Las risas y las sonrisas rompen las barreras de la sorpresa y la diferencia. Las sonrisas nos rompen las resistencias. La música es por defecto la actividad que mayor diversidad acepta universalmente.
El ser humano es gregario por naturaleza. No se trata solo de una conclusión extraída de un análisis histórico de su comportamiento, sino que va más allá. Las personas tenemos herramientas físicas, fisiológicas y nerviosas para generar comunidad.
Una de las herramientas naturales que poseemos para generar uniones entre personas es la risa. La risa y la sonrisa forman parte de actos conscientes y subconscientes que se encadenan en un proceso de contagio. La risa se estudia desde hace tiempo porque, como señala Henri Bergson (1859-1941), premio Nobel de Literatura en 1927 y autor de La risa (1899), “La risa es propia del hombre”, es decir, natural e inherente al ser humano. En la actualidad, los estudios de neurociencia explican que tenemos un conjunto de neuronas que se denominan “espejo” que están diseñadas para imitar lo que vemos en otras caras, como hacen los bebés que sonríen cuando sonreímos. Pero recientes estudios van más allá y han demostrado que, en el caso de la risa, también el sonido activa nuestro sistema de espejo. Sophie Scott, investigadora del Colegio Universitario de Londres que acaba de publicar un informe sobre este tema, interpretó este hallazgo particularmente socializador del experimento: “El hecho de que las emociones positivas activen el sistema de neuronas espejo en mayor medida que las emociones negativas nos permite comprender cómo las emociones positivas promueven la cohesión social”, aseguraba en una reciente entrevista al diario La Nación. En definitiva, todos los estudios de neurociencia parecen demostrar que los seres humanos estamos naturalmente diseñados para sumarnos a las emociones positivas y para crear comunidad.
Esto explica también el efecto físico que tiene en nosotras la música, la segunda gran herramienta que tenemos las personas para socializar. Efectivamente, la música se estudia desde los principios de la humanidad por ser considerada una herramienta de gestión de las comunidades. La autora Barbara Ehrenreich estudió en su libro Una historia de la alegría: el éxtasis colectivo de la antigüedad a nuestros días (2008) cómo desde los inicios de la humanidad las personas realizamos lo que ella denomina las fiestas estáticas, compuestas de música, disfraces y danzas, buscando la alegría colectiva. Actualmente, estudios fisiológicos y neurológicos han demostrado que la música tiene un efecto físico en los seres humanos y está relacionada con la emisión de endorfinas, dopaminas y serotonina, entre otras.
Pero hay otro tema importantísimo que comparten la risa y la música que no se tiene en cuenta tan a menudo y es que, por todas las condiciones mencionadas anteriormente, ambas son un lenguaje natural universal. Las risas y las sonrisas rompen las barreras de la sorpresa y la diferencia. Las sonrisas nos rompen las resistencias. La música es por defecto la actividad que mayor diversidad acepta universalmente. Consumimos diariamente música cuyos orígenes son universales y lo hacemos sin pensarlo, de forma absolutamente natural. La música viaja libre por el mundo, y ella y la sonrisa nos liberan.
El pasado mes de diciembre tuvo lugar la 42ª edición del festival Los Trans Musicales de Rennes (Francia). Reunió a más de 50 000 personas, en su gran mayoría francesas y europeas, alrededor de una programación con grupos de más de 33 países diferentes. Algunos de los proyectos son maravillosas historias de vida y superación, como la banda Star Feminine Band, compuesta por siete chicas de Benín que en 2016 empezaron a tocar juntas bajo la dirección de profesor de música, y ahora son las componentes de una banda de rock que llenó una de las salas más grandes del Festival durante una hora, acabando arropadas por una emocionante ovación.
Para este nuevo año 2022, y para años venideros, necesitamos más música y más sonrisas. Y no se trata de un deseo vago. Se trata de una verdadera expresión de políticas públicas y acciones privadas. Defender la música en vivo, promocionar la importación y exportación de música para eliminar barreras, fomentar campañas de información que hagan sonreír y apoyar el humor como una herramienta de sensibilización, todo esto y más es lo que deberíamos desear para este recién estrenado año si queremos avanzar en un discurso público más integrador. A por ello.
Si te ha interesado este artículo, no dejes de leer Las narrativas migratorias del amor, publicadas en diciembre por la misma autora.
Artículo redactado por Lucila Rodríguez-Alarcón.