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¿Por qué el Océano Índico está generando ciclones tropicales tan impactantes y mortíferos?

¿Por qué el Océano Índico está generando ciclones tropicales tan impactantes y mortíferos?
Vista aérea de los daños causados por las inundaciones tras el paso del ciclón tropical Idai por la provincia de Sofala, en Mozambique. Imagen: EPA/ Emidio Jozine
Vista aérea de los daños causados por las inundaciones tras el paso del ciclón tropical Idai por la provincia de Sofala, en Mozambique. Imagen: EPA/ Emidio Jozine
Vista aérea de los daños causados por las inundaciones tras el paso del ciclón tropical Idai por  la provincia de Sofala, en Mozambique. Imagen: EPA/ Emidio Jozine
Vista aérea de los daños causados por las inundaciones tras el paso del ciclón tropical Idai por la provincia de Sofala, en Mozambique. Imagen: EPA/ Emidio Jozine

El Océano Índico ha dejado huella en las noticias de todo el mundo a lo largo de este año. En marzo, el ciclón tropical Idai ocupó los titulares de la prensa al convertirse en una de las tormentas más devastadoras que ha azotado Mozambique. Estimaciones actuales indican que murieron más de 1.000 personas, lo que lo convierte en el ciclón tropical más mortífero que ha tocado tierra en la zona sur del continente africano.

Hasta entonces el ciclón tropical Eline , que tuvo lugar en el año 2000, había sido el ciclón tropical más devastador en Mozambique.

Hasta el Idai, Eline había sido el ciclón más impactante- aunque no el más mortífero- en afectar la costa del sureste africano. En esta lista, en la que se situaba como el más vigoroso, fue rápidamente superado por el ciclón tropical Kenneth, de categoría 4, que tocó tierra en la frontera entre Mozambique y Tanzania solo seis semanas después de Idai.

En muchos aspectos Kenneth cogió a toda la región por sorpresa. Esta tormenta se convirtió en el ciclón tropical que más al norte llegaba en Mozambique y el primero en llegar a tocar tierra en Tanzania. Tuvo lugar en un momento tardío de la estación de ciclones, ya que la mayoría aparecen entre enero y marzo. Fue igualmente inusual para el canal de Mozambique  experimentar dos ciclones tan dañinos de manera tan seguida, en la misma estación.

El tercer ciclón de mayor intensidad en emerger del Océano Índico apareció únicamente unas semanas después de Kenneth. Se trataba del ciclón Fani, de categoría 5 de intensidad en cuanto a la velocidad del viento, que azotó la costa este de la India. Los ciclones tropicales de categoría 5 en el Océano Índico septentrional se empezaron a registrar a partir de 1989, por lo que esta tormenta es inusualmente fuerte en el contexto de los registros históricos.

Estas tormentas de gran intensidad están relacionadas con la cálida temperatura de la superficie del agua del Océano Índico. Temperaturas de más de 30 grados son cada vez más comunes y durante largos períodos de tiempo. Esta es la consecuencia del calentamiento gradual a escala global, que ha desencadenado en un aumento de la temperatura de los océanos.

El hecho de que haya temperaturas más cálidas en el océano permite que se formen tormentas de mayor intensidad. Todas estas condiciones hacen que la situación se agrave gracias a fenómenos como El Niño o el Dipolo del Océano Índico, que concentran el agua cálida del océano en pequeñas áreas geográficas.

Las tormentas de gran intensidad se han convertido en un elemento frecuente en la costa de Estados Unidos según los registros históricos. El aumento de su frecuencia en el Océano Índico debería ser motivo de alarma, dado que países como Estados Unidos están mejor equipados para ayudar a la gente a prepararse con antelación y lidiar con las consecuencias.

Midiendo la intensidad

La intensidad de un ciclón tropical se clasifica según la escala Saffir Simpson. Las categorías se miden en base a la velocidad del viento y la presión en el centro de la tormenta. Cada categoría va acompañada de estimaciones sobre la severidad de posibles daños y altura del oleaje.

Los ciclones tropicales se forman y se intensifican debido a la combinación de siete condiciones climatológicas primarias. Esa combinación incluye, entre otros aspectos, la temperatura de la superficie del mar, altos niveles de humedad e inestabilidad atmosférica.

Para que una tormenta aumente de intensidad, estas condiciones previas tienen que maximizarse mientras la tormenta se encuentra sobre la superficie del océano.

Para que los ciclones tropicales se formen, se requiere que la temperatura de la superficie del mar sea de 26.5ºC, mientras que para que se formen las tormentas de mayor intensidad hace falta que la temperatura del mar sea mayor, de 28 o 29ºC. Esto es importante, ya que se trata de una de las razones por las que el sur de África está experimentando ciclones tropicales más intensos.

El sur del Océano Índico se está calentando con rapidez. Esto significa que regiones que previamente habían experimentado la temperatura de 26.5ºC, que facilita la formación de ciclones tropicales, están ahora llegando a temperaturas tan cálidas como 30-32 ºC.

Simultáneamente, regiones alejadas del ecuador, que no tenían el agua lo suficientemente cálida para que se formaran los ciclones tropicales y cuya temperatura oscilaba entre los 24 y los 26ºC, ahora experimentan con mayor regularidad esa temperatura límite. Esto aumenta el rango en el que estas tormentas ocurren, haciendo que tormentas como la del ciclón tropical Dineo, que tocó tierra en febrero de 2017 en el sur de Mozambique, sean más comunes.

Estas temperaturas tan cálidas de la superficie del mar no son solo un factor del calentamiento global. También se producen debido a mecanismos globales y locales que incluyen la Oscilación Sureña de El Niño, el Dipolo del Océano Índico y el Modo Anular del Sur. Para esta temporada tan ciclónica, los científicos están observando un mayor impacto de la Oscilación Madden-Julian.

Se trata de una capa de humedad que se encuentra en las regiones tropicales y que se mueve a hacia el este en periodos de entre 30 y 90 días. La fuerte Oscilación Madden-Julian está afectando también a los ciclones tropicales en Australia.

Comparando las tormentas

La clasificación de las tormentas en base a la escala Saffir Simpson no es siempre la medición más significativa. Esto es porque no puede tener en cuenta las características de la zona de impacto.

Como resultado esto tiene dos inconvenientes: en primer lugar, que no tiene en cuenta las posibles inundaciones. Esto es difícil de saber de una tormenta en particular porque no va sólo en función de cuánta lluvia va a caer y durante cuánto tiempo (o incluso la altura del oleaje) sino también la naturaleza de la zona donde recale.

Las zonas bajas, relativamente planas, son más propensas a las inundaciones que las regiones más elevadas o aquellas con una topografía más escarpada. Esto es parte de la razón por la que Idai causó una inundación tan grande. Algunas regiones tienen unas infraestructuras más adecuadas para el daño causado por el agua de las tormentas. Y cuando tiene lugar una inundación, algunas regiones están más capacitadas para avisar y evacuar a las personas para minimizar las pérdidas humanas.

Otro factor que determina la devastación resultante de un ciclón tropical es la densidad de población de la zona afectada. Cuanto mayor sea la densidad de población, mayor será el número de personas que estén bajo amenaza de morir, perder sus hogares y su medio de vida.

Esto también implica que mayor será el número de las personas que necesitarán ser evacuadas en el menor tiempo posible, y mayor gente necesitará refugio hasta que los efectos más inmediatos de la tormenta hayan disminuido. Es por ello por lo que tanto Idai como Eline tuvieron como resultado mayores pérdidas humanas y fatalidades que la tormenta Kenneth, de gran intensidad. Del mismo modo es por ello por lo que se espera que Fani sea realmente devastadora. Tenemos que comenzar a cuantificar la capacidad destructora de la tormenta junto con los parámetros climatológicos.

 

 

Autora: Jennifer Fitchett, Profesora titular en Geografía Física, Universidad de Witwatersrand (Johannesburgo)

Este artículo se publicó por primera vez en inglés en The Conversation y ha sido traducido al español por Casa África en colaboración con este medio. Traducción: Eduardo Puche.

 

 

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