la tribu masai. Encajados en un área que no supera los 20 kilómetros de diámetro, aquí se sitúan también varios ecosistemas a la vez: bosques, sabanas, lagos, pantanos, charcas saladas y tierras áridas. Conocido como la octava maravilla del mundo, el cráter es el hogar de más de 25.000 animales, siendo el más difícil de contemplar el rinoceronte. Ármate de paciencia y conciénciate de que el tiempo aquí tiene probablemente un ritmo distinto al tuyo. A la vuelta de la esquina se encuentra el magnífico Parque de Serengeti, Patrimonio de la Humanidad desde 1981 y una nueva demostración de la esencia y el poder de la naturaleza.
Tanzania supone una explosión de belleza, dureza e incredulidad. Belleza, por su fauna salvaje; dureza, por ser consciente del espíritu de supervivencia que día a día los animales se recuerdan para seguir viviendo; e incredulidad, porque resulta difícil creer que es posible contemplar tantos animales juntos, actuando como actores que siguen las directrices de un director. Si sumamos todas estas experiencias puedes comenzar a creer en la belleza de lo real. Si todavía no lo crees, algo raro tras observar su fauna, su población, su vegetación, su extensión y el techo de África reflejado en el Kilimanjaro, quizá el agua cristalina y la arena blanca de la costa de Zanzíbar te consigan convencer. Tanzania no es una obra de teatro; aunque lo parezca, es real y está a tu alcance.
Gloria García es periodista y trabaja en Evaneos, un sitio web que pone en contacto directo viajeros con agencias de viajes locales en el país de destino.