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Las nuevas variantes del COVID-19 han cambiado las reglas del juego y las vacunas no serán suficientes. Necesitamos una «máxima supresión» global

Las nuevas variantes del COVID-19 han cambiado las reglas del juego y las vacunas no serán suficientes. Necesitamos una «máxima supresión» global

A finales de 2020, la sociedad tenía las esperanzas puestas en la vacunación que haría que la humanidad, finalmente, le sacara ventaja al SARS-CoV-2, el virus que causa la COVID-19. En un escenario ideal, el virus registraría una incidencia muy baja sin perturbar más la sociedad y sin provocar más números de fallecidos. 

Pero, desde entonces, han surgido las nuevas «variantes de preocupación» y se han propagado por todo el mundo, poniendo en riesgo los esfuerzos por controlar la pandemia, incluyendo la vacunación. 

Dicho en pocas palabras, han cambiado las reglas del juego y, por eso, el exitoso despliegue mundial de las vacunas actuales ya no garantiza la victoria. 

Nadie está realmente a salvo de la COVID-19 hasta que lo esté todo el mundo. Estamos en una carrera contra reloj para conseguir que las tasas de transmisión global sean lo suficientemente bajas como para prevenir la aparición y la propagación de las nuevas variantes. El peligro es que surjan variantes que puedan superar la inmunidad conferida por las vacunas o la infección previa. 

Además, muchos países no tienen la capacidad de controlar las variantes emergentes a través de la vigilancia genómica. Esto significa que la situación puede ser incluso más grave de lo que parece. 

Como miembros de Lancet COVID-19 Commission Taskforce on Public Health (Grupo de trabajo de la salud pública de la Comisión Lancet COVID-19) hacemos un llamamiento a la actuación urgente contra las nuevas variantes. Estas significan que no podemos depender solo de las vacunas como medio de protección, sino que debemos mantener unas medidas de salud pública duras para reducir el riesgo de estas variantes. Al mismo tiempo, tenemos que acelerar el programa de la vacunación en todos los países de una forma equitativa. 

Juntas, estas estrategias lograrán una «máxima supresión» del virus. 

¿Cuáles son las «variantes de preocupación»? 

Las mutaciones genéticas de los virus como el SARS-CoV-2 emergen de manera frecuente, pero algunas variantes se etiquetan como «variantes de preocupación» porque pueden volver a infectar a personas que ya habían pasado por la fase de infección o por la vacunación, o porque son más transmisibles o pueden conducir a una enfermedad más grave. 

Actualmente, existen registradas al menos tres variantes de preocupación del SARS-CoV-2: 

  • B.1.351, notificada por primera vez en Sudáfrica en diciembre de 2020 
  • B.1.1.7, notificada por primera vez en Reino Unido en diciembre de 2020 
  • P.1, identificada por primera vez en Japón entre viajeros procedentes de Brasil en enero de 2021. 

Mutaciones similares están surgiendo en diferentes países al mismo tiempo, lo que significa que ni si quiera los controles fronterizos y las altas tasas de vacunación protegen necesariamente a los países de las variantes de origen, incluidas las variantes de preocupación, donde existe una transmisión comunitaria importante. 

Si hay altos niveles de transmisión, y, por consiguiente, una extensa replicación del SARS-CoV-2 en cualquier lugar del mundo, inevitablemente surgirán más variantes preocupantes y dominarán las variantes más infecciosas. Con la movilidad internacional, se propagarán dichas variantes. 

[Imagen 2]: En Brasil se han vacunado millones de personas, pero también ha surgido una de las principales variantes de preocupación actual. Eraldo Peres/AP. 

La experiencia de Sudáfrica sugiere que la infección anterior por SARS-CoV-2 ofrece solo protección parcial contra la variante B.1.351 y que es alrededor de un 50 % más transmisible que las variantes preexistentes. La variante B.1.351 ya se ha detectado en, al menos, 48 países hasta marzo de 2021. 

El impacto de las nuevas variantes en la eficacia de las vacunas no está claro. Las pruebas recientes en el mundo real en el Reino Unido sugieren que tanto la vacuna de Pfizer como la de AstraZeneca proporcionan protección significativa contra la enfermedad grave y las hospitalizaciones causadas por la variante B.1.1.7. 

Por otro lado, la variante B.1.351 parece reducir la eficacia de la vacuna de AstraZeneca contra la enfermedad leve o moderada. Aún no tenemos una evidencia clara de si también reduce la eficacia contra la enfermedad grave. 

Por estas razones, reducir la transmisión en la comunidad es vital. Ninguna acción por sí misma es suficiente para evitar la propagación del virus, por lo que debemos mantener las duras medidas de salud pública conjuntamente con los programas de vacunación en todos los países. 

Por qué necesitamos supresión máxima 

Cada vez que el virus se replica existe una posibilidad de que surja una mutación. Y como se observa por todo el mundo, algunos de los resultados de las variantes ponen en riesgo la eficacia de las vacunas. 

Por eso hemos hecho un llamamiento a la estrategia global de «máxima supresión». 

Los líderes de la salud pública deberían centrarse en las acciones que suprimen al máximo las tasas de infección viral, ayudando así a prevenir la aparición de las mutaciones que pueden convertirse en nuevas variantes de preocupación. 

El rápido despliegue de vacunas por sí mismo no será suficiente para lograrlo, por lo que también serán vitales las medidas continuas de salud pública, como llevar la mascarilla y el distanciamiento físico. Es importante la ventilación de los espacios interiores, que en parte está bajo el control de las personas, y que puede requerirá ajustes en algunos edificios. 

Acceso justo a las vacunas 

La equidad mundial en el acceso a las vacunas también es vital. Los países de renta alta deberían apoyar mecanismos multilaterales como el mecanismo COVAX, donar las vacunas sobrantes a los países de renta media y baja y apoyar el incremento de la producción de vacunas.  

Sin embargo, para prevenir la aparición de variantes virales preocupantes, puede que sea necesario priorizar los países o regiones con mayor prevalencia de la enfermedad y niveles de transmisión, donde el riesgo de que emerjan estas variantes es mayor.  

Las personas que controlan los recursos, servicios y sistemas sanitarios deberían garantizar el apoyo a los profesionales de la salud para gestionar el aumento de las hospitalizaciones en períodos más cortos durante las oleadas, sin reducir la atención por los pacientes que no padecen la COVID-19. 

Los sistemas sanitarios deben estar mejor preparados para las variantes futuras. Los esfuerzos de supresión deberían estar acompañados de: 

  • programas de vigilancia genómica para identificar y caracterizar rápidamente las variantes emergentes en todos los países posibles del mundo, 
  • programas rápidos de vacunas de «segunda generación» a gran escala y una mayor capacidad de producción que pueda respaldar la equidad en la distribución de las vacunas, 
  • estudios sobre la eficacia de las vacunas en las variantes nuevas y existentes, 
  • adaptación de las medidas de salud pública (como llevar doble mascarilla) y volver a comprometerse con las medidas del sistema sanitario (como garantizar equipo de protección individual para el personal sanitario), 
  • intervenciones conductuales, ambientales, sociales y sistémicas, como la habilitación de la ventilación, el distanciamiento entre las personas y un sistema eficaz de búsqueda, prueba, rastreo, aislamiento y apoyo.  

Las variantes preocupantes de la COVID-19 han cambiado las reglas del juego. Tenemos que reconocerlo y actuar en consecuencia si, como una sociedad global, queremos prevenir futuras oleadas de infección, más confinamientos y restricciones y todas las enfermedades y muertes evitables.

Artículo redactado por Susan Michie (UCL), Chris Bullen (University of Auckland), Jeffrey V Lazarus (ISGlobal), John N. Lavis (McMaster University), John Thwaites (Monash University), Liam Smith (Monash University), Salim Abdool Karim (CAPRISA) y Yanis Ben Amor (Earth Institute, Columbia University), publicado originalmente en inglés por The Conversation y publicado en español con la colaboración de Casa África. Traducción: Paula Torres Romo.

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