Cuadradas. Redondas. Rectangulares. En forma de “L”. Cubiertas de un techo plano, cónico o a dos aguas… Hay multitud de tipos, pero para casi todo el mundo las casas de adobe son sinónimo, todas ellas, de casas precarias y pobres. Las típicas casas africanas, piensan esos mismos, edificadas por aquellos que apenas tienen recursos, con escasos conocimientos arquitectónicos, más allá de cuatro reglas de trigonometría y algo de sentido común.
Sin embargo, la región de Casamance, en el sur de Senegal, brinda al menos dos ejemplos impresionantes de lo contrario. Allí se encuentran casas que desafían esa pobre concepción de la construcción en adobe, el principal elemento usado tradicionalmente en el continente, y de las capacidades de los africanos para su uso. Son edificios tan especiales que justifican una visita a esa región del país.
En el corazón de Casamance se encuentran Oussouye y Mlomp, dos pequeñas poblaciones donde se pueden encontrar ejemplos de esas construcciones tan peculiares: se trata de las casas a impluvium y las casas à étages, como se conocen en francés. Ambas están hechas por los diolas, la etnia predominante en la zona, considerados como unos de los mejores arquitectos de África. Estos agricultores no solo viven en Casamance, también están presentes en Gambia y Guinea Bissau desde el siglo xiii, lo que los convierte en unos de los pobladores más antiguos de la región. Sin embargo, es a Senegal donde hay que acudir para poder verlas.
Las casas a impluvium son circulares, en torno a un patio con un depósito de agua central. El tejado a dos aguas en forma de embudo vierte en el depósito parte del agua de lluvia que recibe. Alrededor del patio hay habitaciones, con diminutas ventanas que abren hacia el interior. Esto, unido a que la casa tiene una única y sólida puerta, la convierte en una fortaleza. A la vez, así se consigue mantener una temperatura constante en un entorno donde el sol es abrasador. Y la luz de la casa, patio y habitaciones incluidas, proviene fundamentalmente del espacio abierto en el centro del tejado.
Esta estructura tan sombría, tan recogida, no es arbitraria: permitía a los diolas defenderse de los ataques de otras tribus y, posteriormente, de los colonos blancos. La familia y el ganado se encerraban en su interior, donde tenían víveres para aguantar en caso de asedio. Cerraban la puerta herméticamente y se abastecían de agua a través del tejado. Pero no solo eso. Esta construcción del tejado les defendía del lanzamiento de flechas o lanzas de los enemigos. Un sistema sencillo y eficaz que, desgraciadamente, está cayendo en el olvido: a medida que desaparecen los motivos que lo originaron, se pierden las razones para seguir construyendo de esta manera.
Así, en un intento de favorecer su preservación esta forma de edificar ha sido incluida en la lista tentativa de nuevos lugares dignos de ser declarados Patrimonio Mundial de la UNESCO, buscando con ello darle relevancia y, con ello, hacerla perdurar.
Las casas a implovium no son las únicas en destacar en esa región. También están las casas à étages: edificaciones de adobe de dos pisos. Las que hay en Oussouye y Mlomp son únicas en África. Tienen columnas en el exterior que delimitan un porche que recorre todo el frontal de la casa, en ambos pisos. En el piso de abajo se encuentra la cocina, el almacén para el grano y una sala equivalente a la sala de estar en nuestras viviendas. Una amplia escalera da acceso al piso superior, en el que se encuentran los dormitorios. Sorprende que sean viviendas con varias habitaciones, cada una de ellas usada por un miembro de la familia, ya que en otras partes de África lo habitual es que toda la familia comparta un mismo espacio. Cada habitación cuenta con su pequeño almacén de grano, normalmente arroz. En este segundo piso también hay una terraza que rodea la casa o, al menos, la parte posterior de ella, en la que se seca el grano en la larga época de lluvias. Sin embargo, estas casas, a diferencia de las anteriores, están dotadas de grandes ventanas tanto en las habitaciones como en la entrada principal, para permitir una buena circulación del aire en un intento de reducir la humedad, que podría dañar el grano almacenado.
Alojarse en alguna de estas casas es la mejor manera de comprender su organización y su impresionante construcción. En Oussouye esto es posible gracias a una iniciativa de ecoturismo local promovida por los propios vecinos. Fueron ellos quienes se encargaron de su construcción y hoy en día del mantenimiento y gestión del campement (hostal) que en ella hay. Pero hay muchos otros poblados, como los de Enampore, Seleki, Affiniam, Djilapao o Eloubaline, en los que romper los prejuicios, comprobando en primera persona la solidez, inteligencia y funcionalismo de estas sensacionales e impresionantes casas de adobe.
Itziar Martínez-Pantoja es psicóloga. Pablo Strubell es economista, ha sido gerente de la Librería De Viaje y es miembro de la Sociedad Geográfica Española. Es autor del libro Te odio, Marco Polo. Ambos recorrieron África en transporte público, durante un año, desde Sudáfrica hasta Marruecos por la costa atlántica, visitando 14 países en el camino. El relato de su viaje se puede encontrar en www.africadecaboarabo.es. Recientemente han publicado el libro Cómo preparar un gran viaje.
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