Las narrativas son una herramienta poderosísima que consolida creencias que en muchos casos pueden incluso estar basadas en realidades inexistentes. Es estos momentos que vivimos una crisis de la información, a veces no somos conscientes de que sería imposible que la desinformación avanzará con esta rapidez y contundencia si antes el terreno no hubiera estado abonado con marcos narrativos que las audiencias ya han interiorizado.
De todos los continentes, África es el más vapuleado por las narrativas occidentales. Por muchas razones, vinculadas gran parte de ellas con la descolonización, los relatos actuales sitúan a esta región en un imaginario de pobreza y subdesarrollo que ningunea el enorme valor que África tiene en la historia universal de la humanidad. Solo el mero hecho de que el origen del ser humano se sitúe en dicho espacio ya debería marcar la base para una narrativa de respeto y cariño hacia la tierra que nos vio nacer.
Pero las narrativas van más allá y se rodean de palabras que nos crean marcos que nos atrapan. En este sentido, es frecuente leer o escuchar que el hombre viene de África, pero lo correcto sería decir que la mujer viene de África, puesto que son Lucy y Ardi las dos progenitoras prehistóricas que permiten situar el origen de nuestra especie. El lenguaje, que por desgracia es sexista, acompaña al marco narrativo postcolonialista. Parecen cosas nimias, pero no lo son, tanto es así, que siendo tan incorrectas y tan malas existen muchísimas resistencias para cambiarlas.
El caso es que, como lugar de origen que es, África contiene muchas de las claves que nos definen culturalmente. Toda la música actual está marcada por la impronta africana. Toda la música moderna tiene como origen las melodías afroamericanas a partir del siglo XVIII y hasta mediados del siglo XX. El góspel abrió el espacio para las músicas más melódicas y las músicas de trabajo para aquellas más rítmicas. El góspel era la música espiritual cuyo origen se remonta a los 1600s y se producía en las iglesias evangélicas afroamericanas. De ella derivan en un primer lugar el jazz y el blues. Es durante los años 60 cuando tiene lugar la gran transformación de la música moderna con el nacimiento de todos los géneros que componen las músicas populares que escuchamos hoy en día. El gran hito se encuentra en 1954, cuando graba su primer trabajo Elvis Presley, que revoluciona el enfoque de la música creando el rockabilly, una música de ritmo rápido que combina tempos y sonidos del blues y del rythm and blues con la música country. Además de crear un género, Elvis populariza todos los cambios y combinaciones musicales que se basan en la redefinición del góspel, incluyendo el rock, el soul, y muchas de sus derivadas.
Es emocionante ver todo lo que debemos al continente africano, presente en nuestra misma esencia, desde nuestra creación como especie hasta nuestra expresión cultural y artística actual. Este reconocimiento debería expresarse en la educación histórica y cultural que recibimos desde pequeños y en las narrativas sobre la humanidad que generamos. Aquí subyace otra tarea pendiente esencial que nos ayudaría mucho a mejorar nuestro conocimiento colectivo y nuestra forma de relacionarnos entre nosotras.
Artículo redactado por Lucila Rodríguez-Alarcón.