Llevamos unos días escuchando a gobiernos de todo el mundo decir que ante esta pandemia global del coronavirus, no se puede dejar a nadie atrás. China, Japón, el Reino Unido, Italia, Francia, España… Los países más ricos del mundo se están viendo sobrepasados por la expansión de una enfermedad que no distingue razas, credos, estatus social… nada.
En España, el impacto está siendo demoledor. Especialmente duro, hasta el punto de que empieza a ser raro (aunque no tanto en Canarias, muy habitual en el resto del Estado), que el COVID-19 no haya alcanzado ya, e incluso vencido, a alguien que nos es próximo.
Confinados en nuestras casas, estamos viendo y aplaudiendo a diario la titánica lucha de nuestros sanitarios y sanitarias, policías, militares y trabajadores de todos los servicios esenciales, exponiéndose y jugándose la vida para, precisamente, no dejar a nadie atrás.
Políticamente, nuestro gobierno está apelando a la Unión Europea para que adoptemos una solución conjunta a la crisis económica que se viene después de esta debacle sanitaria, de la que no saldremos sin ir todos de la mano. No permitamos que Europa deje atrás a ninguno de sus países.
En España tenemos la sensación de que cada Estado se está mirando al ombligo y preocupándose exclusivamente de que sus cifras no superen las de los demás, incluso en algo tan cruel como la manera de contabilizar las victimas. La respuesta europea está siendo decepcionante. Sin embargo, hace ya cinco días me tranquilizó saber que no todo el mundo en este continente está preocupándose solo de lo suyo.
En unas declaraciones que vi reproducidas en la web norteamericana Politico, nuestro comisario europeo de Asuntos Exteriores y Seguridad, Josep Borrell, advertía del riesgo que tiene la expansión de la pandemia del coronavirus en África. Fue claro y directo: “Si no resolvemos el problema en África, no lo resolveremos en Europa, y África nos preocupa especialmente”.
Como director general de Casa África, sigo a diario la evolución de la pandemia en el continente vecino. Ayer, martes 7 de abril, África superó la barrera de los 10.000 contagios por COVID-19. 53 de sus 54 países han confirmado ya de forma oficial la aparición de algún caso. Se tratan, además, de casos mayoritariamente importados de Europa, lo que explica por qué el continente africano ha ido más tarde que el resto del mundo en contabilizar casos de este implacable virus.
Lo que está sucediendo estos días en el continente africano es de vital importancia para nuestro futuro inmediato. Algunos de sus países están mostrando excelentes resultados en su capacidad de detectar, contener y evitar la expansión de la pandemia. Las experiencias del continente en la gestión de otras enfermedades, como la del ébola, han fortalecido en algunos casos un tejido social que puede actuar de freno y dar buenos resultados a través de la gestión comunitaria y la sensibilización por todas las vías posibles.
Sin embargo, el riesgo es enorme, gigantesco. Como recordaba Borrell, los servicios sanitarios de la mayoría de países africanos serán incapaces de gestionar una expansión de la pandemia como la que estamos padeciendo nosotros. Menos medios, menos médicos, menos respiradores… ¿Es realista pedirle a las grandes urbes africanas, densamente pobladas y con un gran porcentaje de gente humilde, que vive de lo que consigue ganar día a día, que practiquen el distanciamiento social o el confinamiento en sus casas? Por eso es tan trascendental esta fase inicial de detección de casos y trazado y aislamiento de contactos.
Una expansión desatada, que podría empezar a intuirse en menos de diez días, puede ser catastrófica, y más si se combina con el hecho de que esos países sufren en grandes cifras otras enfermedades que debilitan las defensas y hacen a las personas mucho más vulnerables a este coronavirus: la tuberculosis, el VIH o la malaria.
Es fundamental que en las próximas semanas, los próximos meses, no dejemos a África atrás. No tiene sentido que en una pandemia global nos preocupemos solo de nuestro patio y demos la espalda al vecino. Necesitan apoyo sanitario, financiero y es vital una firme apuesta política por parte de todo el mundo, especialmente de la UE, para ayudarles a superar este trance. “Aunque resolvamos el problema en Europa, no se solucionará realmente si no se resuelve en todas partes, porque puede volverse contra nosotros en cualquier momento”, decía Borrell. Este es un problema global. Actuemos, pues, de manera global.
José Segura Clavell es director general de Casa África y doctor en Ciencias Químicas. Catedrático de Termodinámica en la Escuela Oficial de Náutica de Tenerife y profesor titular de Física Aplicada en la Universidad de La Laguna. En su amplia trayectoria como representante público, Segura ha sido: consejero y presidente del Cabildo de Tenerife; senador por la isla de Tenerife; alcalde del municipio de San Cristóbal de La Laguna; diputado por la provincia de Santa Cruz de Tenerife; y delegado del Gobierno en Canarias.